12/01/2018, 04:58
Su estancia había sido mejor de lo que se hubiese imaginado aunque seguía siendo una prisionera. Una a la que cierta mujer estaba cuidando bastante y con la que pasaba horas hablando.
Pasaron los días, Koko seguía sintiéndose mal por varios motivos y el que no pudiera limpiar absolutamente nada de cuando en cuando la afectaba mucho, su pulso por ejemplo era el de un viejales cuyos días estaban contados, pero por lo menos, en términos generales, la sobrellevaba mucho mejor que su compañero.
Entre tiempos la Kageyama aprovechaba para ejercitarse un poco, abdominales, sentadillas, flexiones de brazos… cosas básicas que pudiera realizar en espacios reducidos y que técnicamente a nadie molestaba.
Hasta que luego unos días, Yume apareció, y esta vez no para hablar como la rubia se pensó que haría.
—¿Orden de Zaide? —preguntó algo alarmada.
Antes de recibir una respuesta, la pecosa se puso de pie y se acercó a los barrotes, a paso lento y con las manos siempre por delante del cuerpo para evitar alarmar de cualquier modo a la contraria.
Pasaron los días, Koko seguía sintiéndose mal por varios motivos y el que no pudiera limpiar absolutamente nada de cuando en cuando la afectaba mucho, su pulso por ejemplo era el de un viejales cuyos días estaban contados, pero por lo menos, en términos generales, la sobrellevaba mucho mejor que su compañero.
Entre tiempos la Kageyama aprovechaba para ejercitarse un poco, abdominales, sentadillas, flexiones de brazos… cosas básicas que pudiera realizar en espacios reducidos y que técnicamente a nadie molestaba.
Hasta que luego unos días, Yume apareció, y esta vez no para hablar como la rubia se pensó que haría.
—¿Orden de Zaide? —preguntó algo alarmada.
Antes de recibir una respuesta, la pecosa se puso de pie y se acercó a los barrotes, a paso lento y con las manos siempre por delante del cuerpo para evitar alarmar de cualquier modo a la contraria.