26/12/2017, 00:26
(Última modificación: 26/12/2017, 00:41 por Uchiha Datsue.)
A Uzu, masculló Koko, lacónica, como si tuviese que pagar por cada palabra que soltase. Datsue asintió, conforme, y se detuvo.
—No eres muy habladora, ¿verdad?
Sus ojos oscuros se clavaron en los de ella. Unos ojos negros como el carbón, pero que le faltaban algo. Carecían de ese brillo anaranjado y zorruno que tanto caracterizaba a Datsue. Por no hablar de su cabello, también negro como un Uchiha de pura sangre. Pero, ¿acaso él lo era? ¿O, más bien, un sangre sucia, como dirían los más puristas de su clan? Porque, ahora que Koko recordaba, Datsue siempre lo había tenido castaño claro.
Por no hablar que todavía no había soltado ninguna fantasmada desde que se había despertado, lo cual, para ser él, también era extraño…
—Desde luego que no lo eres —respondió por ella.
El cielo, de un extraño color morado, empezó a caer, a desplomarse, como si en realidad se tratase de una bóveda física y tangible. El suelo se movió, como la cubierta de un barco bajo tormenta, y la Kageyama cayó de culo. El mundo a su alrededor empezó a dar vueltas y más vueltas a una velocidad vertiginosa. Se sintió mareada. Tuvo ganas de vomitar. Y de pronto…
… abrió los ojos.
Estaba sentada, en un habitáculo pequeño y oscuro. Tres paredes de roca escarpada la rodeaban, mas la cuarta estaba compuesta de rejas. Estaba completamente vacía, salvo por la humedad, Koko misma y… ella. Una mujer que la contemplaba con el ceño fruncido, acuclillada frente a ella.
Fue entonces cuando Koko se dio cuenta que tenía las manos esposadas. Una cadena que le apresaba las muñecas, dejándolas levantadas por la tensión, y que en el medio de esta se anclaba en algún punto alto de la pared.
—Se llama Kageyama Koko —pese a que la estaba mirando con sus ojos color avellana, estaba claro que no se dirigía a ella. Si Koko torcía la cabeza hacia su izquierda, podría distinguir, tras las rejas, una silueta oscura. Estaba de espaldas y con la capucha puesta, así que no pudo ver su rostro—. No parece que sepan de ningún aliado cercano. Si el Uchiha es como la kunoichi piensa, probablemente haya huido.
—Si Kuma no lo ha matado —Su voz apenas era un murmullo, y sonaba a rota, como si padeciese de algún problema respiratorio.
—Si Kuma no lo ha matado —coincidió, desviando la mirada hacia él. Koko se dio cuenta que llevaba una bandana colgando del cuello. Una bandana con el símbolo de Uzushiogakure no Sato rayado—. Por lo que pude sacar de los recuerdos de Kondoru, todavía se estaban pegando cuando sacó volando a la cría y a Katame.
—Katame…
—Debería vivir —respondió, como si le hubiese leído el pensamiento.
—Entonces no me necesitas. Ocúpate de todo.
—Pero, Zaide…
—¡Que te ocupes de todo! —rugió, invadido por una repentina furia. De pronto, sufrió un ataque de tos que le hizo doblarse en dos. Sus pulmones parecían desgarrarse por cada vez que tosía, y las gotitas de sangre que expulsaba en cada convulsión terminaron por convertirse en un pequeño charco sanguinolento.
La mujer se tapó la boca con la mano e hizo un gesto de ir a ayudarle. Luego, a medio camino, se reprimió.
Cuando la tos cesó, la figura oscura volvió a erguirse, con visible esfuerzo. Hizo un ademán con la mano, como si se despidiese, y desapareció de la vista de ambas. La mujer se quedó un rato callada, y luego volvió a fijar su vista en Koko, como si estuviese decidiendo qué hacer con ella.
—No eres muy habladora, ¿verdad?
Sus ojos oscuros se clavaron en los de ella. Unos ojos negros como el carbón, pero que le faltaban algo. Carecían de ese brillo anaranjado y zorruno que tanto caracterizaba a Datsue. Por no hablar de su cabello, también negro como un Uchiha de pura sangre. Pero, ¿acaso él lo era? ¿O, más bien, un sangre sucia, como dirían los más puristas de su clan? Porque, ahora que Koko recordaba, Datsue siempre lo había tenido castaño claro.
Por no hablar que todavía no había soltado ninguna fantasmada desde que se había despertado, lo cual, para ser él, también era extraño…
—Desde luego que no lo eres —respondió por ella.
El cielo, de un extraño color morado, empezó a caer, a desplomarse, como si en realidad se tratase de una bóveda física y tangible. El suelo se movió, como la cubierta de un barco bajo tormenta, y la Kageyama cayó de culo. El mundo a su alrededor empezó a dar vueltas y más vueltas a una velocidad vertiginosa. Se sintió mareada. Tuvo ganas de vomitar. Y de pronto…
… abrió los ojos.
Estaba sentada, en un habitáculo pequeño y oscuro. Tres paredes de roca escarpada la rodeaban, mas la cuarta estaba compuesta de rejas. Estaba completamente vacía, salvo por la humedad, Koko misma y… ella. Una mujer que la contemplaba con el ceño fruncido, acuclillada frente a ella.
Fue entonces cuando Koko se dio cuenta que tenía las manos esposadas. Una cadena que le apresaba las muñecas, dejándolas levantadas por la tensión, y que en el medio de esta se anclaba en algún punto alto de la pared.
—Se llama Kageyama Koko —pese a que la estaba mirando con sus ojos color avellana, estaba claro que no se dirigía a ella. Si Koko torcía la cabeza hacia su izquierda, podría distinguir, tras las rejas, una silueta oscura. Estaba de espaldas y con la capucha puesta, así que no pudo ver su rostro—. No parece que sepan de ningún aliado cercano. Si el Uchiha es como la kunoichi piensa, probablemente haya huido.
—Si Kuma no lo ha matado —Su voz apenas era un murmullo, y sonaba a rota, como si padeciese de algún problema respiratorio.
—Si Kuma no lo ha matado —coincidió, desviando la mirada hacia él. Koko se dio cuenta que llevaba una bandana colgando del cuello. Una bandana con el símbolo de Uzushiogakure no Sato rayado—. Por lo que pude sacar de los recuerdos de Kondoru, todavía se estaban pegando cuando sacó volando a la cría y a Katame.
—Katame…
—Debería vivir —respondió, como si le hubiese leído el pensamiento.
—Entonces no me necesitas. Ocúpate de todo.
—Pero, Zaide…
—¡Que te ocupes de todo! —rugió, invadido por una repentina furia. De pronto, sufrió un ataque de tos que le hizo doblarse en dos. Sus pulmones parecían desgarrarse por cada vez que tosía, y las gotitas de sangre que expulsaba en cada convulsión terminaron por convertirse en un pequeño charco sanguinolento.
La mujer se tapó la boca con la mano e hizo un gesto de ir a ayudarle. Luego, a medio camino, se reprimió.
Cuando la tos cesó, la figura oscura volvió a erguirse, con visible esfuerzo. Hizo un ademán con la mano, como si se despidiese, y desapareció de la vista de ambas. La mujer se quedó un rato callada, y luego volvió a fijar su vista en Koko, como si estuviese decidiendo qué hacer con ella.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado