4/01/2018, 03:51
El Uchiha cumplió de forma efectiva con su parte del plan. De una manera tan dedicada que por poco le costó la vida. Resultó afortunado que le hubiese indicado a Akame que fuera raudo a la hora de poner fin a la amenaza de la serpiente. Sus armas solo lograron cegar de modo parcial al reptil, convirtiéndolo durante unos efímeros momentos en un animal tuerto. Pero aquello no la había detenido, tan solo había alimentado todavía más su ira y con semblante afanosamente amenazante quiso despedazar al kusajin.
Entonces intervino su familiar, justo a tiempo. Gracias a las palabras de Ralexion, sin lugar a dudas. De una manera tan sangrienta como llamativa, Akame se ocupó de separar la cabeza del titán de sus inexistentes hombros. Doblemente afortunado, ya que el más inexperimentado del dúo de genins se veía en un temeroso aprieto, a punto de esquivar al animal pero con escalofríos en el alma al ver algo tan temible —así como enorme— con salvajes intenciones abalazándose sobre su persona.
Fin del combate. La falta de chakra en el cuerpo de sangre fría —que en breves estaría todavía más frío gracias a su nuevo estado de cadáver— así lo dictaminaba.
Ralexion, hiperventilando como si le fuese la vida en ello, esbozó una media sonrisa y acto seguido exhaló una tímida carcajada nerviosa, sus ojos fijos sobre los despojos del animal. Ahora que la adrenalina que hasta hacía apenas instantes se había apoderado de sus venas se estaba desvaneciendo, comenzaba a comprender el peligro en el que había estado. No solo eso, pues tampoco podía creer que entre él y su acompañante hubieran hecho caer a un monstruo así.
—E-Está muerto... ¡está muerto! —afirmó, queriendo reafirmar la realidad frente a sí— ¡Akame! ¡Somos la hostia!
«No habría podido hacerlo sin él, claramente es mejor que yo, pero creo que él también lo habría pasado mucho peor sin mí... ¡esto es genial! ¡Estoy impresionado con Akame y conmigo!», pensó, hiperactivo. Dio un salto, exhibiendo un semblante de la más pura alegría y riendo cual maníaco, entonces, tras aterrizar, se dejó caer hacia atrás, aterrizando sobre el duro y frío suelo del templo. Ni notó el dolor, tan pletórico como estaba.
Estiró brazos y piernas, entonces suspiró. Desactivó el Sharingan y cerró los ojos.
—Necesito un descanso... eso ha sido mucho para mí... nunca me había pasado nada semejante...
Entonces intervino su familiar, justo a tiempo. Gracias a las palabras de Ralexion, sin lugar a dudas. De una manera tan sangrienta como llamativa, Akame se ocupó de separar la cabeza del titán de sus inexistentes hombros. Doblemente afortunado, ya que el más inexperimentado del dúo de genins se veía en un temeroso aprieto, a punto de esquivar al animal pero con escalofríos en el alma al ver algo tan temible —así como enorme— con salvajes intenciones abalazándose sobre su persona.
Fin del combate. La falta de chakra en el cuerpo de sangre fría —que en breves estaría todavía más frío gracias a su nuevo estado de cadáver— así lo dictaminaba.
Ralexion, hiperventilando como si le fuese la vida en ello, esbozó una media sonrisa y acto seguido exhaló una tímida carcajada nerviosa, sus ojos fijos sobre los despojos del animal. Ahora que la adrenalina que hasta hacía apenas instantes se había apoderado de sus venas se estaba desvaneciendo, comenzaba a comprender el peligro en el que había estado. No solo eso, pues tampoco podía creer que entre él y su acompañante hubieran hecho caer a un monstruo así.
—E-Está muerto... ¡está muerto! —afirmó, queriendo reafirmar la realidad frente a sí— ¡Akame! ¡Somos la hostia!
«No habría podido hacerlo sin él, claramente es mejor que yo, pero creo que él también lo habría pasado mucho peor sin mí... ¡esto es genial! ¡Estoy impresionado con Akame y conmigo!», pensó, hiperactivo. Dio un salto, exhibiendo un semblante de la más pura alegría y riendo cual maníaco, entonces, tras aterrizar, se dejó caer hacia atrás, aterrizando sobre el duro y frío suelo del templo. Ni notó el dolor, tan pletórico como estaba.
Estiró brazos y piernas, entonces suspiró. Desactivó el Sharingan y cerró los ojos.
—Necesito un descanso... eso ha sido mucho para mí... nunca me había pasado nada semejante...