El Cañón del Secuestrado

[Uchiha Datsue]

Katame asintió, complacido, mientras Koko se reincorporaba.

—Así me gusta —dijo—. Has elegido la opción correcta.

Dio un paso hacia ella, y notó su aliento en la cara. No era tan fétido como el de Kuma, que olía a pescado podrido, pero sin duda olía mal. Un olor que su olfato, curiosamente, ya conocía, pese a que su mente se afanaba en no recordar. Entonces sintió sus dedos en su pierna, y vio como Katame apretaba los dientes, dolorido, mientras su mano iba subiendo por los muslos de ella. Entonces notó algo, en su muslo interno. Algo pegajoso, como si un papel se acabase de adherir a su piel.

—Oh, y por si a esa cabecita tuya se le ha ocurrido traicionarme, que sepas que eso que acabas de notar es un sello explosivo —le reveló, en una macabra sonrisa. Se alejó un paso. Y luego otro—. Sello que estaré encantado en desactivar y quitarte cuando cumplas lo prometido. Y… ah —añadió, como si se acabase de acordar de algo—, le puse una cuenta atrás. Mejor será que te des prisa.

Retrocedió de nuevo hacia la pared contraria y frunció el ceño.

—No tengo las jodidas llaves, así que… No te muevas —le ordenó, mientras realizaba sellos a una mano, sin levantar el brazo—. Fūton: Shinkūgyoku

Flup, flup… ¡Bam, bam! Las dos balas de viento lanzadas por Katame impactaron en las cadenas de Koko, muy cerca de su muñeca, reventando los eslabones y liberándola. Seguía teniendo las esposas alrededor de las muñecas, con una cadena de apenas cinco centímetros colgándole en cada mano, pero había recuperado plena libertad de movimientos.

—Haz ya el Henge no jutsu —le ordenó Katame, impaciente.