28/12/2017, 04:05
«¿Clac? Sí, clac, ¿qué significa ”clac”? »pensaba la kunoichi, cuya mente se estaba alejando más y más de la realidad, dejando atrás el cuerpo de lo que parecía ser una moribunda joven dentro de una celda de algún lugar desconocido para ella.
Pero algo le hablaba, algo la estaba llamando, ¿o alguien? Es una voz conocida, y el bofetón… definitivamente le dio de lleno, incluso la mejilla se le enrojeció casi al instante pero seguía sin sentir el dolor. ¿Qué estaba pasando?
—Yume-saaan… —murmuró antes de finalmente cerrar los ojos.
Pensó por un momento en preguntarle a la mujer por la píldora que le había dejado, pero ella no estaba allí, solo la podía escuchar Datsue, el chico por el que básicamente se había sacrificado. Pero… se supone que ese shinobi solo huye, se preocupa pura y exclusivamente por sí mismo, es imposible que esté ahora mismo a un lado de la rubia.
—Imposss… —una prolongación algo exagerada de la ese solo dejaba en claro que Koko estaba ida—. Ible… —prosiguió, antes de verse incapaz de mantener los ojos relativamente abiertos.
Ahora sí, definitivamente no iba a escuchar nada a su alrededor, tampoco a sentir si la bofetada le dio y ni se enteró. Así que… bueno, Yume definitivamente sabe cómo dormir a la gente, porque era eso, ¿verdad? Se estaba durmiendo y ya, ¿no?
Resulta ser que aquello era apenas el inicio de una gran aventura que cualquiera pensaría era imposible, pero allí estaba la Kageyama, montada en un dragón verde junto con otras personas más jamás había visto en su vida.
—¿Qué carajo? —murmuró mientras miraba a su alrededor.
Nubes y más nubes, lo único que alcanzaba a ver mientras la majestuosa criatura movía sus alas con gracia.
—¿Ya despertaste? —comentó una chica de cabellos negros, pero de pestañas blancas—. ¡Por un momento pensé en tirarte!
Aquella joven estaba literalmente detrás de Koko, ¿haciendo? Básicamente era lo único que la mantenía sobre la criatura, de lo contrario, seguramente ya se habría caído.
—¿Katsumi? —preguntó incrédula, tratando de moverse pero algo se lo impedía, las manos de la mencionada la mantenían inmóvil—. ¿Qué es todo esto?
Algo no cuadraba, y seguramente tenga que ver con el bicho en el que estaba sentada, pero por algún motivo casi que lo sentía natural…
—¿¡Es que ya ni te acuerdas!? ¡Vamos a cargarnos el puto árbol sagrado! —afirmó una Katsumi bastante molesta—. ¡Recuerda! ¡Salió ese mastodonte del árbol diciendo algo de un poder con el que se lo iba a cargar todo!
Pero no, a pesar de las explicaciones de su no tan querida hermana, la Kageyama no entendía nada, ni siquiera el por qué llegaba una armadura samurái y una katana de filo negro cuando ella se supone es una kunoichi. Y la katana que realmente lleva es más pequeña y de un color más normal.
Aunque lo más extraño de todo seguramente sea la indumentaria de la chica detrás suyo, que usualmente viste negro y rojo pero esta vez iba con una larga túnica blanca con detalles en rojo justo en los bordes de las mangas y de la gran capucha que tenía echada sobre la cabeza… Algo iba muy mal…
Ah pero mientras la Kageyama intentaba entender algo el dragón atravesó una nube y desde su nueva posición se podían ver perfectamente otros cuatro dragones, de escamas teñidas de colores diferentes pero sobre cada uno de ellos habían al menos dos personas montadas, todas siluetas que hubiese reconocido de no ser por los yelmos y sombreros extravagantes que estaban usando.
—Mierda…
Pero algo le hablaba, algo la estaba llamando, ¿o alguien? Es una voz conocida, y el bofetón… definitivamente le dio de lleno, incluso la mejilla se le enrojeció casi al instante pero seguía sin sentir el dolor. ¿Qué estaba pasando?
—Yume-saaan… —murmuró antes de finalmente cerrar los ojos.
Pensó por un momento en preguntarle a la mujer por la píldora que le había dejado, pero ella no estaba allí, solo la podía escuchar Datsue, el chico por el que básicamente se había sacrificado. Pero… se supone que ese shinobi solo huye, se preocupa pura y exclusivamente por sí mismo, es imposible que esté ahora mismo a un lado de la rubia.
—Imposss… —una prolongación algo exagerada de la ese solo dejaba en claro que Koko estaba ida—. Ible… —prosiguió, antes de verse incapaz de mantener los ojos relativamente abiertos.
Ahora sí, definitivamente no iba a escuchar nada a su alrededor, tampoco a sentir si la bofetada le dio y ni se enteró. Así que… bueno, Yume definitivamente sabe cómo dormir a la gente, porque era eso, ¿verdad? Se estaba durmiendo y ya, ¿no?
Resulta ser que aquello era apenas el inicio de una gran aventura que cualquiera pensaría era imposible, pero allí estaba la Kageyama, montada en un dragón verde junto con otras personas más jamás había visto en su vida.
—¿Qué carajo? —murmuró mientras miraba a su alrededor.
Nubes y más nubes, lo único que alcanzaba a ver mientras la majestuosa criatura movía sus alas con gracia.
—¿Ya despertaste? —comentó una chica de cabellos negros, pero de pestañas blancas—. ¡Por un momento pensé en tirarte!
Aquella joven estaba literalmente detrás de Koko, ¿haciendo? Básicamente era lo único que la mantenía sobre la criatura, de lo contrario, seguramente ya se habría caído.
—¿Katsumi? —preguntó incrédula, tratando de moverse pero algo se lo impedía, las manos de la mencionada la mantenían inmóvil—. ¿Qué es todo esto?
Algo no cuadraba, y seguramente tenga que ver con el bicho en el que estaba sentada, pero por algún motivo casi que lo sentía natural…
—¿¡Es que ya ni te acuerdas!? ¡Vamos a cargarnos el puto árbol sagrado! —afirmó una Katsumi bastante molesta—. ¡Recuerda! ¡Salió ese mastodonte del árbol diciendo algo de un poder con el que se lo iba a cargar todo!
Pero no, a pesar de las explicaciones de su no tan querida hermana, la Kageyama no entendía nada, ni siquiera el por qué llegaba una armadura samurái y una katana de filo negro cuando ella se supone es una kunoichi. Y la katana que realmente lleva es más pequeña y de un color más normal.
Aunque lo más extraño de todo seguramente sea la indumentaria de la chica detrás suyo, que usualmente viste negro y rojo pero esta vez iba con una larga túnica blanca con detalles en rojo justo en los bordes de las mangas y de la gran capucha que tenía echada sobre la cabeza… Algo iba muy mal…
Ah pero mientras la Kageyama intentaba entender algo el dragón atravesó una nube y desde su nueva posición se podían ver perfectamente otros cuatro dragones, de escamas teñidas de colores diferentes pero sobre cada uno de ellos habían al menos dos personas montadas, todas siluetas que hubiese reconocido de no ser por los yelmos y sombreros extravagantes que estaban usando.
—Mierda…