10/01/2018, 23:54
Tras la vuelta hasta Tane-Shigai —durante la cual la herida le molestó en todo momento— y su consiguiente ingreso en el hospital, los médicos de la institución se habían ocupado de él con la competencia que cabe esperar de una capital.
No había sido una herida seria, afortunadamente para el moreno. Quien dice "poco seria" dice "con el tratamiento médico necesario no será algo que haga peligrar su vida o deje secuelas". El virote había penetrado hasta rozarle el hueso, desgarrando piel y músculo hasta susodicho punto. El primero estaba perfectamente, así que la movilidad de su extremidad no se vería reducida ni ahora ni en el futuro; sin embargo, necesitó Ninjutsu médico para acelerar la regeneración de los tejidos perdidos y le tuvieron que coser el agujero dejado por el proyectil.
El Uchiha se habría sometido a un tratamiento de regeneración completo, el cual le habría dejado la zona herida como nueva y a él con el alta bajo el brazo en cuestión de horas. No obstante, no podía permitírselo. De haberse acreditado como shinobi de Kusagakure todos los gastos habrían corrido por parte de la aldea —un beneficio de los ninjas del País del Bosque—, pero ni disponía de forma de hacerlo en ese momento —dejó su protector en casa— ni había sido herido mientras estaba de servicio, lo cual le podía generar un buen marrón con el gobierno de Kusagakure en caso de que se destapase el asunto, tanto porque le interrogarían sobre los acontecimientos que le habían llevado a acabar así —y a partir de su testimonio se abriría una investigación sin lugar a dudas, especialmente dada la involucración de un ninja de otra villa— además de disciplinarlo con severidad por haberle desviado un pago a la aldea debido a las consecuencias de una cuestión que no era oficial.
Así que, en resumen, el muchacho debió de conformarse con una solución a medias. El tratamiento Iryō-Nin haría la recuperación mucho más presta y llevadera, pero nada más, el resto de sus cuidados recaían en métodos más tradicionales, tal y como testificaban sus suturas. Debía de pasar un par de días de reposo para que la herida se cerrase mejor antes de que le permitiesen salir de allí. Claro que siempre podía escabullirse por la ventana de su habitación, una tarea sencilla para cualquier shinobi. No obstante, ¿por qué iba a hacerlo? ¿Con qué objetivo? No cargaba con ningún asunto urgente que no pudiese esperar o algo similar. Prefería obedecer a los doctores y asegurarse de que se recuperaba al completo, ahorrándose sorpresas desagradables. En cualquiera de los casos le quedaría una cicatriz. Su primer trofeo de guerra en su existencia como shinobi.
Caer en la cuenta de ese memorable hecho le producía una sensación extraña, algo así como sereno orgullo aderezado con una pizca de acallada angustia.
El kusajin se encontraba con el torso desnudo, el amasijo de vendas que le cubría el hombro izquierdo perfectamente visible. En las piernas vestía unos pantalones verdosos de hospital y sus pies se encontraban tan faltos de atavíos como su área superior. Andaba recostado sobre su cama de paciente con la vista perdida en el brillante mundo exterior.
«¿Es esta tu vida a diario, Honōiro?».
El ventanuco de la habitación se mantenía cerrado. El aire invernal todavía resultaba inadecuado para alguien tan falto de ropajes como él, y lo que menos necesitaba en esos momentos era un resfriado. No tenía claro cómo lo lograban los encargados del hospital, pero su habitación mantenía una temperatura agradable a pesar de no disponer de ningún tipo de calefacción visible.
¡Toc, toc! Había alguien en la puerta. El pelinegro dirigió su rostro desde la ventana hasta la entrada del habitáculo, que se encontraba en el extremo contrario.
Entró Akame, feliz y socarrón, con ganas de bromear. Ralexion acabó sonriendo. Lo que el dúo había capeado hacía apenas dos días ahora se le antojaba tan fantástico como gracioso, una anéctota sin desperdicio; de aquellas historias de taberna que nadie cree pero a las que todos los presentes rinden atención con el máximo interés.
—Vaya vaya, Akame Raider, el mayor asaltador de tumbas y descifrador de misterios milenarios del sur de Ōnindo —le devolvió la puya—. ¿Qué te traes entre manos ahora? ¿Hay que explorar otra trampa mortal, o has descubierto algo sobre nuestros amigos con las manos largas?
No había sido una herida seria, afortunadamente para el moreno. Quien dice "poco seria" dice "con el tratamiento médico necesario no será algo que haga peligrar su vida o deje secuelas". El virote había penetrado hasta rozarle el hueso, desgarrando piel y músculo hasta susodicho punto. El primero estaba perfectamente, así que la movilidad de su extremidad no se vería reducida ni ahora ni en el futuro; sin embargo, necesitó Ninjutsu médico para acelerar la regeneración de los tejidos perdidos y le tuvieron que coser el agujero dejado por el proyectil.
El Uchiha se habría sometido a un tratamiento de regeneración completo, el cual le habría dejado la zona herida como nueva y a él con el alta bajo el brazo en cuestión de horas. No obstante, no podía permitírselo. De haberse acreditado como shinobi de Kusagakure todos los gastos habrían corrido por parte de la aldea —un beneficio de los ninjas del País del Bosque—, pero ni disponía de forma de hacerlo en ese momento —dejó su protector en casa— ni había sido herido mientras estaba de servicio, lo cual le podía generar un buen marrón con el gobierno de Kusagakure en caso de que se destapase el asunto, tanto porque le interrogarían sobre los acontecimientos que le habían llevado a acabar así —y a partir de su testimonio se abriría una investigación sin lugar a dudas, especialmente dada la involucración de un ninja de otra villa— además de disciplinarlo con severidad por haberle desviado un pago a la aldea debido a las consecuencias de una cuestión que no era oficial.
Así que, en resumen, el muchacho debió de conformarse con una solución a medias. El tratamiento Iryō-Nin haría la recuperación mucho más presta y llevadera, pero nada más, el resto de sus cuidados recaían en métodos más tradicionales, tal y como testificaban sus suturas. Debía de pasar un par de días de reposo para que la herida se cerrase mejor antes de que le permitiesen salir de allí. Claro que siempre podía escabullirse por la ventana de su habitación, una tarea sencilla para cualquier shinobi. No obstante, ¿por qué iba a hacerlo? ¿Con qué objetivo? No cargaba con ningún asunto urgente que no pudiese esperar o algo similar. Prefería obedecer a los doctores y asegurarse de que se recuperaba al completo, ahorrándose sorpresas desagradables. En cualquiera de los casos le quedaría una cicatriz. Su primer trofeo de guerra en su existencia como shinobi.
Caer en la cuenta de ese memorable hecho le producía una sensación extraña, algo así como sereno orgullo aderezado con una pizca de acallada angustia.
***
El kusajin se encontraba con el torso desnudo, el amasijo de vendas que le cubría el hombro izquierdo perfectamente visible. En las piernas vestía unos pantalones verdosos de hospital y sus pies se encontraban tan faltos de atavíos como su área superior. Andaba recostado sobre su cama de paciente con la vista perdida en el brillante mundo exterior.
«¿Es esta tu vida a diario, Honōiro?».
El ventanuco de la habitación se mantenía cerrado. El aire invernal todavía resultaba inadecuado para alguien tan falto de ropajes como él, y lo que menos necesitaba en esos momentos era un resfriado. No tenía claro cómo lo lograban los encargados del hospital, pero su habitación mantenía una temperatura agradable a pesar de no disponer de ningún tipo de calefacción visible.
¡Toc, toc! Había alguien en la puerta. El pelinegro dirigió su rostro desde la ventana hasta la entrada del habitáculo, que se encontraba en el extremo contrario.
Entró Akame, feliz y socarrón, con ganas de bromear. Ralexion acabó sonriendo. Lo que el dúo había capeado hacía apenas dos días ahora se le antojaba tan fantástico como gracioso, una anéctota sin desperdicio; de aquellas historias de taberna que nadie cree pero a las que todos los presentes rinden atención con el máximo interés.
—Vaya vaya, Akame Raider, el mayor asaltador de tumbas y descifrador de misterios milenarios del sur de Ōnindo —le devolvió la puya—. ¿Qué te traes entre manos ahora? ¿Hay que explorar otra trampa mortal, o has descubierto algo sobre nuestros amigos con las manos largas?