13/01/2018, 18:35
El muchacho enarboló una ceja.
—¿Mis talentos? —repitió con incredulidad— No es que me tenga en baja estima, pero he pasado contigo las penurias suficientes para ser consciente de cuando me estás camelando, además de que dudo mucho que disponga de algo de lo que tú no.
Afirmó con los ojos entrecerrados y una actitud de lo más mordaz.
—Pero tú dirás qué necesitas.
Sí, iba a picar. Akame no necesitaba andarse con rodeos. La decisón ya estaba tomada, por descuidada que fuese.
El joven se desplazó sobre el colchón y bajó de la cama en su extremo opuesto, entonces se aproximó a una humilde mesilla de noche que yacía junto a la susodicha, a su derecha. Del interior del primero de dos cajones sacó su único pergamino. Lo extendió un poco, no demasiado, y arrancó parte de él. No disponía de pincel con el que escribir, así que en su lugar utilizó el Shikoku Fūin.
El dedo índice derecho de Ralexion comenzó a brillar con un apagado tono dorado. Puso el fragmento sobre la mesilla haciendo uso de su mano libre y con la otra comenzó a tallar la dirección sobre el papel. Escribió los datos de una tienda de víveres que solía frecuentar —la misma a la que había ido para comprar sake antes de toparse con el anuncio de Akame—, localizada en la propia Tane-Shigai. Cuando ese asunto se zanjase iría a avisar al dueño de que por "error" le llegaría un paquete a su nombre y que le concediese el favor de cuidarlo hasta que Ralexion volviese a recogerlo.
Una vez hecho esto, el chakra se disipó y el kusajin se aproximó a su visitante para tenderle el cacho de pergamino.
—Más te vale mandar los libros como dices...
—¿Mis talentos? —repitió con incredulidad— No es que me tenga en baja estima, pero he pasado contigo las penurias suficientes para ser consciente de cuando me estás camelando, además de que dudo mucho que disponga de algo de lo que tú no.
Afirmó con los ojos entrecerrados y una actitud de lo más mordaz.
—Pero tú dirás qué necesitas.
Sí, iba a picar. Akame no necesitaba andarse con rodeos. La decisón ya estaba tomada, por descuidada que fuese.
El joven se desplazó sobre el colchón y bajó de la cama en su extremo opuesto, entonces se aproximó a una humilde mesilla de noche que yacía junto a la susodicha, a su derecha. Del interior del primero de dos cajones sacó su único pergamino. Lo extendió un poco, no demasiado, y arrancó parte de él. No disponía de pincel con el que escribir, así que en su lugar utilizó el Shikoku Fūin.
El dedo índice derecho de Ralexion comenzó a brillar con un apagado tono dorado. Puso el fragmento sobre la mesilla haciendo uso de su mano libre y con la otra comenzó a tallar la dirección sobre el papel. Escribió los datos de una tienda de víveres que solía frecuentar —la misma a la que había ido para comprar sake antes de toparse con el anuncio de Akame—, localizada en la propia Tane-Shigai. Cuando ese asunto se zanjase iría a avisar al dueño de que por "error" le llegaría un paquete a su nombre y que le concediese el favor de cuidarlo hasta que Ralexion volviese a recogerlo.
Una vez hecho esto, el chakra se disipó y el kusajin se aproximó a su visitante para tenderle el cacho de pergamino.
—Más te vale mandar los libros como dices...