7/01/2018, 22:05
Datsue se había sobresaltado tanto al oír la explosión que, de no haberle esposado previamente Yume, hubiese chocado de cabeza contra el techo del brinco que pegó. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Había Katame hecho estallar finalmente el sello explosivo de Koko? ¿Estaría…?
—Está bien —soltó Yume, como si pudiese ver a través de él—. Ahora preocúpate por ti. ¿Cómo nos encontraste?
Koko estaba en otra celda. Como la que había sido suya originalmente tenía las esposas rotas, la habían trasladado a otra, concretamente a la que estaba al lado de la de Datsue, dando pared con pared.
Yume había recuperado su bandana —puesta allí como una medida de protección extra a una zona tan delicada—, y la había vuelto a esposar, de igual forma que en la anterior ocasión. Muda, y con el rostro todavía crispado, había acercado una mano al muslo de la kunoichi para aplicarle el Shōsen no Jutsu y aliviarle el dolor en la zona donde había estado pegado el sello explosivo.
Kuma daba vueltas en el exterior de las celdas, como una bestia enjaulada. Quería matar a ese crío. Quería clavar sus pulgares en aquellos ojos de bufón suyos y hundirlos hasta hacer un puré con su cerebro. Quería arrancarle la cabeza de cuajo con las manos y aplastársela contra una roca. Quería abrazarle hasta que oyese el chasquido de sus huesos al romperse y su esternón clavándose en el corazón.
Y luego, solo entonces, se desahogaría con la chica. Había apelado al Código para no matarla, pues él no era ningún enfermo que le gustase follar a los muertos. No, él siempre había tenido muy bien la cabeza. El problema era Yume. Aquella zorra casi siempre lograba interponerse. Sabía que ella le odiaba, y que el único motivo por el que seguía vivo era por ese juramento mortal que Zaide les había obligado a todos hacer. Lo que ella no sabía…
...es que él la hubiese matado mucho antes de que eso llegase a suceder.
Yume le oyó venir antes de que abriese su maloliente boca. Sabía que aquel bastardo la odiaba, por mucho que tratase de ocultar aquel sentimiento en un mutismo exacerbado. De no ser por el juramento, estaba convencida de que aquel cabrón la hubiese matado al mínimo despiste. Lo que él no sabía…
…es que ella le hubiese matado mucho antes de que eso llegase a suceder.
—Tienes que contarme qué está pasando.
Yume apenas le dedicó una mirada de reojo.
—Que tu amiguito Datsue me está contando con pelos y señales cómo tú y el cabronazo de Katame os pasásteis lo acordado por los cojones, eso está pasando. Deja de hacer el exhibicionista y sube a hablar con Zaide. Tiene algo que decirte.
Datsue contempló, con un suspiro de alivio, como Kuma se alejaba de su celda. Definitivamente, prefería mucho antes a Yume que a él como interrogadora.
Al final, el Uchiha tan solo había podido mantener en secreto su pequeña ayuda con el sello de rastreo, pero por el resto había cantado todo. Tampoco valía la pena negarlo. Su infiltración, hacerse pasar por Kuma… todo aquello caía de cajón.
—Entonces, ¿qué pensáis hacernos? —se atrevió a preguntar.
El silencio que se produjo fue el más largo que el Uchiha tuvo que soportar nunca. Y eso que solo había durado un segundo.
—Pronto lo sabrás.
Chasqueó la lengua. Datsue casi prefería saber que iba a morir que vivir con aquella incertidumbre.
—Pero, el Código… Kuma me contó que… no matáis a inocentes.
Yume resopló, cortando en el acto lo que iba a ser una perorata por su parte.
—¿Acaso crees que alguien sigue el jodido Código? Ni siquiera su creador —le escupió Yume—. Además, vosotros no sois inocentes. Dejasteis de serlo en cuanto tu amiga trató de matar al mío.
Datsue se quedó con la boca entreabierta. «¡No te jode! ¡Después de haber pasado dos días encerrada y haber sido violada!». Pero se guardó aquel pensamiento para sí, porque, aunque hubiese tenido la valentía de decírselo, hubiese hablado con el aire. Yume acababa de desaparecer en una nube de humo.
Koko llevaba sola un buen rato. Tras las curas, Yume la había dejado sola, y nadie había entrado a importunarla. Nadie hasta aquel preciso instante, cuando vio la figura de Zaide asomarse en su puerta. Se apoyaba en un bastón y lucía extremadamente débil, pero vivo.
Arrastró los pies, con lentitud, hasta plantarse frente a ella. Su respiración seguía sonando rota y enferma, quizá incluso más que antes.
—Come —dijo, entregándole un plato repleto de sardinas a la brasa, recién hechas. Se sentó frente a ella, dejándole a su lado un vaso que había estado sujetando entre en el codo y un costado, lleno de líquido. Entonces se cruzó de piernas, apoyó las manos contra el suelo y la observó, sin decir nada.
—Está bien —soltó Yume, como si pudiese ver a través de él—. Ahora preocúpate por ti. ¿Cómo nos encontraste?
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Koko estaba en otra celda. Como la que había sido suya originalmente tenía las esposas rotas, la habían trasladado a otra, concretamente a la que estaba al lado de la de Datsue, dando pared con pared.
Yume había recuperado su bandana —puesta allí como una medida de protección extra a una zona tan delicada—, y la había vuelto a esposar, de igual forma que en la anterior ocasión. Muda, y con el rostro todavía crispado, había acercado una mano al muslo de la kunoichi para aplicarle el Shōsen no Jutsu y aliviarle el dolor en la zona donde había estado pegado el sello explosivo.
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Kuma daba vueltas en el exterior de las celdas, como una bestia enjaulada. Quería matar a ese crío. Quería clavar sus pulgares en aquellos ojos de bufón suyos y hundirlos hasta hacer un puré con su cerebro. Quería arrancarle la cabeza de cuajo con las manos y aplastársela contra una roca. Quería abrazarle hasta que oyese el chasquido de sus huesos al romperse y su esternón clavándose en el corazón.
Y luego, solo entonces, se desahogaría con la chica. Había apelado al Código para no matarla, pues él no era ningún enfermo que le gustase follar a los muertos. No, él siempre había tenido muy bien la cabeza. El problema era Yume. Aquella zorra casi siempre lograba interponerse. Sabía que ella le odiaba, y que el único motivo por el que seguía vivo era por ese juramento mortal que Zaide les había obligado a todos hacer. Lo que ella no sabía…
...es que él la hubiese matado mucho antes de que eso llegase a suceder.
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Yume le oyó venir antes de que abriese su maloliente boca. Sabía que aquel bastardo la odiaba, por mucho que tratase de ocultar aquel sentimiento en un mutismo exacerbado. De no ser por el juramento, estaba convencida de que aquel cabrón la hubiese matado al mínimo despiste. Lo que él no sabía…
…es que ella le hubiese matado mucho antes de que eso llegase a suceder.
—Tienes que contarme qué está pasando.
Yume apenas le dedicó una mirada de reojo.
—Que tu amiguito Datsue me está contando con pelos y señales cómo tú y el cabronazo de Katame os pasásteis lo acordado por los cojones, eso está pasando. Deja de hacer el exhibicionista y sube a hablar con Zaide. Tiene algo que decirte.
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Datsue contempló, con un suspiro de alivio, como Kuma se alejaba de su celda. Definitivamente, prefería mucho antes a Yume que a él como interrogadora.
Al final, el Uchiha tan solo había podido mantener en secreto su pequeña ayuda con el sello de rastreo, pero por el resto había cantado todo. Tampoco valía la pena negarlo. Su infiltración, hacerse pasar por Kuma… todo aquello caía de cajón.
—Entonces, ¿qué pensáis hacernos? —se atrevió a preguntar.
El silencio que se produjo fue el más largo que el Uchiha tuvo que soportar nunca. Y eso que solo había durado un segundo.
—Pronto lo sabrás.
Chasqueó la lengua. Datsue casi prefería saber que iba a morir que vivir con aquella incertidumbre.
—Pero, el Código… Kuma me contó que… no matáis a inocentes.
Yume resopló, cortando en el acto lo que iba a ser una perorata por su parte.
—¿Acaso crees que alguien sigue el jodido Código? Ni siquiera su creador —le escupió Yume—. Además, vosotros no sois inocentes. Dejasteis de serlo en cuanto tu amiga trató de matar al mío.
Datsue se quedó con la boca entreabierta. «¡No te jode! ¡Después de haber pasado dos días encerrada y haber sido violada!». Pero se guardó aquel pensamiento para sí, porque, aunque hubiese tenido la valentía de decírselo, hubiese hablado con el aire. Yume acababa de desaparecer en una nube de humo.
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Horas más tarde…
Koko llevaba sola un buen rato. Tras las curas, Yume la había dejado sola, y nadie había entrado a importunarla. Nadie hasta aquel preciso instante, cuando vio la figura de Zaide asomarse en su puerta. Se apoyaba en un bastón y lucía extremadamente débil, pero vivo.
Arrastró los pies, con lentitud, hasta plantarse frente a ella. Su respiración seguía sonando rota y enferma, quizá incluso más que antes.
—Come —dijo, entregándole un plato repleto de sardinas a la brasa, recién hechas. Se sentó frente a ella, dejándole a su lado un vaso que había estado sujetando entre en el codo y un costado, lleno de líquido. Entonces se cruzó de piernas, apoyó las manos contra el suelo y la observó, sin decir nada.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado