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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
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Episodio primero - Ni drogas ni rock and roll

-Tsuyo, quiero uno más

El hombre, de ojos cerúleos y puntiagudo cabello rojo atado en una coleta, intentó resistirse a los encantos de su mujer, que después de zarandearlo con cariño le clavó esa mirada esmeralda que había logrado mantenerlo enamorado por ya doce años. Había que escapar, no podía enfrentarse a esos ojos. Desviaba la mirada, intentaba cambiar de tema. Tenía habilidad para hablar, debía refugiarse en ella como tantas veces lo había hecho para sortear las dificultades que la conversación le planteaba. Un halago por aquí, un comentario acerca del clima por allá y finalmente un llamado a alguno de sus hijos para hacerles una pregunta ridículamente complicada acerca de las lecciones de Fuuinjutsu que había comenzado a darles hace poco.

-¡Niños!

-Tsuuuuu-chan, nada de técnicas de distracción, quiero mi respuesta

Era imposible. Se había casado con la única persona en todo Uzushiogakure que parecía ser inmune a sus habilidades. Además, incluso aunque se esmerara y lograra una vez más postergar el pedido, no lograría escapar por siempre. Lo peor de todo, era que deseaba decirle que sí con todo su corazón. La situación de la aldea era buena y estable, económicamente estaban cómodos y ambos tenían ganas. ¿Por qué entonces negarse?

-¡Papi, papi, papi, papi, papi, papi!
-¡Pa, pa, pa, pa, pa, pa, pa, pa!

Dos vocecillas infantiles se acercaban desde lejos en un coro descoordinado y tremendamente estridente.
-Estos dos son muy incómodos de escuchar Nagami- soltó serio el pelirrojo. La mujer lo miró desilusionada por algunos segundos, pero no se rendiría tan fácilmente. Frunció el entrecejo y se preparó para volver al ataque con nuevos y relucientes argumentos acerca de lo linda que sería la experiencia y de lo mucho que deseaba hacer crecer la familia. No eran necesarios.

-Tal vez una voz más lo solucione


Episodio segundo - Aquel infame caballo extravagante

Los cinco colorados conformaban una familia Uzumaki de pura sepa, y eso a Tsuyo le encantaba. Sus responsabilidades como consejero de la Uzukage y como uno de los referentes del clan le dejaban poco tiempo para estar en casa, pero cada vez que tenía la oportunidad de escaparse, pasaba tardes enteras instruyendo a sus dos hijos mayores en las artes del fuuinjutsu.

Akamazu y Reisei aprendían rápido, comprendían sin necesidad de demasiada explicación los fundamentos teóricos, y a la ahora de aplicarlos técnicamente cumplían con las expectativas de su viejo. A Tsuyo no le sorprendía, llevaban su propia sangre y la de Nagami, que era una de las más habilidosas kunoichis que jamás había conocido. Quién sí lo dejaba completamente pasmado era el pequeño Tantei. Aquel enano insignificante, de tan solo dos años y medio de edad, participaba como oyente de las clases, y además de hablar con una increíble fluidez y de dominar su cuerpo con destreza, era capaz de replicar varias combinaciones de sellos manuales de memoria, con precisión y a alta velocidad. Claro que aún no dominaba en absoluto su chakra, pero era bastante impresionante. Solo por estar ahí sentado mirando a sus hermanos, aparentemente papando moscas, el niño había amaestrado uno de los pilares fundamentales del ninjutsu.

Tsuyo lo ocultaba con maestría, pero el pequeñajo era sin dudas su favorito. Era imposible que no lo fuera. Aquel niño era lo que todo padre shinobi quería tener. Porque a pesar de que no tenía idea de si aquella superioridad intelectual se mantendría al crecer, en aquel momento, el jounnin podía hacer alarde de que su hijo era un auténtico prodigio. Y de hecho lo hacía. Media aldea había oído hablar ya de "Tantei, el prodigio Uzumaki", a pesar de que el niño apenas tenía control de esfínteres. Nagami se lo reprochaba todo el tiempo. Sabía que esa actitud podría despertar los celos de sus hijos mayores y no quería que nada rompiera la armonía de su familia. Tsuyo la ignoraba, no tenía cargo de conciencia. Tenía un favorito, claro, pero los quería a los tres por igual. Y sus hijos lo sabían.

Triste fue que se despidieran tan temprano.

Una semana después de que celebraran el tercer cumpleaños de Tantei, un comunicado urgente llegó a las puertas de la residencia Uzumaki Uzumaki.

Uzumaki Tsuyo era requerido urgente para una misión de nivel S. Algo estaba sucediendo en Amegakure y las fuerzas de la alianza estaban siendo convocadas. Uzushiogakure tenía la responsabilidad de garantizar un cuerpo poderoso de shinobis con conocimiento avanzado en técnicas de sellado. La Sandaime Uzukage en persona lideraría ese grupo, y Tsuyo era una pieza fundamental. Nagami, que originalmente también había sido citada, podría quedarse por falta de familiares que pudieran hacerse cargo de los tres infantes de la familia.

-Chicos, tengo que irme por un tiempo. El mundo necesita de shinobis con nuestras habilidades. Necesita de personas que sean capaces de encerrar la maldad; de atraparla y limitar su libertad para que no puedan dañar a otros. Eso es lo que voy a hacer ahora, a encerrar una gran cantidad de maldad que está lastimando a gente inocente. Familias felices como nosotros. Niños estupendos como ustedes, con un gran futuro. Volveré en unos días, ¿está bien?

Con siete, cinco y tres años, eso fue lo último que los tres hermanos escucharon de su papá. Más tarde, en la medida en que cada uno fue alcanzando la edad adecuada, Nagami les explicó que aquella "maldad" de la que su padre había hablado era una criatura conocida como Bijuu. Les explicó lo poco que sabía de su naturaleza y la historia del mundo ninja y como aquellas criaturas ya habían aparecido en otras ocasiones. Les hizo entender que su padre había sido un héroe, que se había sacrificado por todos. Pero aquellos niños no necesitaban tal explicación. Eran inteligentes y conocían a su padre. Sabían que si los había abandonado como lo había hecho, era porque su admirado papá no había tenido otra oportunidad. No necesitaban que les recordaran que había sido un héroe ahora que no estaba, porque él se los había dejado más que claro cada día que había compartido con ellos.

Los niños entendieron y aceptaron el destino de su viejo, y se unieron más que nunca. Como consecuencia su pérdida se volvieron una auténtica fortaleza. Nagami entendió entonces que no tenía de qué preocuparse, sus hijos soportarían el dolor y se volverían hombres tan valerosos como Tsuyo; y saber eso, la obligó a ella mantenerse fuerte. Si el recuerdo de su padre eran los cimientos de la fortaleza, ella se volvería la muralla que la protegiera.



Episodio tercero - Palmada va, palmada viene

Una seña fue suficiente para que los otros dos miembros del equipo entendieran su orden. Uno se abrió hacia la derecha, el otro hacia la izquierda. Él avanzó por el medio, directo al objetivo, un poco más lento que sus compañeros, para darles tiempo a completar el recorrido primero. No era el más rápido, tampoco el más fuerte, ni mucho menos el que conocía más técnicas. Pero conocía "la" técnica y eso era lo que necesitaban en ese momento.

Llegó el de la izquierda con una velocidad centellante, cruzando el aire al tiempo que lanzaba una patada voladora. Inmediatamente llegó el de la derecha con una potencia inesperada, surcando el terreno con una patada al raz del suelo. Habían mejorado, sin lugar a dudas, pero así no llegarían a nada. Deshacerse de ellos no hubiera sido un inconveniente de no ser por lo que pasó a continuación: el rezagado, el tercero del equipo, aquel que cuidadosamente había avanzado por el carril central, había aparecido repentinamente justo enfrente a ella, y parecía estar terminando una larga serie de sellos. ¿Acaso los otros dos habían sido una distracción? Sintió como le estampaban una palmada en el abdomen, y de repente todo su sistema de chakra pareció volverse loco. Por unos segundos estuvo verdaderamente sorprendida. "¡¿Cómo mierda?!". Pero nada sucedió. Bloqueó la patada voladora, esquivo la rasante, y mandó a volar de un golpe al atrevido que había osado burlar sus defensas.

-¡Maldición Tan! ¡Nos dijiste que ya lo habías dominado completamente! ¡¿Que fue eso?!- Bramó, desde el suelo, el más grande de los tres chicos que había conformado el equipo de ataque, el de la patada voladora.

-Pff... que fiasco. Te dije que no lo lograría, me debes unos fideos- Agregó el segundo, el de la patada rasante.

-Mierda... estaba seguro de que esa fórmula funcionaría

-¿Qué fue esa fórmula Tan? ¿Qué estabas intentando? Debo confesarte que por un segundo se sintió como el Gogyō Fūin

-Es algo en lo que estuvimos trabajando. Un nuevo estilo de combate con sellos. Es un secreto Papá, no podemos contártelo hasta que no esté listo... lo que claramente no será hoy- Dijo mientras lanzaba una mirada acusadora al pequeño Tantei.

-Son bastante exigentes para haberse rendido tan rápido, idiotas- Soltó con actitud el pequeño.

-Enano de mierda... - Balbuceó el grande por lo bajo.

-¡Eh! Tranquilo Akamazu. Además, si es un estilo que están desarrollando los tres, ¿Por qué es Tan el responsable de completar la técnica?

Silencio absoluto. Dos caras enojadas y una con una sonrisa de oreja a oreja, pero ninguno contestó.

-Respondan, ahora

-Porque nosotros no pudimos completarlo y Tantei es el único que quiere seguir insistiendo como un idiota. Dijo que si le dábamos algún tiempo lo lograría, y no lo hizo, así que...

-Así que el más pequeño de ustedes es el único que tiene lo necesario para ser un Gennin

-¡¿Qué?! ¡Pero si ni siquiera sabe ninjutsu de academia!

-Dame tres días, inútil

-¡Eso es todo, voy a matarte enano pedante!- Gritó mientras salía corriendo directo hacia Tantei.

Nagami se movió rápido y contuvo a su hijo mayor. Ya estaba acostumbrada, aquel era solo un día más en la vida de una madre viuda que había cometido el hermoso, escalofriante, placentero e insufrible error de tener una familia numerosa. Akamazu, Reisei y Tantei habían nacido uno cada dos años, por lo que cada vez que uno salía de una etapa el próximo estaba entrando en ella. Esto hizo que Nagami y Tsuyo pasaran más de seis años seguidos de cambio de pañales, sueño interrumpido y vómito aleatorio.

Pero valía la pena, aquellos tres niños eran cada uno tan especial como el otro. En ese momento, con doce, diez y ocho años, cada uno le recordaba, a su manera, una faceta de su esposo. Era como si Tsuyo nunca los hubiera dejado.

Akamazu era muy activo, explosivo y temperamental. Podía pasar de estar riéndose a carcajadas a estar rabiando contra absolutamente todo. Era de muy poca paciencia y prácticamente vivía todo el tiempo enojado por alguna bobada insignificante.

Reisei era tranquilo, más bien introspectivo y muy racional. Una auténtica balanza, un niño con mucha autocrítica. Un analista de situaciones, que prefería dejar a los demás encargarse de las cosas y participar únicamente cuando sentía que de verdad era necesario.

Tantei era un pequeño detective. Curioso como muy pocos, siempre buscando descubrir y aprender cosas nuevas, e igualmente creativo. Un intelectual en potencia.

Los tres tenían la melena salvaje de su padre, por lo que juntos, sobre todo de pequeños, conformaban una imagen de lo más tierna y pintoresca. A pesar de sus notorias diferencias, aquellas tres bolas de fuego andaban en grupo para todos lados. Se cuidaban mutuamente, se admiraban, se respetaban y sobre todo se entendían.



Episodio quinto - Después del hombre con cabeza de kiwi

Abrió los ojos con dificultad. Le costaba enfocar, pero rápidamente identificó dos melenas coloradas que lo acechaban. Se dio cuenta de que estaba acostado en algún lugar. Se sentía atrapado en una especie de burbuja, sabía que le estaban hablando pero no podía oír nada con claridad, era como si los sonidos vinieran de muy lejos. Pestañó varias veces intentando recuperar la vista. No funcionó. Intentó moverse, sentir su cuerpo. Tampoco pudo hacerlo. Estaba completamente agotado, como si hubiera corrido tres triatlones. Sus ojos volvieron a cerrarse, y de repente estaba lejos, muy lejos. ¿Lejos de dónde? No tenía idea, porque no había logrado descubrir en donde había estado, pero seguro era que no estaba más ahí.

Caminaba por el jardín de cerezos de la aldea. El cielo era rojo, bañado de nubes blancas y negras. Se miró las manos; blanco. Se miró los pies; negro. Miró el suelo; rojo. Todo se reducía a blanco, negro y rojo. Todo menos la cabeza de la figura humanoide que estaba parada frente a él, a no más de cinco metros. Era un kiwi cortado por la mitad, verde con ocho semillas negras distribuidas a cada uno de los lados de una beta de color verde claro situada en la mitad de la extravagante fruta.

El hombre comenzó a avanzar y él a correr. ¿O fue al revés? ¿El comenzó a correr y el hombre a perseguirlo? No estaba seguro, pero no se detendría a preguntarle.

Recorrió el jardín por lo que parecieron horas. Cada vez que miraba hacia atrás el hombre con cabeza de kiwi se encontraba a la misma distancia, avanzando lento y tranquilo, como si tuviera la seguridad absoluta de que alcanzaría a su presa tarde o temprano. Decidió entonces detenerse, y el hombre con cabeza de kiwi hizo lo mismo. ¿O se detuvo primero el hombre con cabeza de kiwi, y él lo imitó?

Se quedaron quietos, mirándose el uno al otro. ¿Quién era ese tipo? ¿Qué era? Lo sentía perturbadoramente cercano y familiar. De repente desapareció, y Tantei quedó solo, cavilando. ¿Cuál era su comida favorita? ¿Y su color favorito? ¿Cuál era su canción favorita? ¿Su lugar favorito? Esa la sabía, el jardín de cerezos. Le encantaba ese jardín porque Tsuyo los llevaba a él y a sus hermanos a pasear cuando pequeños. ¿Y si se daba vuelta? De repente sintió que debía hacerlo, que debía voltear. Lo hizo.

Ahí, frente a él, colgando de las ramas de los cerezos, se vio sí mismo ahorcado en mil versiones diferentes. Con cuatro, con seis, con ocho y diez, con quince, con veinte y tantos y treinta y más. Con ropa que no usaba hace mucho, con la misma ropa que usaba siempre y con ropa que seguramente usaría algún día. Se vio a él con pelo corto y largo, alto y bajo, incluso con barba.

Abrió los ojos sobresaltado. Ahora veía perfecto, estaba en un hospital. Sus hermanos lo miraban horrorizados. Akamazu había estado llorando, se le notaba. Ambos estaban completamente devastados. Se lanzaron sobre él para abrazarlo.

-¿Qué...?- alcanzó a susurrar-¿Qué pasó?

Los dos muchachos se separaron. Se miraron entre ellos y devolvieron la mirada a su hermano menor.

-¿Eh? Es decir que... ¿no recuerdas nada?

Tantei recorrió la habitación con la mirada. No tardó en sacar conclusiones, era rápido para eso. Algo le había pasado, obvio, no tenía ni la menor idea de qué, pero algo claramente fuera de lo común, porque no tenía ninguna herida. En cualquier caso, ¿dónde estaba su ma...

El corazón le dio un vuelco.

-¿Dónde está mamá?

Con dieciséis, catorce y doce años, los tres hermanos perdieron a su mamá. Después de calmarlo y llorar con él, Akamazu y Reisei le explicaron a Tantei lo poco que sabían.

