27/12/2017, 02:25
Kuma se quedó en silencio por unos instantes. Un silencio incómodo y siniestro, en el que no dijo absolutamente nada... hasta que se le ocurrió algo.
—Pues le doy por de…
¡Bam!
—¡Me tienes hasta el coño ya! —Yume acababa de pegar un tremendo puñetazo contra la pared, generando un cráter en la roca de semejante fuerza—. ¿Tienes los huevos hinchados? ¡Pues te la sacudes! ¡Más tengo yo los ovarios de aguantaros! —exclamó, hecha una furia—. He dicho que no, y es que no.
Kuma retrocedió un paso. Luego, se lo pensó mejor, y se irguió cuan grande era.
—No eres tú quien da órdenes aquí.
Con un simple paso, Yume recortó la distancia que los separaba. El hecho de que ella no fuese muy alta y él un armatoste de dos metros de altura provocó que casi tuviese que doblar el cuello en noventa grados para poder mantenerle la mirada.
Con voz uniforme y suave, como el filo de un kunai, preguntó:
—¿De verdad ella te merece tanto la pena como para ganarte un problema conmigo, Kuma?
Era curioso el efecto que unas palabras, bien escogidas, podía tener en los demás. Y si esas mismas palabras eran pronunciadas por la persona adecuada, entonces podía incluso lograr que un gigante como Kuma pareciese un niño pequeño al lado de su madre. Su cuerpo se había encogido, encorvado, y aunque no había dicho nada, Yume supo que ya lo tenía.
—Eso pensaba. Mañana a primera hora quiero que te pongas a empaquetar todas las armas que podamos llevarnos. Yo iré personalmente a buscar al crío, a ver si tenemos un jodido golpe de suerte por una vez y doy con su rastro. ¿Dónde coño lo perdiste? El clon que mandé antes vio vuestras huellas desaparecer en el río.
Kuma se aclaró la garganta.
—Lo perdí río abajo… hacia el Sur. Me entretuvo con un clon y se escapó con el sunshin. Traté de seguirlo, pero… el cabrón es rápido.
Yume suspiró. No parecía muy contenta con las excusas.
—Ve a dormir, Kuma —se hizo a un lado para dejarle pasar—. O a meneártela. O a lo que te salga de la polla. Pero largo de aquí.
Kuma se tomó unos breves segundos, como si todavía tuviese esperanzas de encontrar alguna razón por la que poder quedarse, pero finalmente, rendido, obedeció, tomando la antorcha y saliendo por la puerta.
—Y como se te ocurra volver en lo que queda de noche —añadió Yume, en voz alta, cuando ya se oían los pasos de Kuma bastante lejos—, ¡lo sabré!
Segundos más tarde, se oyó una puerta al cerrarse, tragándose la poca luz que quedaba. Koko oyó unas palmadas contra algo, y de pronto, la luz de una linterna le cegó por unos instantes. Luego, la linterna apuntó hacia un lado. Yume la contemplaba con expresión ceñuda. En seguida suspiró. Ya no quedaba rastro de la mujer que acababa de ver, dura como el hierro y con el temperamento de un rayo. Ahora, Koko solo veía a una mujer cansada y con dudas.
—Pues le doy por de…
¡Bam!
—¡Me tienes hasta el coño ya! —Yume acababa de pegar un tremendo puñetazo contra la pared, generando un cráter en la roca de semejante fuerza—. ¿Tienes los huevos hinchados? ¡Pues te la sacudes! ¡Más tengo yo los ovarios de aguantaros! —exclamó, hecha una furia—. He dicho que no, y es que no.
Kuma retrocedió un paso. Luego, se lo pensó mejor, y se irguió cuan grande era.
—No eres tú quien da órdenes aquí.
Con un simple paso, Yume recortó la distancia que los separaba. El hecho de que ella no fuese muy alta y él un armatoste de dos metros de altura provocó que casi tuviese que doblar el cuello en noventa grados para poder mantenerle la mirada.
Con voz uniforme y suave, como el filo de un kunai, preguntó:
—¿De verdad ella te merece tanto la pena como para ganarte un problema conmigo, Kuma?
Era curioso el efecto que unas palabras, bien escogidas, podía tener en los demás. Y si esas mismas palabras eran pronunciadas por la persona adecuada, entonces podía incluso lograr que un gigante como Kuma pareciese un niño pequeño al lado de su madre. Su cuerpo se había encogido, encorvado, y aunque no había dicho nada, Yume supo que ya lo tenía.
—Eso pensaba. Mañana a primera hora quiero que te pongas a empaquetar todas las armas que podamos llevarnos. Yo iré personalmente a buscar al crío, a ver si tenemos un jodido golpe de suerte por una vez y doy con su rastro. ¿Dónde coño lo perdiste? El clon que mandé antes vio vuestras huellas desaparecer en el río.
Kuma se aclaró la garganta.
—Lo perdí río abajo… hacia el Sur. Me entretuvo con un clon y se escapó con el sunshin. Traté de seguirlo, pero… el cabrón es rápido.
Yume suspiró. No parecía muy contenta con las excusas.
—Ve a dormir, Kuma —se hizo a un lado para dejarle pasar—. O a meneártela. O a lo que te salga de la polla. Pero largo de aquí.
Kuma se tomó unos breves segundos, como si todavía tuviese esperanzas de encontrar alguna razón por la que poder quedarse, pero finalmente, rendido, obedeció, tomando la antorcha y saliendo por la puerta.
—Y como se te ocurra volver en lo que queda de noche —añadió Yume, en voz alta, cuando ya se oían los pasos de Kuma bastante lejos—, ¡lo sabré!
Segundos más tarde, se oyó una puerta al cerrarse, tragándose la poca luz que quedaba. Koko oyó unas palmadas contra algo, y de pronto, la luz de una linterna le cegó por unos instantes. Luego, la linterna apuntó hacia un lado. Yume la contemplaba con expresión ceñuda. En seguida suspiró. Ya no quedaba rastro de la mujer que acababa de ver, dura como el hierro y con el temperamento de un rayo. Ahora, Koko solo veía a una mujer cansada y con dudas.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado