28/12/2017, 05:39
Nadie tomó importancia mayor al ataque de histeria de Koko y siguieron su camino hasta el árbol sagrado, mucho más grande e imponente de lo que ella lo recordaba pero allí estaba, curiosamente, se veía algo vidrioso pero muy distinto al resto de las montañas.
Ella ya no entendía nada y no se esforzaría mucho por comprenderlo. Estaba haciéndose la idea de que era presa de algún genjutsu pero tristemente, no recordaba ningún método para zafarse de ellos, menos cuando es uno tan fuerte como ese en que no siente absolutamente nada, ni siquiera dolor tras recibir semejante golpe que casi la hace caer de cara al piso.
Fue entonces que el malo de la película apareció…
El viejo.
El mismo que había liderado al clan Sakamoto.
El que había escogido a nueve y desechado al resto.
¡Ese viejo!
Pero en paños menores hechos con lo que parecía ser piel de algún lobo. La cabeza del animal era un sombrero perfecto, pero si se suponía que debía verse intimidante había fallado por mucho.
—Bueno… —murmuró la Kageyama, sintiéndose excesivamente incómoda ante semejante manifestación.
Pero las cosas no terminaron allí, claro que no.
Los nueve hermanos desenfundaron armas, eran espadas, martillos, hachas, arcos, lanzas e incluso un harpa —todavía no entendía qué papel interpretaba Hideo— y muchas otras cosas más. Y cuando el combate parecía a punto de iniciar…
Todos los Sakamoto comenzaron a arrojar dinero, monedas de oro que iban como shurikens directamente hacia el vejestorio que poco pudo hacer contra semejante ataque.
—¡Está funcionando! —afirmó Goro, sumamente emocionado.
—¡Sigan! ¡Sigan! —insistía Yuna, quien llevaba un sombrero naranja con forma de cono.
Y no, Koko todavía no se lo creía, menos cuando el viejo gritó palabras incomprensibles y explotó dejando atrás infinidad de destellos como si se hubiese convertido en polvo estelar. Tras lo cual, claro, los valerosos guerreros comenzaron a festejar ante semejante victoria.
De no ser… porque detrás de todo eso salió una segunda silueta, esta vez parecía ser la de una enorme mujer que no parecía de muy buen humor…
—¿Mamá…?
Ella ya no entendía nada y no se esforzaría mucho por comprenderlo. Estaba haciéndose la idea de que era presa de algún genjutsu pero tristemente, no recordaba ningún método para zafarse de ellos, menos cuando es uno tan fuerte como ese en que no siente absolutamente nada, ni siquiera dolor tras recibir semejante golpe que casi la hace caer de cara al piso.
Fue entonces que el malo de la película apareció…
El viejo.
El mismo que había liderado al clan Sakamoto.
El que había escogido a nueve y desechado al resto.
¡Ese viejo!
Pero en paños menores hechos con lo que parecía ser piel de algún lobo. La cabeza del animal era un sombrero perfecto, pero si se suponía que debía verse intimidante había fallado por mucho.
—Bueno… —murmuró la Kageyama, sintiéndose excesivamente incómoda ante semejante manifestación.
Pero las cosas no terminaron allí, claro que no.
Los nueve hermanos desenfundaron armas, eran espadas, martillos, hachas, arcos, lanzas e incluso un harpa —todavía no entendía qué papel interpretaba Hideo— y muchas otras cosas más. Y cuando el combate parecía a punto de iniciar…
Todos los Sakamoto comenzaron a arrojar dinero, monedas de oro que iban como shurikens directamente hacia el vejestorio que poco pudo hacer contra semejante ataque.
—¡Está funcionando! —afirmó Goro, sumamente emocionado.
—¡Sigan! ¡Sigan! —insistía Yuna, quien llevaba un sombrero naranja con forma de cono.
Y no, Koko todavía no se lo creía, menos cuando el viejo gritó palabras incomprensibles y explotó dejando atrás infinidad de destellos como si se hubiese convertido en polvo estelar. Tras lo cual, claro, los valerosos guerreros comenzaron a festejar ante semejante victoria.
De no ser… porque detrás de todo eso salió una segunda silueta, esta vez parecía ser la de una enorme mujer que no parecía de muy buen humor…
—¿Mamá…?