4/01/2018, 03:29
Ralexion se mantuvo interesado en todo lo que su colocutor estuvo dispuesto a contarle.
Poco religioso desde el día en el que había llegado al mundo, el moreno siempre había preferido la curiosidad y optado por sentir que cada uno es responsable de sus acciones en lugar de verse influenciado por la fe o ponerse de rodillas a rezar. Una diferencia —quizás— irreconciliable con los creyentes más aférrimos. En cualquiera de los casos, Ralexion no consideraba inferiores a los que adoraban a las deidades con sinceridad. Para el jovencito solo era una manera distinta de ver el mundo.
—Vaya vaya, ¡qué relatos más interesantes! —exclamó tras la finalización de Karamaru— ¿Y qué tal la vida en el monasterio? ¿Os tienen entrenando desde el amanecer hasta la noche?
Si Karamaru tenía claro que podía estar relatando hasta el fin de los tiempos sobre su templo y religión, el Uchiha era capaz de escucharle y lanzarle preguntas hasta el final de ese ciclo y el principio del siguiente.
Fue entonces que los oídos del pelinegro kusajin captaron un extraño sonido. Era agudo y le taladraba los sentidos a pesar de que llegaba de un punto lejano. Percibió, sin un solo ápice de duda, que lo que fuera que emitiese tan molesto efecto se acercaba.
—Hmm... ¿no soy el único que lo escucha, verdad?
Echó un vistazo a los alrededores, pero no observó nada fuera de lo normal. Tan solo los escalones, el precario pasillo tallado en piedra que los iba llevando a los cielos y los riscos de la falda de la montaña ocupando el paisaje tanto a izquierda como a derecha.
Sin embargo resultaba imposible negar la existencia de ese sonido...
Poco religioso desde el día en el que había llegado al mundo, el moreno siempre había preferido la curiosidad y optado por sentir que cada uno es responsable de sus acciones en lugar de verse influenciado por la fe o ponerse de rodillas a rezar. Una diferencia —quizás— irreconciliable con los creyentes más aférrimos. En cualquiera de los casos, Ralexion no consideraba inferiores a los que adoraban a las deidades con sinceridad. Para el jovencito solo era una manera distinta de ver el mundo.
—Vaya vaya, ¡qué relatos más interesantes! —exclamó tras la finalización de Karamaru— ¿Y qué tal la vida en el monasterio? ¿Os tienen entrenando desde el amanecer hasta la noche?
Si Karamaru tenía claro que podía estar relatando hasta el fin de los tiempos sobre su templo y religión, el Uchiha era capaz de escucharle y lanzarle preguntas hasta el final de ese ciclo y el principio del siguiente.
Fue entonces que los oídos del pelinegro kusajin captaron un extraño sonido. Era agudo y le taladraba los sentidos a pesar de que llegaba de un punto lejano. Percibió, sin un solo ápice de duda, que lo que fuera que emitiese tan molesto efecto se acercaba.
—Hmm... ¿no soy el único que lo escucha, verdad?
Echó un vistazo a los alrededores, pero no observó nada fuera de lo normal. Tan solo los escalones, el precario pasillo tallado en piedra que los iba llevando a los cielos y los riscos de la falda de la montaña ocupando el paisaje tanto a izquierda como a derecha.
Sin embargo resultaba imposible negar la existencia de ese sonido...