Catorce días atrás, una tarde como cualquier otra, él había desaparecido. Salió de la casa y no volvió. Tenía sentido, lo último que recordaba era haber salido a comprar algo para comer. Al cabo de varias horas, ya muy alterada, Nagami les había dicho que esperaran en la casa, que ella misma lo encontraría. Después de eso, ella también desapareció. Akamazu y Reisei estuvieron solos el día siguiente, esperando que su mamá volviera con él, pero no hubo noticias, por lo que acudieron a los ancianos del clan por ayuda. Los ancianos hicieron llegar la noticia a Shiona. Dos miembros de la aldea habían desaparecido sin dejar absolutamente ningún rastro, era como si la tierra los hubiera tragado. Se reunió un grupo especial de ninjas sensores y se desplegó una búsqueda que duró varios días. No aparecía nada. No había pistas, rastros, nada. Era como si literalmente hubieran sido transportados a una dimensión paralela. Aparentemente no habían salido de la aldea, pero dentro de ella nadie los había visto.

La familia Tsuyo-Nagami era bastante conocida. Tsuyo había sido uno de los héroes en el sellado del Gobi, y Nagami era una kunoichi de alto nivel, por lo que su desaparición junto con uno de sus hijos, y el hecho de que sus otros dos hijos hubieran quedado completamente abandonados, no tardó en generar un revuelo importante. Por algunos días, estuvo en boca de todos.

El catorceavo día Nagami apareció en el hospital de la aldea, con Tantei en sus brazos, sano y dormido, y una herida mortal en forma de espiral en el abdomen. Intentaron tratarla, pero los daños internos eran irreparables. Tenía prácticamente todo el organismo devastado. Era impresionante que no hubiera muerto en el acto y que además hubiera sido capaz de cargar con el chico.

Tantei había estado durmiendo desde entonces.

Shiona en persona se había encargado de hablar con Akamazu y Reisei. Les había prometido averiguar lo sucedido, pero por el momento era toda la información que tenían. A día de hoy, esa sigue siendo la única información disponible del caso.


Episodio sexto - ¿Listos? Ahí va

¿Ya dije que los tres hermanos eran una fortaleza? Si lo hice lo repito: eran una maldita fortaleza.

Con la contención de su clan, pero fundamentalmente por tenerse entre ellos, lograron sobreponerse a la pérdida de su madre. Maduraron de golpe, ¿cómo no hacerlo? Eran tres huérfanos de tan solo dieciocho, dieciséis y catorce años.

El Fuuinjutsu, la disciplina que tanto su mamá como su papá les habían inculcado durante toda su infancia, se volvió mucho más para ellos que simplemente un conocimiento ninja. Se convirtió en eso que los conectaba con los recuerdos de sus padres. Se volvió un símbolo.

Entrenaban duro, se ayudaban mutuamente, se desafiaban y potenciaban. Cada uno de los tres aportaba algo que los otros dos no tenían. Se complementaban, y esto hizo que lograran superar grandes obstáculos que de otra forma hubieran representado desafíos mucho mayores. Cada uno tenía literalmente tres cabezas.

Akamazu escaló rangos y se volvió un jounnin. Como su padre alguna vez se volvió un referente dentro de los Uzumaki, lo que hizo que además de las misiones tuviera que empezar a destinar cada vez más tiempo a cumplir responsabilidades dentro del clan. Tuvo que tapar todos los huecos que sus padres dejaron y hacerse cargo de mantener económicamente aquel núcleo de tres. Se volvió la cabeza de la familia.

Reisei alcanzó también el rango de jounnin a pesar de su corta de edad, superando por unos poco meses la marca que había impuesto Akamazu. Como no tiene tantas responsabilidades como su hermano mayor es quién tuvo que encargarse de resolver los pequeños inconvenientes del día a día. Entre misión y misión se asegura de mantener la casa en buen estado y de que su hermano menor siempre tenga lo que necesita.

Tantei se graduó con honores de la academia. Sabe que a pesar de haber probado la vida del shinobi desde temprano, lo más difícil está por venir, y está ansioso por vivirlo. Las historias de su papá, su mamá y sus hermanos acerca de sus experiencias como ninjas no hicieron más que motivarlo, y cree estar completamente preparado psicológicamente para tener sus propias experiencias. Muy preparado de verdad. Tal vez incluso, demasiado preparado.
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Mensajes en este tema
Las rimbombantes memorias de Uzumaki Tantei y su despampanante melena escarlata - por Tantei - 16/08/2015, 00:55


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