26/12/2017, 01:30
Akame soltó una carcajada seca y perruna ante las palabras de su pariente. Sí, estaba claro que quienes fueran los que habían construído aquel templo ancestral estaban bastante en desacuerdo con que nadie accediese a sus verdaderos intestinos. A cada paso podía haber una nueva trampa esperándoles, y lo peor era que no había forma de saberlo a priori. A diferencia de los métodos que usaban los ninjas, la mayoría basados en el chakra y que por tanto eran fáciles de identificar con el Sharingan, aquellas defensas eran tan rudimentarias como efectivas.
«Me queda chakra para rato, pero esto será altamente ineficiente...»
El Uchiha meditó durante unos instantes tratando de valorar las posibles alternativas, pero finalmente tuvo que darle la razón a Ralexion.
—Katon, Haijinbunshin no Jutsu —dijo, tras formar de nuevo el sello del Tigre.
Otra copia exacta de sí mismo se formo frente a ambos genin, en el pasillo. El Clon de Cenizas avanzó con paso cauto, examinando sus alrededores. Pasó por encima de las flechas que ahora estaban desperdigadas por el suelo o clavadas en la pared contraria, donde su precedesor había perecido. Avanzó un poco más y...
Clic.
—Joder —masculló Akame cuando vió, a mitad del pasillo, cómo el suelo cedía bajo los pies de su copia y esta caía sin remedio.
Luego hubo unos segundos de silencio, y finalmente otra deflagración que iluminó el hueco que ahora había en el suelo del pasillo, parecido al primero que encontrasen nada más entrar en el Templo.
—Allá vamos otra vez...
Akame entrelazó de nuevo sus manos y otra copia fue creada. Con idéntico propósito a las anteriores, recorrió el pasillo hasta encontrarse con la siguiente trampa; esta vez el suelo bajo sus pies cedió para revelar una trampilla por la que el clon resbaló hasta acabar cayendo en el foso anterior —a juzgar por el estallido de fuego y el resplandor de las llamas que fueron visibles desde la posición de los genin—.
Un último clon fue el encargado de dar vía libre a los muchachos. Recorrió el pasillo de un extremo a otro, sorteando las trampas ya activadas, y dio el visto bueno desde el otro lado.
—Parece que está limpio —reafirmó Akame antes de echar a andar pasillo adelante, aun sin querer confiarse.
Al final del túnel les esperaba un rellano y luego una larga sucesión de escaleras que bajaban para adentrarse todavía más en la tierra. Desembocarían en una enorme sala de base pentagonal —idéntica a la de más arriba—, con un foso repleto de agua al fondo y una pequeña plataforma con un altar tras él.
«Me queda chakra para rato, pero esto será altamente ineficiente...»
El Uchiha meditó durante unos instantes tratando de valorar las posibles alternativas, pero finalmente tuvo que darle la razón a Ralexion.
—Katon, Haijinbunshin no Jutsu —dijo, tras formar de nuevo el sello del Tigre.
Otra copia exacta de sí mismo se formo frente a ambos genin, en el pasillo. El Clon de Cenizas avanzó con paso cauto, examinando sus alrededores. Pasó por encima de las flechas que ahora estaban desperdigadas por el suelo o clavadas en la pared contraria, donde su precedesor había perecido. Avanzó un poco más y...
Clic.
—Joder —masculló Akame cuando vió, a mitad del pasillo, cómo el suelo cedía bajo los pies de su copia y esta caía sin remedio.
Luego hubo unos segundos de silencio, y finalmente otra deflagración que iluminó el hueco que ahora había en el suelo del pasillo, parecido al primero que encontrasen nada más entrar en el Templo.
—Allá vamos otra vez...
Akame entrelazó de nuevo sus manos y otra copia fue creada. Con idéntico propósito a las anteriores, recorrió el pasillo hasta encontrarse con la siguiente trampa; esta vez el suelo bajo sus pies cedió para revelar una trampilla por la que el clon resbaló hasta acabar cayendo en el foso anterior —a juzgar por el estallido de fuego y el resplandor de las llamas que fueron visibles desde la posición de los genin—.
Un último clon fue el encargado de dar vía libre a los muchachos. Recorrió el pasillo de un extremo a otro, sorteando las trampas ya activadas, y dio el visto bueno desde el otro lado.
—Parece que está limpio —reafirmó Akame antes de echar a andar pasillo adelante, aun sin querer confiarse.
Al final del túnel les esperaba un rellano y luego una larga sucesión de escaleras que bajaban para adentrarse todavía más en la tierra. Desembocarían en una enorme sala de base pentagonal —idéntica a la de más arriba—, con un foso repleto de agua al fondo y una pequeña plataforma con un altar tras él.