27/12/2017, 20:57
El kusajin suspiró. Lo que el rey quería, el rey tendría.
Pensó en preguntar sobre el supuesto plan que tenía entre manos el otro, pero se detuvo a sí mismo. Akame ya parecía bastante irritado y no tenía ni la más mínima intención de producir una reyerta verbal en un lugar así. Al fin y al cabo, los dos estaban indudablemente tensos, abriéndose paso en territorio desconocido además de peligroso. Los sentimientos estaban a flor de piel y podían perder el control de la situación con facilidad.
—No, crea otra canica de fuego y mantenla cerca de mí —respondió.
Aguardó a que el de Uzu cumpliera con su petición, a lo que deshizo el camino andado. Al terminar el ascenso de vuelta al angosto corredor, Ralexion lo atravesó agachado, con buen ritmo, pero todavía atento a los huecos en el suelo. Ya frente al foso con las estacas, el genin se pegó a la pared y descendió hasta las entrañas de la maloliente fosa común.
Se puso manos a la obra, o manos a la calavera, siendo más exactos. Con sumo cuidado de no caer y terminar empalado como todos los demás —de una forma especialmente estúpida, cabe añadir— recogió un trío de cráneos, los cuales se encontraban llenos de polvo y resultaban ligeramente desagradables al tacto. «Espero que no les importe a sus antiguos dueños...», reflexionó el muchacho mientras observaba la dantesca estampa que portaba consigo.
Irrumpió de vuelta en la sala, bajando las escaleras con la mayor presteza que pudo. Se aseguró de no ejercer demasiada presión sobre las calaveras ni dejarlas caer, por miedo a que se partiesen. No sabía cómo de frágiles podían estar los huesos tras un tiempo indefinido a la interperie.
—Sus calaveras, señor —indicó el Uchiha con tono jocoso, tendiéndoselas a Akame.
Pensó en preguntar sobre el supuesto plan que tenía entre manos el otro, pero se detuvo a sí mismo. Akame ya parecía bastante irritado y no tenía ni la más mínima intención de producir una reyerta verbal en un lugar así. Al fin y al cabo, los dos estaban indudablemente tensos, abriéndose paso en territorio desconocido además de peligroso. Los sentimientos estaban a flor de piel y podían perder el control de la situación con facilidad.
—No, crea otra canica de fuego y mantenla cerca de mí —respondió.
Aguardó a que el de Uzu cumpliera con su petición, a lo que deshizo el camino andado. Al terminar el ascenso de vuelta al angosto corredor, Ralexion lo atravesó agachado, con buen ritmo, pero todavía atento a los huecos en el suelo. Ya frente al foso con las estacas, el genin se pegó a la pared y descendió hasta las entrañas de la maloliente fosa común.
Se puso manos a la obra, o manos a la calavera, siendo más exactos. Con sumo cuidado de no caer y terminar empalado como todos los demás —de una forma especialmente estúpida, cabe añadir— recogió un trío de cráneos, los cuales se encontraban llenos de polvo y resultaban ligeramente desagradables al tacto. «Espero que no les importe a sus antiguos dueños...», reflexionó el muchacho mientras observaba la dantesca estampa que portaba consigo.
Irrumpió de vuelta en la sala, bajando las escaleras con la mayor presteza que pudo. Se aseguró de no ejercer demasiada presión sobre las calaveras ni dejarlas caer, por miedo a que se partiesen. No sabía cómo de frágiles podían estar los huesos tras un tiempo indefinido a la interperie.
—Sus calaveras, señor —indicó el Uchiha con tono jocoso, tendiéndoselas a Akame.