9/01/2018, 23:35
Akame saboreó el silencio que sucedió a su extensa y probablemente poco clara explicación. Probablemente en ese preciso instante Ralexion estaría sintiendo exactamente lo mismo que él había experimentado decenas de veces investigando todo aquel oscuro y misterioso asunto. Todo lo que rodeaba a Uróboros y a quienes fueran que estaban detrás de lo que quiera que estuviesen era raro, ininteligible o simplemente se desconocía. El Uchiha se sintió entonces agobiado por aquella sensación, como si Ralexion hubiera descargado sobre él toda la importancia que era capaz de darle al asunto antes de echarse a dormir; y Akame no le culpaba. Él no hubiera podido dormir plácidamente de todos modos, así que no le importaba llevar esa carga.
—Buenas noches, Ralexion-san —respondió el uzujin, con la mirada fija en las llamas.
Tardaría un rato más en acostarse, y sólo lo haría después de haber disfrutado de unos momentos de paz y silencio en el bosque nocturno. Se merecía al menos eso. No podía evitar sentirse derrotado; más que eso, vapuleado. Aquel renegado de las cicatrices probablemente les había seguido desde Tane-Shigai, había dejado que sortearan los peligros del Templo por su cuenta y les había esperado a la salida para hacerse con el botín. «Me ha engañado como a un maldito kusajin», se dijo el Uchiha. Y entonces tuvo que mirar de soslayo a su guía de la Hierba.
Al final Akame acabó por meterse también en su saco, con la mirada fija en el cielo estrellado. De la hoguera quedaban apenas rescoldos que les proveerían de un poco de calor durante lo que restaba de noche y se apagarían con el rocío de la mañana. Justo antes de caer presa del sueño, el Uchiha se encontró a sí mismo haciéndose la misma pregunta de siempre.
«¿Qué buscan?»
Las primeras luces del alba les despertarían irremediablemente, tan sólo unas pocas horas después. El camino de vuelta a la capital de Mori no Kuni se haría mucho más pesado, tedioso y deprimente que el de ida, con la inevitable sombra del fracaso planeando sobre sus cabezas como un ave rapaz. No llegarían hasta ya bien entrada la tarde, casi anocheciendo, y sólo entonces Akame se permitiría mostrarse algo más animado; al menos esa noche dormiría en una cama, rodeado de cuatro paredes y tras haber cenado caliente.
Lo que ocurriría después es algo para contar en otra ocasión.
—Buenas noches, Ralexion-san —respondió el uzujin, con la mirada fija en las llamas.
Tardaría un rato más en acostarse, y sólo lo haría después de haber disfrutado de unos momentos de paz y silencio en el bosque nocturno. Se merecía al menos eso. No podía evitar sentirse derrotado; más que eso, vapuleado. Aquel renegado de las cicatrices probablemente les había seguido desde Tane-Shigai, había dejado que sortearan los peligros del Templo por su cuenta y les había esperado a la salida para hacerse con el botín. «Me ha engañado como a un maldito kusajin», se dijo el Uchiha. Y entonces tuvo que mirar de soslayo a su guía de la Hierba.
Al final Akame acabó por meterse también en su saco, con la mirada fija en el cielo estrellado. De la hoguera quedaban apenas rescoldos que les proveerían de un poco de calor durante lo que restaba de noche y se apagarían con el rocío de la mañana. Justo antes de caer presa del sueño, el Uchiha se encontró a sí mismo haciéndose la misma pregunta de siempre.
«¿Qué buscan?»
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Las primeras luces del alba les despertarían irremediablemente, tan sólo unas pocas horas después. El camino de vuelta a la capital de Mori no Kuni se haría mucho más pesado, tedioso y deprimente que el de ida, con la inevitable sombra del fracaso planeando sobre sus cabezas como un ave rapaz. No llegarían hasta ya bien entrada la tarde, casi anocheciendo, y sólo entonces Akame se permitiría mostrarse algo más animado; al menos esa noche dormiría en una cama, rodeado de cuatro paredes y tras haber cenado caliente.
Lo que ocurriría después es algo para contar en otra ocasión.