El Cañón del Secuestrado

[Uchiha Datsue]

Katame se quedó de piedra. Aquella chica había pasado un día y una noche entera encerrada como rehén, sin apenas agua ni un trozo de pan que llevarse a la boca. Había sido violada. Había sido amenazada de muerte para obligarla a asesinar ella misma a un hombre, y tras colocarle un sello explosivo que le reventaría la pierna en caso de incumplirlo…

—No, si eres brillante.

… iba y se le ponía a vacilar. Katame no supo si era la mujer con más ovarios de toda Oonindo que había conocido, si sencillamente le daba igual morir, o si estaba loca de remate. No era capaz de catalogarla, ninguna etiqueta le encajaba al cien por cien, y eso… le ponía nervioso. Porque Katame siempre había sido bueno calando a la gente.

—¿Me estás vacilando? —preguntó, más curioso que enfadado.

Quizá Koko estuviese pensando en esas modernas esposas supresoras de chakra que utilizaban en las prisiones de Uzu. Quizá aquellas seguían funcionando con la cadena rota, pero no era así con las que tenía puestas. Aquella era una antigua guarida de bandidos, y Zaide aseguraba, que hacía cientos de años, los shinobis de Iwagakure lo utilizaban como base de torturas. Todo allí rezumaba a antiguo y arcaico, al igual que aquellas esposas, que solo funcionaban cuando conectaban ambas muñecas —o tobillos— por la cadena. Creaba un circuito cerrado, por donde el chakra no era capaz de escapar, pero cuando el cable se rompía…

—La cadena está rota, haz la maldita técnica de una vez —le espetó.