El Cañón del Secuestrado

[Uchiha Datsue]

—¿Qué tengo que hacer?

—Mucho —respondió de forma franca, Zaide—. Tendrás que… ser sincera.

Invadido por un repentino ataque de tos, el Uchiha se llevó una mano a la boca mientras su pecho se sacudía de forma violenta ante cada tosido. Estuvo así un buen rato, tosiendo y tosiendo sin parar, hasta que poco a poco le fue remitiendo. Se limpió la mano —ahora ensangrentada—, restregándosela contra el pantalón, y apoyó la frente en el puño de una mano, manteniéndose en silencio por un buen rato.

Un gran rato.

—Antes éramos muchos, ¿sabes? —empezó a hablar de repente, sin alzar la mirada—. Hacíamos de todo: robos, secuestros, vigilancias… alguna ejecución. Como vosotros los ninjas, vaya, pero al otro lado de la ley. Siempre me resultó gracioso esa doble moral —hizo un ademán con la mano libre, como restándole importancia al último comentario—. Entonces conocimos al Dragón Rojo. Una pequeña mafia, por aquel entonces, del Puerto Kasukami. Les ayudamos a crecer, y pronto se convirtieron en nuestros mejores clientes. Pagaban bien, por adelantado y eran gente seria.

Levantó la mirada.

—¿Tienes experiencia con las mafias de drogas?