27/12/2017, 19:36
Koko tenía la piel de gallina. La temperatura no era exageradamente baja, pero la humedad aumentaba esa sensación de frío. Tenía hambre, mucha hambre, y le dolían las muñecas y el cuerpo tras pasarse toda una noche en aquella mala postura. Sin embargo, todo aquello quedó en un segundo plano cuando oyó nuevos pasos. Alguien bajando, acercándose. Tap, tap, tap. Cuatro, cinco, seis, siete…
… y la enorme figura surgió tras los barrotes. Koko la conocía muy bien, y, si tenía mala suerte, estaba a punto de conocerla todavía mejor. Pero la kunoichi, pese a estar en una situación de lo más precaria, había tenido sus golpes de fortuna. O, más bien, había tenido a Yume como ángel de la guarda. En dos ocasiones había acudido al rescate, y pese a que aquella vez no estaba de forma física, sí estaba de forma espiritual, porque cuando la manaza de aquel gorila se posó en la puerta, esta no se abrió.
—¿Qué cojones…? —murmuró Kuma, sacudiendo inútilmente la puerta.
Miró a su derecha, y se mantuvo con la mirada concentrada en algún punto lejano. Pasados unos segundos, se llevó la mano a la entrepierna, bajo los pantalones, y pareció sacarse algo. Luego se agachó junto a la cerradura, y Koko oyó un sonido metálico. Clic, clic… ¡clac!
La puerta se abrió, y con ella, la última esperanza de Koko.
Distinguió la sonrisa triunfante de Kuma. Su ojeada rápida al otro lado de la celda para comprobar que, esta vez sí, nadie le interrumpiría la cita. Sus pasos le acercaron hasta ella. Su mano, de nuevo a la boca de la kunoichi para impedirla gritar. Y, aunque lo hiciese, ¿qué conseguiría con ello? Su salvadora —a la vez que raptora— se encontraba fuera, rastreando a Datsue por lo que había podido oír el día anterior.
Ya no le quedaba nadie… Salvo, de nuevo, el espíritu de Yume. Un espíritu reencarnado en forma de píldora roja.
… y la enorme figura surgió tras los barrotes. Koko la conocía muy bien, y, si tenía mala suerte, estaba a punto de conocerla todavía mejor. Pero la kunoichi, pese a estar en una situación de lo más precaria, había tenido sus golpes de fortuna. O, más bien, había tenido a Yume como ángel de la guarda. En dos ocasiones había acudido al rescate, y pese a que aquella vez no estaba de forma física, sí estaba de forma espiritual, porque cuando la manaza de aquel gorila se posó en la puerta, esta no se abrió.
—¿Qué cojones…? —murmuró Kuma, sacudiendo inútilmente la puerta.
Miró a su derecha, y se mantuvo con la mirada concentrada en algún punto lejano. Pasados unos segundos, se llevó la mano a la entrepierna, bajo los pantalones, y pareció sacarse algo. Luego se agachó junto a la cerradura, y Koko oyó un sonido metálico. Clic, clic… ¡clac!
La puerta se abrió, y con ella, la última esperanza de Koko.
Distinguió la sonrisa triunfante de Kuma. Su ojeada rápida al otro lado de la celda para comprobar que, esta vez sí, nadie le interrumpiría la cita. Sus pasos le acercaron hasta ella. Su mano, de nuevo a la boca de la kunoichi para impedirla gritar. Y, aunque lo hiciese, ¿qué conseguiría con ello? Su salvadora —a la vez que raptora— se encontraba fuera, rastreando a Datsue por lo que había podido oír el día anterior.
Ya no le quedaba nadie… Salvo, de nuevo, el espíritu de Yume. Un espíritu reencarnado en forma de píldora roja.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado