28/12/2017, 21:35
(Última modificación: 28/12/2017, 21:56 por Uchiha Datsue.)
Bhom. Bhom... Clac. El sonido metálico del cinturón de Katame al estrellarse contra el suelo.
Bhom, bhom. Bhom, bhom... Shhhrrrr. El sonido de la cremallera bajando.
¡Bhom, bhom! ¡Bhom, bhom! ¡Bhom, bhom ¡Plaf! Una sonora bofetada, que Katame pudo dar con solo un movimiento de antebrazo gracias a que Koko estaba de rodillas en el suelo, sujetada todavía de las muñecas por las esposas.
—Vamos, despierta —pidió, con voz apremiante—. Así no tiene gracia.
¡BHOM, BHOM, BHOM! ¡BHOM, BHOM, BHOM! Creyó que Katame descubriría por el sonido frenético de su corazón, que martilleaba su oído como nunca antes lo había hecho. Katame tenía los brazos medio inutilizados. Estaba débil. No se lo esperaba. Tan solo tenía lanzarle un shuriken con sello explosivo a través de los barrotes. Esperar a que saliese en su búsqueda, y en el momento clave hacerlo detonar. Luego, rematarle y el trabajo estaría hecho.
«Pero Zaide lo oiría», pensó, demasiado tarde. Para su propia sorpresa, su mano ya había lanzado el shuriken con sello.
¡Pluf! El shuriken alcanzó un cinturón. «¿¡Qué cojones…!?» De pronto, Katame estaba a su izquierda, con la mirada extrañamente tranquila y una sonrisa en el rostro. Su mano… ¡Aquel cabrón podía hacer sellos a una mano!
—¡No…!
—¡Fūton: Kazenami no Jutsu!
Si hubiese reaccionado un segundo antes. Si hubiese visto aquellos sellos en la diestra con medio segundo de anticipación. Si hubiese tenido el sello del Carnero preparado de antemano solo por si acaso… Pero no, el mundo no funcionaba a base de síes, sino de hechos. Y el hecho fue que Datsue salió catapultado hacia atrás, como si le hubiesen dado un tremendo golpetazo con una maza gigantesca, de mala suerte que su nuca chocó contra la dura roca y la vista se le nubló.
Quiso levantarse. Quiso reaccionar, pero su cuerpo se negaba y el mundo a su alrededor se estaba apagando, diluyendo. Oyó una silueta borrosa acercarse. Una voz…
—Casi me la metes doblada, crío. —Su voz sonaba cada vez más distante, como un eco lejano—. Pero Kuma se emociona cuando lo hace. Ni tú hubieses reconocido a tu amiga de él habérselo hecho…
Quizá, si Koko hubiese logrado matar a Katame, ahora ella no se vería en aquella situación. Quizá, si no le hubiese herido, hubiese sido él quien fuese a buscar a Datsue montado en su buitre. Quizá, si no hubiese tomado la píldora roja, ahora que tenía las esposas sueltas hubiese podido defenderse. Pero no, la vida no estaba hecha de quizás, sino de crueldad. De brutalidad. De atrocidad. Si te despistabas un segundo, la vida te machacaba contra el fango y te lo hacía saber.
La píldora que Yume le había dado no fue su salvación, sino su perdición. No estaba inconsciente, pero tampoco tenía conciencia de lo que estaba pasando. Se encontraba en una especie de trance, con los ojos semiabiertos y la mirada perdida. Le veía, y no lo comprendía. Aunque una parte ínfima de su ser sí lo hacía. No sentía nada, y a su vez, algo en su interior se rompía. Y aquella voz…
… aquellos gemidos… Creyó que nunca podría quitárselos de la cabeza.
Le echaron un caldero de agua congelada a Koko en la cabeza.
Se despertó de golpe, aturdida y desorientada. Estaba empapada de pies a cabeza, y a la vez se sentía sucia, mal consigo misma, dolorida. Seguía en la misma posición que antes, pero notaba algo en las muñecas. Tenía las esposas flojas, mucho más sueltas. La sonrisa de Katame fue lo primero que vio. Su voz, lo primero que oyó.
Aquella voz…
—Tú y yo vamos a hacer un trato.
Katame se encontraba apoyando la espalda contra la pared contraria, a cinco metros de distancia. Había bastante más claridad que antes, tanto por la luz natural, como por la antorcha que había prendido, que colgaba en una pared.
—Y vas a poder salir si cumples tu parte.
No había rastro de Datsue. Ni de Kuma.
Bhom, bhom. Bhom, bhom... Shhhrrrr. El sonido de la cremallera bajando.
¡Bhom, bhom! ¡Bhom, bhom! ¡Bhom, bhom ¡Plaf! Una sonora bofetada, que Katame pudo dar con solo un movimiento de antebrazo gracias a que Koko estaba de rodillas en el suelo, sujetada todavía de las muñecas por las esposas.
—Vamos, despierta —pidió, con voz apremiante—. Así no tiene gracia.
¡BHOM, BHOM, BHOM! ¡BHOM, BHOM, BHOM! Creyó que Katame descubriría por el sonido frenético de su corazón, que martilleaba su oído como nunca antes lo había hecho. Katame tenía los brazos medio inutilizados. Estaba débil. No se lo esperaba. Tan solo tenía lanzarle un shuriken con sello explosivo a través de los barrotes. Esperar a que saliese en su búsqueda, y en el momento clave hacerlo detonar. Luego, rematarle y el trabajo estaría hecho.
«Pero Zaide lo oiría», pensó, demasiado tarde. Para su propia sorpresa, su mano ya había lanzado el shuriken con sello.
¡Pluf! El shuriken alcanzó un cinturón. «¿¡Qué cojones…!?» De pronto, Katame estaba a su izquierda, con la mirada extrañamente tranquila y una sonrisa en el rostro. Su mano… ¡Aquel cabrón podía hacer sellos a una mano!
—¡No…!
—¡Fūton: Kazenami no Jutsu!
Si hubiese reaccionado un segundo antes. Si hubiese visto aquellos sellos en la diestra con medio segundo de anticipación. Si hubiese tenido el sello del Carnero preparado de antemano solo por si acaso… Pero no, el mundo no funcionaba a base de síes, sino de hechos. Y el hecho fue que Datsue salió catapultado hacia atrás, como si le hubiesen dado un tremendo golpetazo con una maza gigantesca, de mala suerte que su nuca chocó contra la dura roca y la vista se le nubló.
Quiso levantarse. Quiso reaccionar, pero su cuerpo se negaba y el mundo a su alrededor se estaba apagando, diluyendo. Oyó una silueta borrosa acercarse. Una voz…
—Casi me la metes doblada, crío. —Su voz sonaba cada vez más distante, como un eco lejano—. Pero Kuma se emociona cuando lo hace. Ni tú hubieses reconocido a tu amiga de él habérselo hecho…
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Quizá, si Koko hubiese logrado matar a Katame, ahora ella no se vería en aquella situación. Quizá, si no le hubiese herido, hubiese sido él quien fuese a buscar a Datsue montado en su buitre. Quizá, si no hubiese tomado la píldora roja, ahora que tenía las esposas sueltas hubiese podido defenderse. Pero no, la vida no estaba hecha de quizás, sino de crueldad. De brutalidad. De atrocidad. Si te despistabas un segundo, la vida te machacaba contra el fango y te lo hacía saber.
La píldora que Yume le había dado no fue su salvación, sino su perdición. No estaba inconsciente, pero tampoco tenía conciencia de lo que estaba pasando. Se encontraba en una especie de trance, con los ojos semiabiertos y la mirada perdida. Le veía, y no lo comprendía. Aunque una parte ínfima de su ser sí lo hacía. No sentía nada, y a su vez, algo en su interior se rompía. Y aquella voz…
… aquellos gemidos… Creyó que nunca podría quitárselos de la cabeza.
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Le echaron un caldero de agua congelada a Koko en la cabeza.
Se despertó de golpe, aturdida y desorientada. Estaba empapada de pies a cabeza, y a la vez se sentía sucia, mal consigo misma, dolorida. Seguía en la misma posición que antes, pero notaba algo en las muñecas. Tenía las esposas flojas, mucho más sueltas. La sonrisa de Katame fue lo primero que vio. Su voz, lo primero que oyó.
Aquella voz…
—Tú y yo vamos a hacer un trato.
Katame se encontraba apoyando la espalda contra la pared contraria, a cinco metros de distancia. Había bastante más claridad que antes, tanto por la luz natural, como por la antorcha que había prendido, que colgaba en una pared.
—Y vas a poder salir si cumples tu parte.
No había rastro de Datsue. Ni de Kuma.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado