2/01/2018, 19:05
(Última modificación: 2/01/2018, 20:57 por Uchiha Akame.)
Akame corrió a toda velocidad por el suelo empedrado y empapado de agua para rodear la basta figura de aquel reptil y llegar hasta su pariente. La serpiente, centraba como estaba en su nuevo objetivo, no prestó mayor atención al segundo de los Uchiha, que consiguió terminar su serie de sellos casi a la par de su compañero.
Cuando la bestia expelió un nuevo chorro de ácido con un chirrido ensordecedor y aquel torrente de flujo cáustico llovió sobre Ralexion, ambos genin tenían sus técnicas preparadas. El de Kusa disparó una bola de fuego idéntica a la anterior que viajó por los aires directa hacia el monstruo. Akame, por su parte, ya se había posicionado junto a Ralexion y sus manos formaban el sello del Tigre; el último de la compleja cadena que requería su técnica más poderosa.
—¡Katon! ¡Karyū Endan!
De los labios del uzujin emergió un gigantesco torrente de fuego que se arremolinó para adquirir la forma de un majestuoso dragón. La creación de llamas de Akame embistió con una fiereza sin igual contra la Serpiente Mutada y, asistida por la técnica ígnea de Ralexion, vaporizó sin mayores problemas el chorro de ácido lanzado por el reptil. El dragón de fuego siguió su imparable avance hasta chocar brutalmente contra la bestia. Durante unos instantes la sala se inundó de luz de tal forma que incluso obligó a los genin a entrecerrar los ojos para evitar ser deslumbrados.
Cuando la deflagración inicial pasó, la serpiente estaba cubierta de llamas y quemaduras por todo el cuerpo. Parecía malherida y furiosa, emitiendo aquellos chirridos ensordecedores, pero para nada derrotada. Casi al momento los Uchiha podrían ver —gracias a su Sharingan— cómo aquel chakra natural de color purpúreo recubría las múltiples heridas de la serpiente y empezaba a regenerar los tejidos quemados.
Akame se llevó una píldora de soldado a la boca para mitigar el repentino cansancio que le acusaba —fruto de tamaño gasto de chakra—. «Va a empezar a regenerarse otra vez... Tenemos que actuar». Esta vez su compañero estaba más cerca, y además el fulgor de las llamas les ayudaba a orientarse mejor en la sala.
—Ralexion-san, necesito que distraigas a la bestia. Ahora está malherida, pero ese chakra tan extraño no tardará en regenerar su cuerpo... Tan sólo me hacen falta unos segundos, los suficientes como para acercarme hasta ella sin llevarme un coletazo de regalo —pidió el uzujin—. Su piel es demasiado gruesa, apunta a los ojos.
Cuando la bestia expelió un nuevo chorro de ácido con un chirrido ensordecedor y aquel torrente de flujo cáustico llovió sobre Ralexion, ambos genin tenían sus técnicas preparadas. El de Kusa disparó una bola de fuego idéntica a la anterior que viajó por los aires directa hacia el monstruo. Akame, por su parte, ya se había posicionado junto a Ralexion y sus manos formaban el sello del Tigre; el último de la compleja cadena que requería su técnica más poderosa.
—¡Katon! ¡Karyū Endan!
De los labios del uzujin emergió un gigantesco torrente de fuego que se arremolinó para adquirir la forma de un majestuoso dragón. La creación de llamas de Akame embistió con una fiereza sin igual contra la Serpiente Mutada y, asistida por la técnica ígnea de Ralexion, vaporizó sin mayores problemas el chorro de ácido lanzado por el reptil. El dragón de fuego siguió su imparable avance hasta chocar brutalmente contra la bestia. Durante unos instantes la sala se inundó de luz de tal forma que incluso obligó a los genin a entrecerrar los ojos para evitar ser deslumbrados.
Cuando la deflagración inicial pasó, la serpiente estaba cubierta de llamas y quemaduras por todo el cuerpo. Parecía malherida y furiosa, emitiendo aquellos chirridos ensordecedores, pero para nada derrotada. Casi al momento los Uchiha podrían ver —gracias a su Sharingan— cómo aquel chakra natural de color purpúreo recubría las múltiples heridas de la serpiente y empezaba a regenerar los tejidos quemados.
Akame se llevó una píldora de soldado a la boca para mitigar el repentino cansancio que le acusaba —fruto de tamaño gasto de chakra—. «Va a empezar a regenerarse otra vez... Tenemos que actuar». Esta vez su compañero estaba más cerca, y además el fulgor de las llamas les ayudaba a orientarse mejor en la sala.
—Ralexion-san, necesito que distraigas a la bestia. Ahora está malherida, pero ese chakra tan extraño no tardará en regenerar su cuerpo... Tan sólo me hacen falta unos segundos, los suficientes como para acercarme hasta ella sin llevarme un coletazo de regalo —pidió el uzujin—. Su piel es demasiado gruesa, apunta a los ojos.