6/01/2018, 03:42
(Última modificación: 6/01/2018, 03:51 por Uchiha Datsue.)
Koko se enfrentaba, posiblemente, ante una de las disyuntivas más grandes de su vida. Su elección, quizá, no solo afectaría a su vida, sino también a la de Datsue, de quien todavía no había tenido noticias desde la última noche. Ante ella se abrían dos caminos y un atajo. El primer camino, matar a Katame. Ese quien —supuestamente— la había violado. Ese quien había ordenado ejecutarla sin dudarlo un instante. El mismo que le había puesto un sello explosivo, cuya cuenta atrás no sabía cuando terminaría.
El segundo camino era el opuesto: acabar con Zaide. Aquel hombre le había caído relativamente bien —todo lo bien que un secuestrador podía caerte— al principio, pero con la entrada de Katame, y sus acusaciones, la kunoichi ya no sabía qué pensar. ¿Había sido preocupación real la de aquel Uchiha? ¿O había fingido, llegando incluso a generar aquel recuerdo? Koko sabía —lo sentía— que la habían violado, pero llegados a aquel punto, y con todo el estrés que estaba sufriendo, ya no tenía claro quién.
El atajo, oculto, era el de huir. Ninguno de aquellos dos hombres se lo había sugerido, porque no les interesaba, pero, ¿qué le impedía realizar un Sunshin y escapar por patas? Su costilla rota hubiese sido un estorbo, sin duda. Por no hablar de que, de aquel modo, ni Katame desactivaría su sello, ni Zaide le proporcionaría la ayuda prometida mediante Yume, de quien había asegurado llegaría a tiempo para que lo del sello se quedase en susto.
La kunoichi avanzó, temblorosa, hasta situarse entre aquellos dos homicidas. Declarados honestos o no, no había duda de que aquellos hombres eran asesinos. Ella también estaba a punto de serlo, pero era distinto. Ella tenía la bandana de Uzu, y ellos tenían la suya propia rasgada. Esa era la diferencia entre el bueno y el malo, el héroe y el villano, el ninja y el bandido. Una raya cruzando el símbolo de tu Villa. O eso, al menos, hubiese dicho Zaide de haber sido preguntado.
Pero no, claro que no lo dijo. Para empezar, porque se estaba ahogando en su propia sangre. Y para finalizar, porque tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Por ejemplo, que Koko acababa de…
…hacer su propio camino.
Ni el que le había mostrado Katame, ni el que le había mostrado Zaide, ni el atajo oculto. Simplemente, mandó al diablo todo, y se introdujo en la maleza arramblando con todo.
Su movimiento fue tan sorprendente que hubiese pillado desprevenido a cualquiera. El problema era que Zaide… no era un cualquiera. Gracias a su Sharingan, siempre iba un paso por delante que el resto. Una ventaja que poco podía aprovechar estando tirado en el suelo como se encontraba, luchando por simplemente coger una brizna de aire. Se había dejado llevar por la ira, y había gastado demasiado chakra. En otros tiempos, aquello no le supondría más esfuerzo que el que le ocasionaría una pequeña carrera. Ahora, le mataba. Y aún así…
… seguía teniendo sus recursos. De pronto, la misma aura púrpura que acababa de ver segundos atrás se materializó alrededor de Zaide, con esas costillas que antes había intuido y ahora confirmaba. Su lanza de Raijin impactó de lleno en una de esas costillas, ya melladas, atravesándolas y cortando la piel del pecho de Zaide, pero no con la brutalidad con la que hubiese deseado. Su movimiento de brazo siguió, en un arco mortal, directo hacia Katame, quien ya exclamaba un grito de júbilo, victorioso.
Cuando la muerte se cernió sobre él, separando su cabeza del cuerpo, su sonrisa… se mantuvo. Sí, se mantuvo. Era la sonrisa de alguien que se creía vencedor.
¡Pluf!
Katame acababa de desaparecer en una nube de humo. Aquello no era más que un Kage Bunshin no Jutsu. Una broma del destino de mal gusto, como si se estuviese riendo de ella. Parecía que Zaide, en aquel caso, sí había acertado: Katame no había tenido los cojones de enfrentarse a él. Al menos, no directamente.
Koko oyó un grito lejano, distorsionado. Era la voz de… ¿Yume? Con todo aquel eco, no podía estar segura. Lo único de lo que estaba convencida es que había sonado lejos. Bastante. Lo suficiente como para que le diese tiempo a rematar al Uchiha antes de que llegase hasta allí.
