6/01/2018, 22:54
Abrí los ojos otra vez para ver un nuevo amanecer. Sería la frase perfecta para despertarme si no viviera en Amegakure, donde la diferencia entre la noche y el día apenas era perceptible debido a las intensas lluvias que nunca cesaban y por consecuencia, a las nubes que siempre cubrían nuestro cielo.
Aun así, eso no evitaba que cada mañana sonara el despertador que tenía programado. Me gustaba la organización, la planificación. No es que fuera un maniático del orden, pero no me gustaba perder el tiempo, pues era algo imposible de recuperar. Claro que, a veces las cosas no salían como uno las tenía planeabas y aquello era de lo más normal en la vida de un shinobi.
De cualquier modo, tocaba desayunar, entrenar, ducharse y luego el capítulo de los Ame Ranger. Aquello eran las dos primeras horas y media de mí día a día. La segunda parte era la más importante, porque un buen capítulo de los Ame Ranger siempre era importante. Y los Ame Ranger no tenían capítulos malos. Tal vez alguno peor que otro, pero no malos.
Me estaba vistiendo cuando lo vi. Sobre la mesilla de mi mesa había un pequeño papel, no más grande que el rectángulo que sea podía formar con el dedo gordo de índice de ambas manos. El papel decía lo siguiente:
El que había puesto ese papel ahí sabía cosas sobre mí. Tal vez habían sido mi madre o mi padre, incluso podía sospechar de mi pequeña hermana. Pero un algún interruptor muy dentro de mí se encendió. No podía pensar más allá de aquel pequeño acertijo. Un impulso muy fuerte me instaba a resolverlo, por encima de todas las cosas que ya tenía planeadas, incluso por encima del capítulo de los Ame Ranger.
Pero la respuesta, con la que di unos minutos más tarde, solo consiguió captar más mi interés. Terminé de vestirme y salí de casa.
En otro lugar de Amegakura, otra persona que estaba por levantarse, recibiría la misma nota, con exactamente el mismo tamaño y texto. Sin embargo, ¿Seria esa persona capaz de dar con la respuesta?
Aun así, eso no evitaba que cada mañana sonara el despertador que tenía programado. Me gustaba la organización, la planificación. No es que fuera un maniático del orden, pero no me gustaba perder el tiempo, pues era algo imposible de recuperar. Claro que, a veces las cosas no salían como uno las tenía planeabas y aquello era de lo más normal en la vida de un shinobi.
De cualquier modo, tocaba desayunar, entrenar, ducharse y luego el capítulo de los Ame Ranger. Aquello eran las dos primeras horas y media de mí día a día. La segunda parte era la más importante, porque un buen capítulo de los Ame Ranger siempre era importante. Y los Ame Ranger no tenían capítulos malos. Tal vez alguno peor que otro, pero no malos.
Me estaba vistiendo cuando lo vi. Sobre la mesilla de mi mesa había un pequeño papel, no más grande que el rectángulo que sea podía formar con el dedo gordo de índice de ambas manos. El papel decía lo siguiente:
La solución se encuentra donde tu vista no alcanza. Para resolverlo, esto no podrás leerlo.
Buena suerte.
Buena suerte.
El que había puesto ese papel ahí sabía cosas sobre mí. Tal vez habían sido mi madre o mi padre, incluso podía sospechar de mi pequeña hermana. Pero un algún interruptor muy dentro de mí se encendió. No podía pensar más allá de aquel pequeño acertijo. Un impulso muy fuerte me instaba a resolverlo, por encima de todas las cosas que ya tenía planeadas, incluso por encima del capítulo de los Ame Ranger.
Pero la respuesta, con la que di unos minutos más tarde, solo consiguió captar más mi interés. Terminé de vestirme y salí de casa.
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En otro lugar de Amegakura, otra persona que estaba por levantarse, recibiría la misma nota, con exactamente el mismo tamaño y texto. Sin embargo, ¿Seria esa persona capaz de dar con la respuesta?