2/01/2018, 18:08
Su técnica impactó de lleno al objetivo. Ralexion enarboló el puño en gesto de victoria, pero el combate no terminaba ahí, como pronto comprobaría.
El reptil chilló una vez más, lo que provocó que el genin apretase los dientes. Entonces abandonó por completo la piscina, causando otro chaparrón que en esta ocasión resultó misericordioso y aterrizó lejos de Ralexion. En su lugar, apagó las llamas generadas por la bola de fuego, sumiendo la estancia en una opresiva penumbra.
Pero el dúo de jóvenes no se encontraba indefenso. El Sharingan les otorgaba la capacidad de ver el brillo del chakra incluso en unas condiciones así, lo que a su vez les premiaba con observar los movimientos de aquel mastodonte sin pega alguna.
Así es como Ralexion pudo contemplar que el aura de la serpiente era, como poco, extraña. El kusajin discernió dos capas de color distinto dentro de un mismo cuerpo, lo cual contradecía lo que le habían enseñado sobre el chakra en Kusagakure. Y no solo eso, pues pudo apreciar que la energía violácea se concentraba en las heridas del ser, regenerando los músculos y piel arrebatados por las llamas.
El pelinegro gimió, sorprendido. No dispuso de tiempo para armar ningún tipo de teoría. La cola del animal de sangre fría trató de embestirlo. Dado que el muchacho disponía de una velocidad similar a su enemigo, además del apoyo táctico de su Sharingan, logró saltar por encima de la extremidad con gracilidad. La cola pasó bajo sus pies sin siquiera rozarle.
Acto seguido, Ralexion observó la manera en la que el reptil escupió una amalgama de algo impregnado de chakra dirigido a Akame. El uzujin lo evitó con destreza. A juzgar por el agresivo sonido y olor de la sustancia no identificada, era algo corrosivo; peligroso, sin lugar a dudas.
—¡Ralexion-san! ¡Se está regenerando! ¡Debemos golpear otra vez! —exclamó su acompañante, a lo que el moreno asintió y comenzó a realizar nuevos sellos—. ¡Vamos! ¡Juntos!
La serpiente lo estaba mirando. ¿Iba a escupir de nuevo, o a lanzarse con las fauces por delante contra el muchacho? No importaba. La cuestión residía en ser lo suficientemente rápido como para disparar otra bola de fuego antes que su enemigo. Juraría que en su corta vida no había hecho unos sellos para el Gōkakyū tan rápidos como aquellos. Quizás tenía que ver con su deseo de no terminar con un chorro de ácido corrosivo en el rostro.
Si ese animal hacía algo antes de que terminase los sellos, Ralexion saltaría a la derecha con todas sus fuerzas, pivotando como fuese necesario y sin detener su acción.
—¡Katon: Gōkakyū no Jutsu!
La escena se repitió. El genin escupió una luminosa bola de fuego de idénticas proporciones a la que había disparado apenas minutos antes, enfocada al rostro del reptil...
El reptil chilló una vez más, lo que provocó que el genin apretase los dientes. Entonces abandonó por completo la piscina, causando otro chaparrón que en esta ocasión resultó misericordioso y aterrizó lejos de Ralexion. En su lugar, apagó las llamas generadas por la bola de fuego, sumiendo la estancia en una opresiva penumbra.
Pero el dúo de jóvenes no se encontraba indefenso. El Sharingan les otorgaba la capacidad de ver el brillo del chakra incluso en unas condiciones así, lo que a su vez les premiaba con observar los movimientos de aquel mastodonte sin pega alguna.
Así es como Ralexion pudo contemplar que el aura de la serpiente era, como poco, extraña. El kusajin discernió dos capas de color distinto dentro de un mismo cuerpo, lo cual contradecía lo que le habían enseñado sobre el chakra en Kusagakure. Y no solo eso, pues pudo apreciar que la energía violácea se concentraba en las heridas del ser, regenerando los músculos y piel arrebatados por las llamas.
El pelinegro gimió, sorprendido. No dispuso de tiempo para armar ningún tipo de teoría. La cola del animal de sangre fría trató de embestirlo. Dado que el muchacho disponía de una velocidad similar a su enemigo, además del apoyo táctico de su Sharingan, logró saltar por encima de la extremidad con gracilidad. La cola pasó bajo sus pies sin siquiera rozarle.
Acto seguido, Ralexion observó la manera en la que el reptil escupió una amalgama de algo impregnado de chakra dirigido a Akame. El uzujin lo evitó con destreza. A juzgar por el agresivo sonido y olor de la sustancia no identificada, era algo corrosivo; peligroso, sin lugar a dudas.
—¡Ralexion-san! ¡Se está regenerando! ¡Debemos golpear otra vez! —exclamó su acompañante, a lo que el moreno asintió y comenzó a realizar nuevos sellos—. ¡Vamos! ¡Juntos!
La serpiente lo estaba mirando. ¿Iba a escupir de nuevo, o a lanzarse con las fauces por delante contra el muchacho? No importaba. La cuestión residía en ser lo suficientemente rápido como para disparar otra bola de fuego antes que su enemigo. Juraría que en su corta vida no había hecho unos sellos para el Gōkakyū tan rápidos como aquellos. Quizás tenía que ver con su deseo de no terminar con un chorro de ácido corrosivo en el rostro.
Si ese animal hacía algo antes de que terminase los sellos, Ralexion saltaría a la derecha con todas sus fuerzas, pivotando como fuese necesario y sin detener su acción.
—¡Katon: Gōkakyū no Jutsu!
La escena se repitió. El genin escupió una luminosa bola de fuego de idénticas proporciones a la que había disparado apenas minutos antes, enfocada al rostro del reptil...