4/01/2018, 00:38
—¿Me estás vacilando?
—Supongamos.
Silencio.
Katame no dijo nada. Ni con palabras, ni con gestos. Simplemente permaneció en silencio, con una mirada imposible de descifrar. Luego, tras unos segundos eternos, le ordenó que no perdiese más el tiempo e hiciese el Henge no jutsu, cosa que la kunoichi al fin se prestó a hacer.
La transformación salió mejor de lo que Katame podía esperarse, o eso pudo intuir Koko, porque el hombre torció la boca en una especia de sonrisa al verla. La recorrió de arriba abajo con su ojo sano, y asintió. Era el vivo retrato de Yume. Solo había un problema, y es que…
—Solo lo mato y ya está, ¿verdad?.
… Yume era mucho más que un retrato. O que un timbre de voz. Más que su imagen, lo que más destacaba de ella era su manera de moverse. De hablar. Siempre con gestos despreocupados, naturales, pero que poseían una elegancia inherente. ¿Sería Koko capaz de imitar también su forma de ser? Al contrario que Datsue, que había interrogado a Kuma, no conocía demasiado de su captora. Había averiguado muy poco de ella, información a cuentagotas que la exkunoichi de Uzu había ido soltando. ¿Bastaría con aquello?
—Sí —respondió Katame, con el ceño fruncido—. Pero deja de mirarme con esos ojitos de cordero. Ahora eres una loba. Vamos —dijo, saliendo de la celda, aunque sin quitarle la vista en ningún momento. Había aprendido de su error—. Y menéame esas caderas, hostia —se quejó, al salir.
Por primera vez, Koko distinguió el exterior de su celda. Se encontraba en un escenario bastante amplio y grande, como en el interior de una cueva. Llegaba luz natural, muy tenue, desde la derecha, de donde se escuchaba un suave rumor. De frente, una amplia pila de pergaminos. A su izquierda, más celdas, y unas escaleras que conducían a un pasillo abierto, situado a unos tres metros de altura, y que conectaba con varias puertas. Eran un total de nueve, y al lado de cada una, había una antorcha. Algunas encendidas, otras no.
—Es la novena puerta —le informó Katame.
—Supongamos.
Silencio.
Katame no dijo nada. Ni con palabras, ni con gestos. Simplemente permaneció en silencio, con una mirada imposible de descifrar. Luego, tras unos segundos eternos, le ordenó que no perdiese más el tiempo e hiciese el Henge no jutsu, cosa que la kunoichi al fin se prestó a hacer.
La transformación salió mejor de lo que Katame podía esperarse, o eso pudo intuir Koko, porque el hombre torció la boca en una especia de sonrisa al verla. La recorrió de arriba abajo con su ojo sano, y asintió. Era el vivo retrato de Yume. Solo había un problema, y es que…
—Solo lo mato y ya está, ¿verdad?.
… Yume era mucho más que un retrato. O que un timbre de voz. Más que su imagen, lo que más destacaba de ella era su manera de moverse. De hablar. Siempre con gestos despreocupados, naturales, pero que poseían una elegancia inherente. ¿Sería Koko capaz de imitar también su forma de ser? Al contrario que Datsue, que había interrogado a Kuma, no conocía demasiado de su captora. Había averiguado muy poco de ella, información a cuentagotas que la exkunoichi de Uzu había ido soltando. ¿Bastaría con aquello?
—Sí —respondió Katame, con el ceño fruncido—. Pero deja de mirarme con esos ojitos de cordero. Ahora eres una loba. Vamos —dijo, saliendo de la celda, aunque sin quitarle la vista en ningún momento. Había aprendido de su error—. Y menéame esas caderas, hostia —se quejó, al salir.
Por primera vez, Koko distinguió el exterior de su celda. Se encontraba en un escenario bastante amplio y grande, como en el interior de una cueva. Llegaba luz natural, muy tenue, desde la derecha, de donde se escuchaba un suave rumor. De frente, una amplia pila de pergaminos. A su izquierda, más celdas, y unas escaleras que conducían a un pasillo abierto, situado a unos tres metros de altura, y que conectaba con varias puertas. Eran un total de nueve, y al lado de cada una, había una antorcha. Algunas encendidas, otras no.
—Es la novena puerta —le informó Katame.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado