26/12/2017, 22:56
Kuma no emitió ningún sonido y no parecía nada feliz de encontrarse con la rubia en esas condiciones, pero por suerte —o desgracia— para la kunoichi, Yume volvió a aparecer, regañando al hombretón, cosa que duró bastante rato a decir verdad. «Se ve que Yume es bastante fuerte como para que pueda gritarle así al gorila »pensaba la rubia que no sabía si alegrarse o sentirse más intimidada aún.
Lamentablemente, el silencio no duró mucho más y al final la pecosa se quedó a solas con Kuma. Quien se ajustó el pantalón dando una falsa sensación de seguridad para la rubia que supuso que se estaba preparando para irse.
No fue así, el grandote abrió la celda, tiró la antorcha y la analizó de una manera que la hizo sentir como si la estuviesen quemando con alguna especie de rayo que iba pasándole por encima de la piel.
Justo después de terminar el análisis, el bandido posó una mano sobre la rubia quien ya estaba a punto de entrar en pánico. La silenció, la mano estaba sobre la boca de la chica y no podía siquiera mover los labios por la presión. Pero muy vagamente pudo ver a dónde se llevaba la otra mano y… no era nada de su agrado.
La Kageyama, completamente desesperada comenzó a retorcerse, intentó por todos los medios posibles quitarse la mano del contrario de la cara e incluso ponerse en pie mientras tanto, ignorando el daño que se estaba llevando en las muñecas por culpa de las esposas.
Lamentablemente, el silencio no duró mucho más y al final la pecosa se quedó a solas con Kuma. Quien se ajustó el pantalón dando una falsa sensación de seguridad para la rubia que supuso que se estaba preparando para irse.
No fue así, el grandote abrió la celda, tiró la antorcha y la analizó de una manera que la hizo sentir como si la estuviesen quemando con alguna especie de rayo que iba pasándole por encima de la piel.
Justo después de terminar el análisis, el bandido posó una mano sobre la rubia quien ya estaba a punto de entrar en pánico. La silenció, la mano estaba sobre la boca de la chica y no podía siquiera mover los labios por la presión. Pero muy vagamente pudo ver a dónde se llevaba la otra mano y… no era nada de su agrado.
La Kageyama, completamente desesperada comenzó a retorcerse, intentó por todos los medios posibles quitarse la mano del contrario de la cara e incluso ponerse en pie mientras tanto, ignorando el daño que se estaba llevando en las muñecas por culpa de las esposas.