5/01/2018, 21:00
El muchacho caminaba con semblante distraído, todavía tan excitado como consternado por el combate que había tenido lugar en el interior del templo. Pensaba que todo había terminado, pero como estaba a punto de comprobar, se equivocaba.
Percibió un sonido de lo más característico a su espalda. Con expresión curiosa fue a girarse, pero apenas llevaba dos tercios del movimiento completados algo se le clavó en el hombro a gran velocidad, causándole un terrible dolor y haciéndole recular por la inercia hasta darse de espaldas contra el tronco del árbol y caer de culo contra el suelo.
—¡Agh! —escupió sin ni siquiera pensarlo.
Ahora sus facciones reflejaban dolor. Sus ojos descendieron sobre el desgarrador ardor en su anatomía y así se toparon con un virote clavado en su hombro izquierdo. La herida no sangraría hasta que se arrancase el objeto externo, pero era tan molesto como doloroso dejarlo clavado; además, la nueva punzada de sufrimiento que sufriría sin duda alguna tan pronto procediese a sacarse aquello del cuerpo le hacía titubear.
Inseguro, se limitó a apretarse el hombro con la diestra, tratando de mitigar el dolor. El virote quedó entre los espacios de sus dedos índice y corazón.
—¡Que nadie dispare, joder!
La voz le devolvió a la realidad. Activó el Sharingan de inmediato y observó las inmediaciones con desconfianza. Poco después se revelaron sus atacantes. Una emboscada de manual: estaban rodeados y el enemigo les superaba ampliamente en número. Ralexion contó al tipo en su flanco izquierdo y a los otros cuatro que andaban más próximos a Akame. Sin embargo, ignoraba la presencia de los dos a su espalda.
Prestó atención al breve intercambio entre su pariente y el de la cara desfigurada. «¿Qué está pasando? ¿Akame-san y ese tipo se conocen...?», pensó, inmóvil. De tanto en tanto miraba de reojo al mercenario en su flanco izquierdo. Optó por no llevar a cabo ningún movimiento en falso por el momento, en aras de ver cómo se iba desarollando la situación.
Mostraba una expresión severa, pero en realidad estaba asustado. Aquella situación le recordaba demasiado a la fatídica noche en la que su hermana quedó comatosa.
Percibió un sonido de lo más característico a su espalda. Con expresión curiosa fue a girarse, pero apenas llevaba dos tercios del movimiento completados algo se le clavó en el hombro a gran velocidad, causándole un terrible dolor y haciéndole recular por la inercia hasta darse de espaldas contra el tronco del árbol y caer de culo contra el suelo.
—¡Agh! —escupió sin ni siquiera pensarlo.
Ahora sus facciones reflejaban dolor. Sus ojos descendieron sobre el desgarrador ardor en su anatomía y así se toparon con un virote clavado en su hombro izquierdo. La herida no sangraría hasta que se arrancase el objeto externo, pero era tan molesto como doloroso dejarlo clavado; además, la nueva punzada de sufrimiento que sufriría sin duda alguna tan pronto procediese a sacarse aquello del cuerpo le hacía titubear.
Inseguro, se limitó a apretarse el hombro con la diestra, tratando de mitigar el dolor. El virote quedó entre los espacios de sus dedos índice y corazón.
—¡Que nadie dispare, joder!
La voz le devolvió a la realidad. Activó el Sharingan de inmediato y observó las inmediaciones con desconfianza. Poco después se revelaron sus atacantes. Una emboscada de manual: estaban rodeados y el enemigo les superaba ampliamente en número. Ralexion contó al tipo en su flanco izquierdo y a los otros cuatro que andaban más próximos a Akame. Sin embargo, ignoraba la presencia de los dos a su espalda.
Prestó atención al breve intercambio entre su pariente y el de la cara desfigurada. «¿Qué está pasando? ¿Akame-san y ese tipo se conocen...?», pensó, inmóvil. De tanto en tanto miraba de reojo al mercenario en su flanco izquierdo. Optó por no llevar a cabo ningún movimiento en falso por el momento, en aras de ver cómo se iba desarollando la situación.
Mostraba una expresión severa, pero en realidad estaba asustado. Aquella situación le recordaba demasiado a la fatídica noche en la que su hermana quedó comatosa.