5/01/2018, 09:02
Si ya le metía miedo con solo estar ahí parado, cuando comenzó a escupir sangre le metió aún más miedo, después de todo, se estaba muriendo alguien delante suyo sin que ella lo tocase y para colmo, se retorcía de formas grotescas a la vez que su cuerpo emitía algunos ruidos bastante perturbadores. Si ella pensaba estar mal por tener un par de costillas rotas, él seguramente estaba a punto de morirse.
Pero, cuando parecía a punto de desplomarse, se recuperó, la miró y afirmó que tal vez sobreviviría según quien sea ella así que… «Al carajo »pensó ya más que resignada.
Justo después de que aquel pensamiento cruzase su cabeza, tuvo un pequeño dejavú, es decir, otra vez el jodido sharingan delante suyo aunque este era muy distinto y tan pronto como lo vio, se volvió a sentir drogada hasta el punto en que incluso su sentido del olfato se vio alterado.
Ahora… ¿por qué sentía el aroma de los cerezos de Uzushiogakure? Aquellos viajes cósmicos iban a dejarla muy tocada como no pararan.
Al momento en que Koko abrió los ojos, lo que pudo ver fue al que todo su clan llamaba viejo, ese mismo hombre que la había condenado a ser una simple criada y que estableció aquellas ridículas normas dentro de la mansión Sakamoto.
Estaba él, a su lado la mujer que trajo al mundo a más de medio clan bastante decaída y a cada lado bien alineados estaban los nueve shinobis de la familia, todos enfrentados a ella quien —vistiendo aun el uniforme de criada— tenía en una de sus manos una bandana shinobi.
Estaba en el momento exacto en que el viejo la expulsaba del clan por ir en contra de sus designios, el momento en que por fin conseguía la libertad de hacer con su vida lo que se le antojase a pesar de haber nacido en una familia tan… particular.
Justo después de la sentencia, Koko —ahora Kageyama— se retiraba dejando que las puertas se cerrasen detrás suyo sin el más mínimo ápice de remordimiento ni rencor. Era feliz ahora que no tenía que dedicarse a limpiar una y otra vez la misma habitación, ahora podría limpiar lo que se le antojase y… «Coño, llevo una eternidad sin limpiar nada »
Pero, cuando parecía a punto de desplomarse, se recuperó, la miró y afirmó que tal vez sobreviviría según quien sea ella así que… «Al carajo »pensó ya más que resignada.
Justo después de que aquel pensamiento cruzase su cabeza, tuvo un pequeño dejavú, es decir, otra vez el jodido sharingan delante suyo aunque este era muy distinto y tan pronto como lo vio, se volvió a sentir drogada hasta el punto en que incluso su sentido del olfato se vio alterado.
Ahora… ¿por qué sentía el aroma de los cerezos de Uzushiogakure? Aquellos viajes cósmicos iban a dejarla muy tocada como no pararan.
Al momento en que Koko abrió los ojos, lo que pudo ver fue al que todo su clan llamaba viejo, ese mismo hombre que la había condenado a ser una simple criada y que estableció aquellas ridículas normas dentro de la mansión Sakamoto.
Estaba él, a su lado la mujer que trajo al mundo a más de medio clan bastante decaída y a cada lado bien alineados estaban los nueve shinobis de la familia, todos enfrentados a ella quien —vistiendo aun el uniforme de criada— tenía en una de sus manos una bandana shinobi.
Estaba en el momento exacto en que el viejo la expulsaba del clan por ir en contra de sus designios, el momento en que por fin conseguía la libertad de hacer con su vida lo que se le antojase a pesar de haber nacido en una familia tan… particular.
Justo después de la sentencia, Koko —ahora Kageyama— se retiraba dejando que las puertas se cerrasen detrás suyo sin el más mínimo ápice de remordimiento ni rencor. Era feliz ahora que no tenía que dedicarse a limpiar una y otra vez la misma habitación, ahora podría limpiar lo que se le antojase y… «Coño, llevo una eternidad sin limpiar nada »