6/01/2018, 06:22
Como si gozase de todo el tiempo del mundo, la Kageyama se tomó el asunto con mucha paciencia porque en el estado en que se encontraba su compañero, así lo soltase rápido no iba a poder irse, después de todo estaba allí inconsciente y en cuanto le liberó este le cayó encima.
Cuestión que Koko le restó importancia y se dejó caer al piso sentada, con el chico sobre ella. Claro que intentó acomodarlo de una forma en que él estuviese cómodo mientras que le sostenía con ambos brazos como si se tratase de algún crío dormido.
No podía hacer otra cosa que esperar pacientemente a que despierte, aunque si vamos al caso, lo estaba poniendo en un peligro importante por el asunto del sello explosivo así que poco le duraría aquel pequeño placer a Datsue.
La pecosa se las ingenió para dejar acostado al shinobi en el piso y se dirigió a otra celda, algo alejada de la de su compañero solo para estarse segura de que no le alcanzaría la explosión en caso de que Katame hiciese detonar el explosivo que la joven kunoichi tenía en la pierna.
No había más nada que pudiera hacer, más que tomar asiento —abrazándose las piernas— en el rincón más oscuro de la celda para llorar durante el tiempo que le quedase de vida.
Cuestión que Koko le restó importancia y se dejó caer al piso sentada, con el chico sobre ella. Claro que intentó acomodarlo de una forma en que él estuviese cómodo mientras que le sostenía con ambos brazos como si se tratase de algún crío dormido.
No podía hacer otra cosa que esperar pacientemente a que despierte, aunque si vamos al caso, lo estaba poniendo en un peligro importante por el asunto del sello explosivo así que poco le duraría aquel pequeño placer a Datsue.
La pecosa se las ingenió para dejar acostado al shinobi en el piso y se dirigió a otra celda, algo alejada de la de su compañero solo para estarse segura de que no le alcanzaría la explosión en caso de que Katame hiciese detonar el explosivo que la joven kunoichi tenía en la pierna.
No había más nada que pudiera hacer, más que tomar asiento —abrazándose las piernas— en el rincón más oscuro de la celda para llorar durante el tiempo que le quedase de vida.