7/01/2018, 08:46
A Koko no le dio tiempo ni a llorar. Tras alejarse de allí, buscando la celda más lejana —aparte de la de Datsue, había otras dos más en el medio, una cuarta con un montón de objetos viejos tirados y la suya propia—, se internó en la celda donde había permanecido los últimos dos días. La celda donde había llorado, padecido en solitario y… donde había sido violada.
Nada más adentrarse, sin embargo, oyó unos pasos rápidos a su espalda. Yume acababa de saltar desde la puerta de la habitación de Zaide y había recortado la distancia que les separaba en apenas un segundo. Tras ella, una segunda Yume corría hacia la salida.
—No te muevas —le ordenó, sin un ápice de misericordia en el tono de su voz. Tenía los ojos enrojecidos, como si hubiese llorado, y al hablar enseñaba los colmillos como una loba a punto de atacar—. Las manos arriba.
No tuvieron que esperar mucho hasta que Koko volviese a ver a Datsue. Caminaba con los brazos en alto, mientras Yume, a su espalda, le apuntaba con una naginata a escasos centímetros de la nuca.
La historia de cómo Datsue el Intrépido se dejó capturar no era una muy digna de contar. Se suponía que era un Uchiha, que ningún rival se le ocurriría enfrentársele en un uno contra uno. Pero allí estaba. Primero, siendo derrotado por un tuerto con los brazos inútiles, y ahora por ella. Si se viese obligado a narrar lo sucedido, no obstante, seguramente argumentaría que la conmoción cerebral todavía le estaba pasando factura. Que no la había visto llegar. Que cuando quiso reaccionar se llevó tal rodillazo en la boca que hizo replanteárselo.
Tenía los labios hinchados y ensangrentados, y los ojos llorosos por el dolor.
La segunda Yume le daba picotazos con la punta de la naginata hasta que, finalmente, le obligó a adentrarse en la celda junto a Koko. Datsue buscó con la mirada a Yume, como un amante en busca de complicidad. Sin embargo, notó que la kunoichi le rehuía los ojos. Una de ellas —la clon o la real, no tenían forma de saberlo—, se fue a grandes zancadas.
No tardó en volver, sin embargo, con un fardo de telas que tiró al suelo, entre ellas y ellos.
—Quítale el sello.
Datsue tragó saliva mezclado con algo de su propia sangre, que le supo a hierro. Aquella mujer no parecía de las que les gustaba tener que repetir las cosas. Con manos temblorosas, y tras arrodillarse, puso una mano en el sello y lo arrancó. De pronto, las telas perdieron fuerza, como si hubiesen estado atadas a gran presión y alguien hubiese deshecho el nudo de golpe. Cual momia, aquella figura humana se irguió. Medía más de dos metros, tenía brazos como troncos y la cabeza tan grande como un oso.
Era Kuma. Y estaba desnudo.
Nada más adentrarse, sin embargo, oyó unos pasos rápidos a su espalda. Yume acababa de saltar desde la puerta de la habitación de Zaide y había recortado la distancia que les separaba en apenas un segundo. Tras ella, una segunda Yume corría hacia la salida.
—No te muevas —le ordenó, sin un ápice de misericordia en el tono de su voz. Tenía los ojos enrojecidos, como si hubiese llorado, y al hablar enseñaba los colmillos como una loba a punto de atacar—. Las manos arriba.
No tuvieron que esperar mucho hasta que Koko volviese a ver a Datsue. Caminaba con los brazos en alto, mientras Yume, a su espalda, le apuntaba con una naginata a escasos centímetros de la nuca.
La historia de cómo Datsue el Intrépido se dejó capturar no era una muy digna de contar. Se suponía que era un Uchiha, que ningún rival se le ocurriría enfrentársele en un uno contra uno. Pero allí estaba. Primero, siendo derrotado por un tuerto con los brazos inútiles, y ahora por ella. Si se viese obligado a narrar lo sucedido, no obstante, seguramente argumentaría que la conmoción cerebral todavía le estaba pasando factura. Que no la había visto llegar. Que cuando quiso reaccionar se llevó tal rodillazo en la boca que hizo replanteárselo.
Tenía los labios hinchados y ensangrentados, y los ojos llorosos por el dolor.
La segunda Yume le daba picotazos con la punta de la naginata hasta que, finalmente, le obligó a adentrarse en la celda junto a Koko. Datsue buscó con la mirada a Yume, como un amante en busca de complicidad. Sin embargo, notó que la kunoichi le rehuía los ojos. Una de ellas —la clon o la real, no tenían forma de saberlo—, se fue a grandes zancadas.
No tardó en volver, sin embargo, con un fardo de telas que tiró al suelo, entre ellas y ellos.
—Quítale el sello.
Datsue tragó saliva mezclado con algo de su propia sangre, que le supo a hierro. Aquella mujer no parecía de las que les gustaba tener que repetir las cosas. Con manos temblorosas, y tras arrodillarse, puso una mano en el sello y lo arrancó. De pronto, las telas perdieron fuerza, como si hubiesen estado atadas a gran presión y alguien hubiese deshecho el nudo de golpe. Cual momia, aquella figura humana se irguió. Medía más de dos metros, tenía brazos como troncos y la cabeza tan grande como un oso.
Era Kuma. Y estaba desnudo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado