6/01/2018, 00:21
«Sí, definitivamente se conocen, pero no parece que sea una relación de amistad, precisamente...», reflexionó. El muchacho observó cómo se llevaba a cabo el intercambio con una mirada de lo más atenta. ¿Accedería Akame a las exigencias del bando contrario o guardaba algún as en la manga? Ralexion no estaba seguro de lo que prefería...
Al fin y al cabo, él también había arriesgado su vida en tal de conseguir ese tesoro, a pesar de no tener ni idea de los motivos de su compañero ni del propósito del artefacto. ¿Quién sabe? Quizás las intenciones de Akame eran en absoluto nobles. Aún así le jodía, y mucho. Ellos no habían tenido que evitar las trampas ni decapitar a la condenada serpiente, ¡habían sido ellos! Y ahora querían quedarse con el premio a cambio de un triste virote, una jodida flecha que si pudiera se la clavaría de vuelta en la frente al cabrón que le había disparado...
—Eso es nuestro... —masculló con odio según el hombre de las mil cicatrices se alejaba con la gema en su poder.
Apretó con todas sus fuerzas la mano que sostenía su hombro herido hasta tal punto que el insignificante alivio que le aportaba tal gesto pasó a ser una andanada de dolor extra. La ira comenzaba a comerse al miedo, algo que se hacía obvio en la expresión del genin. No obstante, no realizó acción ninguna. Sabía que lo inteligente era quedarse donde estaba y no hacer nada temerario, por mucho que se estuviera ahogando en su propia impotencia en esos instantes...
Al fin y al cabo, él también había arriesgado su vida en tal de conseguir ese tesoro, a pesar de no tener ni idea de los motivos de su compañero ni del propósito del artefacto. ¿Quién sabe? Quizás las intenciones de Akame eran en absoluto nobles. Aún así le jodía, y mucho. Ellos no habían tenido que evitar las trampas ni decapitar a la condenada serpiente, ¡habían sido ellos! Y ahora querían quedarse con el premio a cambio de un triste virote, una jodida flecha que si pudiera se la clavaría de vuelta en la frente al cabrón que le había disparado...
—Eso es nuestro... —masculló con odio según el hombre de las mil cicatrices se alejaba con la gema en su poder.
Apretó con todas sus fuerzas la mano que sostenía su hombro herido hasta tal punto que el insignificante alivio que le aportaba tal gesto pasó a ser una andanada de dolor extra. La ira comenzaba a comerse al miedo, algo que se hacía obvio en la expresión del genin. No obstante, no realizó acción ninguna. Sabía que lo inteligente era quedarse donde estaba y no hacer nada temerario, por mucho que se estuviera ahogando en su propia impotencia en esos instantes...