6/01/2018, 04:02
El ataque improvisado por la Kageyama había hecho blanco en ambas ocasiones, no como le hubiese gustado en el caso de Zaide, y mucho menos le gustó lo ocurrido con Katame cuando este se esfumó en una nube de humo. Cosa que en la cabeza de la chica solo podía significar una cosa.
—¿Cómo? —preguntó con la vista clavada en el lugar donde había estado el bandido.
Ya tenía los ojos hinchados de tanto llorar, pero pronto volvería a hacerlo cuando comprendió al fin que lo que acababa de hacer aseguraba completamente lo que le pasaría en breves momentos.
—No es justo —balbuceó mientras las lágrimas brotaban a montones, deslizándose por sus mejillas rápidamente para luego caer sobre el piso—. ¡NO ES JUSTO! —exclamó con todas sus fuerzas, casi desgarrándose las cuerdas vocales.
Era cuestión de tiempo a que Katame decidiera, de una vez por todas, detonar el sello que todavía tenía pegado en la pierna y, para rematar, en la lejanía la pecosa había escuchado el grito de alguien cuya voz se le antojó similar a la de Yume. Y si eso era verdad, entonces el eco podría significar que la última persona que podría haberla salvado acababa de ser atacada.
En palabras sencillas, la Kageyama acababa de firmar su sentencia de muerte al atacar a ese clon.
Poco le importaba el estado de Zaide, había comenzado a delirar y aunque lo intentase no iba a poder salvarle de ninguna manera, siquiera le prestó atención ya que estaba hablando de nuevo solo, como si se estuviese reencontrando con alguien desconocido para la kunoichi.
Por si fuera poco, ella ahora estaba completamente sola, en un lugar que desconocía al completo salvo por las celdas.
Las celdas, la prisión en la que la habían tenido captiva durante vaya uno a saber cuánto tiempo probablemente sería el mejor lugar para dar su último suspiro. No por cariño, sino más bien para morir en un lugar que definiera perfectamente el cómo murió. Como una rata abandonada.
La rubia comenzó a caminar, cabizbaja, sin dejar de llorar pero apenas emitiendo sonidos.
No intentó pensar en ninguna alternativa, no quiso siquiera plantearse el ir a buscar a Yume, si es que realmente la había escuchado. Estaba saturada ya por lo que le había estado ocurriendo en las últimas horas y sentía que la cabeza le estallaría si es que decidía ponerse a pensar en nada más así que…
…simplemente caminó, en silencio hasta la prisión, dirigiéndose justamente a la celda donde había estado atada hasta que el supuesto Katame la liberó.
—¿Cómo? —preguntó con la vista clavada en el lugar donde había estado el bandido.
Ya tenía los ojos hinchados de tanto llorar, pero pronto volvería a hacerlo cuando comprendió al fin que lo que acababa de hacer aseguraba completamente lo que le pasaría en breves momentos.
—No es justo —balbuceó mientras las lágrimas brotaban a montones, deslizándose por sus mejillas rápidamente para luego caer sobre el piso—. ¡NO ES JUSTO! —exclamó con todas sus fuerzas, casi desgarrándose las cuerdas vocales.
Era cuestión de tiempo a que Katame decidiera, de una vez por todas, detonar el sello que todavía tenía pegado en la pierna y, para rematar, en la lejanía la pecosa había escuchado el grito de alguien cuya voz se le antojó similar a la de Yume. Y si eso era verdad, entonces el eco podría significar que la última persona que podría haberla salvado acababa de ser atacada.
En palabras sencillas, la Kageyama acababa de firmar su sentencia de muerte al atacar a ese clon.
Poco le importaba el estado de Zaide, había comenzado a delirar y aunque lo intentase no iba a poder salvarle de ninguna manera, siquiera le prestó atención ya que estaba hablando de nuevo solo, como si se estuviese reencontrando con alguien desconocido para la kunoichi.
Por si fuera poco, ella ahora estaba completamente sola, en un lugar que desconocía al completo salvo por las celdas.
Las celdas, la prisión en la que la habían tenido captiva durante vaya uno a saber cuánto tiempo probablemente sería el mejor lugar para dar su último suspiro. No por cariño, sino más bien para morir en un lugar que definiera perfectamente el cómo murió. Como una rata abandonada.
La rubia comenzó a caminar, cabizbaja, sin dejar de llorar pero apenas emitiendo sonidos.
No intentó pensar en ninguna alternativa, no quiso siquiera plantearse el ir a buscar a Yume, si es que realmente la había escuchado. Estaba saturada ya por lo que le había estado ocurriendo en las últimas horas y sentía que la cabeza le estallaría si es que decidía ponerse a pensar en nada más así que…
…simplemente caminó, en silencio hasta la prisión, dirigiéndose justamente a la celda donde había estado atada hasta que el supuesto Katame la liberó.