7/01/2018, 23:44
Akame observó a su pariente terminar ávidamente con las últimas reservas de agua que les quedaban con un gesto más que desesperado. Conforme el silencio retornaba al claro, el Uchiha iba despejando sus pensamientos, al principio llenos de cálculos y escenarios en los que seguía la pista a aquellos mercenarios hasta conseguir aislar a uno, capturarlo, y sacarle toda la información que pudiera. «Ahora tenemos preocupaciones más acuciantes...»
La primera de una larga lista sería que cuando se levantasen al día siguiente no tendrían agua para hacer el largo camino de vuelta a Tane-Shigai.
—Ralexion-san, ¿hay algún pueblo cerca de aquí? Mañana tendremos que aprovisionarnos de agua —dijo el uzujin, haciendo caso omiso de la pregunta de su guía, con cierto tono seco. En el fondo Akame estaba molesto porque sabía que había planificado mal el viaje; no había llevado agua suficiente, aunque sí comida.
Sea como fuere, el Uchiha sacó de su petate un grueso saco de dormir y lo estiró junto a la hoguera. Ralexion todavía seguía apoyado en el árbol de grueso tronco, con aquella fea herida en el hombro. De haber sido Akame una persona menos serena probablemente habría perdido los papeles allí mismo; en mitad de la jungla, con la única persona que sabía volver en mal estado y lejos de cualquier fuente de agua o tratamiento médico.
En lugar de echarse a llorar, o perder los estribos, Akame simplemente se sentó sobre su saco de dormir, encarando la hoguera. Sus ojos habían vuelto a la normalidad —recuperando el color azabache que les caracterizaba— y estaban ahora fijos en las llamas, como si el sinuoso baile del fuego resultara hipnótico para ellos.
—No tengo una respuesta clara a esa pregunta —dijo de repente el muchacho—. Mis investigaciones me han revelado que, hasta la fecha, Uróboros no es más que un misterio envuelto en la bruma del tiempo. Y no he encontrado todavía una forma concreta de definirlo... ¿Un símbolo? ¿Un credo? ¿Una... Una forma de ver el mundo? Todo cuanto se conoce relacionado con este tema es ancestral, de mucho antes de las Cinco Grandes Aldeas. Había gente que tenía una relación especial con este símbolo... ¿Adoración? ¿Estudio? No tengo ni la más remota idea.
Hablaba con sinceridad, sin despegar su vista de las llamas. Estiró el brazo derecho para sacar un bollo envuelto en papel de arroz de uno de los bolsillos de su mochila y, tras abrirlo, le dio un bocado con aire distraído.
—Sea lo que sea, Uróboros es el factor común de una serie de sucesos... Paranormales, si quieres llamarlo así, que he vivido en los últimos meses —sólo en ese momento el joven Uchiha desvió la mirada hacia su congénere—. Hay alguien detrás de todos ellos. O un grupo de personas. No sé quiénes son ni qué quieren, pero sí que se han cruzado en mi camino y que están relacionados con Uróboros. Y esa gema...
»Emitía un chakra muy peculiar... Tú también lo viste, ¿verdad?
La primera de una larga lista sería que cuando se levantasen al día siguiente no tendrían agua para hacer el largo camino de vuelta a Tane-Shigai.
—Ralexion-san, ¿hay algún pueblo cerca de aquí? Mañana tendremos que aprovisionarnos de agua —dijo el uzujin, haciendo caso omiso de la pregunta de su guía, con cierto tono seco. En el fondo Akame estaba molesto porque sabía que había planificado mal el viaje; no había llevado agua suficiente, aunque sí comida.
Sea como fuere, el Uchiha sacó de su petate un grueso saco de dormir y lo estiró junto a la hoguera. Ralexion todavía seguía apoyado en el árbol de grueso tronco, con aquella fea herida en el hombro. De haber sido Akame una persona menos serena probablemente habría perdido los papeles allí mismo; en mitad de la jungla, con la única persona que sabía volver en mal estado y lejos de cualquier fuente de agua o tratamiento médico.
En lugar de echarse a llorar, o perder los estribos, Akame simplemente se sentó sobre su saco de dormir, encarando la hoguera. Sus ojos habían vuelto a la normalidad —recuperando el color azabache que les caracterizaba— y estaban ahora fijos en las llamas, como si el sinuoso baile del fuego resultara hipnótico para ellos.
—No tengo una respuesta clara a esa pregunta —dijo de repente el muchacho—. Mis investigaciones me han revelado que, hasta la fecha, Uróboros no es más que un misterio envuelto en la bruma del tiempo. Y no he encontrado todavía una forma concreta de definirlo... ¿Un símbolo? ¿Un credo? ¿Una... Una forma de ver el mundo? Todo cuanto se conoce relacionado con este tema es ancestral, de mucho antes de las Cinco Grandes Aldeas. Había gente que tenía una relación especial con este símbolo... ¿Adoración? ¿Estudio? No tengo ni la más remota idea.
Hablaba con sinceridad, sin despegar su vista de las llamas. Estiró el brazo derecho para sacar un bollo envuelto en papel de arroz de uno de los bolsillos de su mochila y, tras abrirlo, le dio un bocado con aire distraído.
—Sea lo que sea, Uróboros es el factor común de una serie de sucesos... Paranormales, si quieres llamarlo así, que he vivido en los últimos meses —sólo en ese momento el joven Uchiha desvió la mirada hacia su congénere—. Hay alguien detrás de todos ellos. O un grupo de personas. No sé quiénes son ni qué quieren, pero sí que se han cruzado en mi camino y que están relacionados con Uróboros. Y esa gema...
»Emitía un chakra muy peculiar... Tú también lo viste, ¿verdad?