El Mangekyō Sharingan de Zaide había desaparecido de sus ojos, dejando paso a su color negro habitual. Estaban nublados, desenfocados, y contemplaban algo en la lejanía. Sonrió. Una sonrisa que parecía una herida abierta, cayéndole sangre a borbotones.
—Al final… soy yo… el que va a tu encuentro, ¿huh?
El segundo camino era el opuesto: acabar con Zaide. Aquel hombre le había caído relativamente bien —todo lo bien que un secuestrador podía caerte— al principio, pero con la entrada de Katame, y sus acusaciones, la kunoichi ya no sabía qué pensar. ¿Había sido preocupación real la de aquel Uchiha? ¿O había fingido, llegando incluso a generar aquel recuerdo? Koko sabía —lo sentía— que la habían violado, pero llegados a aquel punto, y con todo el estrés que estaba sufriendo, ya no tenía claro quién.
El atajo, oculto, era el de huir. Ninguno de aquellos dos hombres se lo había sugerido, porque no les interesaba, pero, ¿qué le impedía realizar un Sunshin y escapar por patas? Su costilla rota hubiese sido un estorbo, sin duda. Por no hablar de que, de aquel modo, ni Katame desactivaría su sello, ni Zaide le proporcionaría la ayuda prometida mediante Yume, de quien había asegurado llegaría a tiempo para que lo del sello se quedase en susto.
La kunoichi avanzó, temblorosa, hasta situarse entre aquellos dos homicidas. Declarados honestos o no, no había duda de que aquellos hombres eran asesinos. Ella también estaba a punto de serlo, pero era distinto. Ella tenía la bandana de Uzu, y ellos tenían la suya propia rasgada. Esa era la diferencia entre el bueno y el malo, el héroe y el villano, el ninja y el bandido. Una raya cruzando el símbolo de tu Villa. O eso, al menos, hubiese dicho Zaide de haber sido preguntado.
Pero no, claro que no lo dijo. Para empezar, porque se estaba ahogando en su propia sangre. Y para finalizar, porque tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Por ejemplo, que Koko acababa de…
…hacer su propio camino.
Ni el que le había mostrado Katame, ni el que le había mostrado Zaide, ni el atajo oculto. Simplemente, mandó al diablo todo, y se introdujo en la maleza arramblando con todo.
Su movimiento fue tan sorprendente que hubiese pillado desprevenido a cualquiera. El problema era que Zaide… no era un cualquiera. Gracias a su Sharingan, siempre iba un paso por delante que el resto. Una ventaja que poco podía aprovechar estando tirado en el suelo como se encontraba, luchando por simplemente coger una brizna de aire. Se había dejado llevar por la ira, y había gastado demasiado chakra. En otros tiempos, aquello no le supondría más esfuerzo que el que le ocasionaría una pequeña carrera. Ahora, le mataba. Y aún así…
… seguía teniendo sus recursos. De pronto, la misma aura púrpura que acababa de ver segundos atrás se materializó alrededor de Zaide, con esas costillas que antes había intuido y ahora confirmaba. Su lanza de Raijin impactó de lleno en una de esas costillas, ya melladas, atravesándolas y cortando la piel del pecho de Zaide, pero no con la brutalidad con la que hubiese deseado. Su movimiento de brazo siguió, en un arco mortal, directo hacia Katame, quien ya exclamaba un grito de júbilo, victorioso.
Cuando la muerte se cernió sobre él, separando su cabeza del cuerpo, su sonrisa… se mantuvo. Sí, se mantuvo. Era la sonrisa de alguien que se creía vencedor.
¡Pluf!
Katame acababa de desaparecer en una nube de humo. Aquello no era más que un Kage Bunshin no Jutsu. Una broma del destino de mal gusto, como si se estuviese riendo de ella. Parecía que Zaide, en aquel caso, sí había acertado: Katame no había tenido los cojones de enfrentarse a él. Al menos, no directamente.
Koko oyó un grito lejano, distorsionado. Era la voz de… ¿Yume? Con todo aquel eco, no podía estar segura. Lo único de lo que estaba convencida es que había sonado lejos. Bastante. Lo suficiente como para que le diese tiempo a rematar al Uchiha antes de que llegase hasta allí.
El Mangekyō Sharingan de Zaide había desaparecido de sus ojos, dejando paso a su color negro habitual. Estaban nublados, desenfocados, y contemplaban algo en la lejanía. Sonrió. Una sonrisa que parecía una herida abierta, cayéndole sangre a borbotones.
—Al final… soy yo… el que va a tu encuentro, ¿huh?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado