28/12/2017, 03:38
Datsue llegó hasta las entrañas de la cerradura, penetrando sus defensas como una uzureña haría con el corazón blindado de un kusareño. Una vez dentro, el resto fue coser y cantar. Solo tenía que tocar los puntos adecuados y la cerradura se abriría a su antojo. Clic, clic, ¡clac! Ya era suya. Haría lo que quisiese para él, como un kusareño enamorado.
—Solo una más —dijo Datsue, abandonando la primera cerradura para irse con la gemela. Sin confiarse, trabajó la cerradura con una concentración inaudita en él, mientras sentía como una gota de sudor resbalaba por su frente. ¡Clac! «¡Sí, joder, sí!»—. Hora de irnos, Koko.
Ko… ¿Koko?
Fue entonces cuando se dio cuenta. Koko, que pese a haberle abierto las cerraduras seguía esposada —aunque ahora las esposas se podían aflojar fácilmente para liberarse—, estaba en una especie de trance. Tenía los ojos semiabiertos, pero con la mirada perdida, moribunda.
—Koko —murmuró, dándole una pequeña bofetada para que espabilase. Nada. «Jodeeer… Joder, joder, joder, joder».
Aquello ya era demasiado para él. Había vuelto. Había vuelto por ella. Perfectamente podía haber regresado a la Villa, decir lo que había pasado y conducir a un escuadrón jōnin con su brújula de rastreo. Pero no, por una vez, se había disfrazado de héroe. Quizá porque temía más la ira de Akame que la de esos cabrones muertos de hambre, pero lo había hecho. Se había hecho pasar por Kuma. Se había metido en la boca del mismísimo lobo. Había dormido junto al enemigo. Había aplacado cada idea de escapar y no mirar atrás con una determinación… sí, quizá frágil, pero la suficiente como para no hacerlo. No sabía si lo hacía por ella, por él mismo, por su Hermano, o porque, sencillamente, ya estaba cansado de ser siempre él el que huía.
Pero había llegado a su límite. No entendía qué le estaba pasando a Koko, pero sabía que si tenía que cargar con ella no llegarían muy lejos. Podía quedarse y seguir con la farsa, ¿pero hasta cuando seguiría colando? La información que le había sonsacado a Kuma, pese a serle de lo más valiosa, era inútil en cualquier conversación larga que tuviese que tener con cualquiera de los tres. No, tenía que ser realista: quedarse era lo mismo que suicidarse.
Apretó los puños. Había llegado tan lejos…
Entonces se le paró el corazón. Una de las puertas de las habitaciones de arriba se había abierto.
—Solo una más —dijo Datsue, abandonando la primera cerradura para irse con la gemela. Sin confiarse, trabajó la cerradura con una concentración inaudita en él, mientras sentía como una gota de sudor resbalaba por su frente. ¡Clac! «¡Sí, joder, sí!»—. Hora de irnos, Koko.
Ko… ¿Koko?
Fue entonces cuando se dio cuenta. Koko, que pese a haberle abierto las cerraduras seguía esposada —aunque ahora las esposas se podían aflojar fácilmente para liberarse—, estaba en una especie de trance. Tenía los ojos semiabiertos, pero con la mirada perdida, moribunda.
—Koko —murmuró, dándole una pequeña bofetada para que espabilase. Nada. «Jodeeer… Joder, joder, joder, joder».
Aquello ya era demasiado para él. Había vuelto. Había vuelto por ella. Perfectamente podía haber regresado a la Villa, decir lo que había pasado y conducir a un escuadrón jōnin con su brújula de rastreo. Pero no, por una vez, se había disfrazado de héroe. Quizá porque temía más la ira de Akame que la de esos cabrones muertos de hambre, pero lo había hecho. Se había hecho pasar por Kuma. Se había metido en la boca del mismísimo lobo. Había dormido junto al enemigo. Había aplacado cada idea de escapar y no mirar atrás con una determinación… sí, quizá frágil, pero la suficiente como para no hacerlo. No sabía si lo hacía por ella, por él mismo, por su Hermano, o porque, sencillamente, ya estaba cansado de ser siempre él el que huía.
Pero había llegado a su límite. No entendía qué le estaba pasando a Koko, pero sabía que si tenía que cargar con ella no llegarían muy lejos. Podía quedarse y seguir con la farsa, ¿pero hasta cuando seguiría colando? La información que le había sonsacado a Kuma, pese a serle de lo más valiosa, era inútil en cualquier conversación larga que tuviese que tener con cualquiera de los tres. No, tenía que ser realista: quedarse era lo mismo que suicidarse.
Apretó los puños. Había llegado tan lejos…
Entonces se le paró el corazón. Una de las puertas de las habitaciones de arriba se había abierto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado