6/01/2018, 19:14
El lugar quedó en penumbra y la noché se tragó a los asaltantes. El único sonido que percibían los sentidos de Ralexion era su propia respiración, palmariamente agitada.
Akame se subió al árbol a su espalda en lo que el joven de Kusa se levantaba con ciertas dificultades. No apartó la mano de su hombro. Quedó apoyado con la extremidad libre contra el robusto tronco del vegetal. Cuando el otro Uchiha aterrizó frente a él, el pelinegro le dirigió una taciturna mirada.
—Hay que vendar esa herida, Ralexion-san —le indicó mientras buscaba algo entre sus posesiones.
Ralexion se limitó a asentir. Hincó una rodilla en tierra, agachándose. Terminó haciendo descansar a su reticente mano para que Akame dispusiese de acceso completo al virote. Apretó los dientes. Sabía que lo que venía a continuación iba a doler. Por una parte era mejor no tener que hacerlo él mismo, pero por otra no tener control del desagrable proceso le hacía sentir todavía más inquieto.
—A la de tres voy a sacar esta mierda. Una, dos...
El tres no llegó. Su congénere extrajo el artefacto con fuerza, sin pensárselo dos veces, tomando completa y absolutamente por sorpresa al kusajin. El referido gritó de dolor, y lo hizo aún más cuando se le hechó sake sobre la herida descubierta. La venda quedó empapada de inmediato dada la combinación de sangre con la bebida alcohólica. Al menos el sake era mucho mejor para desinfectar heridas, o eso quería creer.
Resollaba entrecortadamente. El hombro le ardía como mil demonios. Aún así, de sopetón, puso su mano derecha sobre el hombro de Akame, apretando con todas sus fuerzas. Su rostro mostraba debilidad, pero también rigor.
—¿Quién... era... ese tipo...? —preguntó con voz quebradiza— ¿Qué es esa joya, Akame...? ¿QUÉ... estamos haciendo aquí... en realidad...?
Akame se subió al árbol a su espalda en lo que el joven de Kusa se levantaba con ciertas dificultades. No apartó la mano de su hombro. Quedó apoyado con la extremidad libre contra el robusto tronco del vegetal. Cuando el otro Uchiha aterrizó frente a él, el pelinegro le dirigió una taciturna mirada.
—Hay que vendar esa herida, Ralexion-san —le indicó mientras buscaba algo entre sus posesiones.
Ralexion se limitó a asentir. Hincó una rodilla en tierra, agachándose. Terminó haciendo descansar a su reticente mano para que Akame dispusiese de acceso completo al virote. Apretó los dientes. Sabía que lo que venía a continuación iba a doler. Por una parte era mejor no tener que hacerlo él mismo, pero por otra no tener control del desagrable proceso le hacía sentir todavía más inquieto.
—A la de tres voy a sacar esta mierda. Una, dos...
El tres no llegó. Su congénere extrajo el artefacto con fuerza, sin pensárselo dos veces, tomando completa y absolutamente por sorpresa al kusajin. El referido gritó de dolor, y lo hizo aún más cuando se le hechó sake sobre la herida descubierta. La venda quedó empapada de inmediato dada la combinación de sangre con la bebida alcohólica. Al menos el sake era mucho mejor para desinfectar heridas, o eso quería creer.
Resollaba entrecortadamente. El hombro le ardía como mil demonios. Aún así, de sopetón, puso su mano derecha sobre el hombro de Akame, apretando con todas sus fuerzas. Su rostro mostraba debilidad, pero también rigor.
—¿Quién... era... ese tipo...? —preguntó con voz quebradiza— ¿Qué es esa joya, Akame...? ¿QUÉ... estamos haciendo aquí... en realidad...?