10/01/2018, 13:00
Yume no le entendía. ¿Por qué se empecinaba tanto en el dinero? ¿De qué les serviría, estando muertos? Y, aun en el caso de sobrevivir, ¿qué utilidad le darían? No es como si pudiesen vivir en el lujo y la abundancia. Ellos estaban condenados a vivir entre las sombras, a nunca estar en una casa el suficiente tiempo como para llamarle hogar, a mirar tras sus espaldas a cada paso que daban…
—No es solo por el dinero —se dignó a responderle, al fin, Zaide. Tenía esa mirada… esa tenue sonrisa casi imperceptible… Le recordaba a los viejos tiempos, cuando no iba puesto de omoide hasta las cejas y guardaba siempre un as bajo la manga. Pero el Zaide que tenía frente a él, tirado en la cama, hacía mucho tiempo que tenía las mangas al descubierto.
—¿Entonces? —Esta vez, Zaide no se dignó siquiera a responder.
Pasaron el resto del tiempo en silencio, con Yume tratando de acelerar el proceso de curación de unos pulmones rotos. Si se hubiese dado cuenta antes… Siempre había sabido que Katame no era de fiar. Que tramaba a sus espaldas relevar a Zaide del puesto. Pero jamás se hubiese imaginado que llegaría tan lejos. Aquel cabrón no solo le había envenenado el omoide, sino que, si decía la verdad, también los cigarrillos. Más de un año haciéndolo, y ella no se había dado cuenta ni un día.
Chasqueó la lengua, irritada.
—¿Y el crío? ¿Qué dijo?
En otras circunstancias, Yume la hubiese llevado al propio río, donde ellos solían bañarse. Pero era demasiado arriesgado. Nunca se sabía quién podía aparecer o verles. Por eso, optó por la solución arcaica. Se encaramó a lo alto de una pared de la cueva, hasta alcanzar una especie de canaleta. Estaba llena de musgo y húmeda, pero todavía cumplía su propósito. Empujó una parte móvil que había sobre ella, haciendo que la canaleta se agrandase, del mismo modo que el palo de un paraguas se estira, haciendo que un extremo alcanzase el torrente de agua que caía de la cascada.
En apenas segundos, el agua inundó la canaleta, cayendo por su otro extremo en un chorro de agua fría bastante más denso y grande que el que proporcionaba una ducha corriente.
Yume, tras saltar de nuevo al suelo, abrió la mochila que llevaba y le ofreció un gel de ducha y un bote de champú a Koko.
—Usa poco, ¿eh? —le advirtió—. No me queda mucho.
—No es solo por el dinero —se dignó a responderle, al fin, Zaide. Tenía esa mirada… esa tenue sonrisa casi imperceptible… Le recordaba a los viejos tiempos, cuando no iba puesto de omoide hasta las cejas y guardaba siempre un as bajo la manga. Pero el Zaide que tenía frente a él, tirado en la cama, hacía mucho tiempo que tenía las mangas al descubierto.
—¿Entonces? —Esta vez, Zaide no se dignó siquiera a responder.
Pasaron el resto del tiempo en silencio, con Yume tratando de acelerar el proceso de curación de unos pulmones rotos. Si se hubiese dado cuenta antes… Siempre había sabido que Katame no era de fiar. Que tramaba a sus espaldas relevar a Zaide del puesto. Pero jamás se hubiese imaginado que llegaría tan lejos. Aquel cabrón no solo le había envenenado el omoide, sino que, si decía la verdad, también los cigarrillos. Más de un año haciéndolo, y ella no se había dado cuenta ni un día.
Chasqueó la lengua, irritada.
—¿Y el crío? ¿Qué dijo?
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En otras circunstancias, Yume la hubiese llevado al propio río, donde ellos solían bañarse. Pero era demasiado arriesgado. Nunca se sabía quién podía aparecer o verles. Por eso, optó por la solución arcaica. Se encaramó a lo alto de una pared de la cueva, hasta alcanzar una especie de canaleta. Estaba llena de musgo y húmeda, pero todavía cumplía su propósito. Empujó una parte móvil que había sobre ella, haciendo que la canaleta se agrandase, del mismo modo que el palo de un paraguas se estira, haciendo que un extremo alcanzase el torrente de agua que caía de la cascada.
En apenas segundos, el agua inundó la canaleta, cayendo por su otro extremo en un chorro de agua fría bastante más denso y grande que el que proporcionaba una ducha corriente.
Yume, tras saltar de nuevo al suelo, abrió la mochila que llevaba y le ofreció un gel de ducha y un bote de champú a Koko.
—Usa poco, ¿eh? —le advirtió—. No me queda mucho.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado