13/01/2018, 22:54
—Ah, Ralexion-san, en eso te equivocas.
Entornó los ojos todavía más.
Uchiha Akame le caía bien. Bueno, todo lo bien que puede caerle a uno alguien de otra aldea y del que no sabe mucho. Se había portado correctamente con Ralexion y eran familiares, lo cual eran dos puntos de peso a su favor. Sin embargo, al kusajin le resultaba obvio que el referido encubría una agenda privada la cual no iba a revelarle en su totalidad. A pesar de que Ralexion confiaba en que el susodicho no le iba a dejar tirado —en base al enfrentamiento con la serpiente y el encontronazo con los mercenarios—, era consciente de que, al fin y al cabo, en ambas situaciones el chupado uzujin no habría ganado nada abandonándolo a su suerte. Por otra parte, si el dúo se veía en una tesitura en la que su inexperta persona se convirtiese en una carga o Akame le viese alguna ventaja a darle la espalda, quizás otro cuervo cantaría...
En cualquiera de los casos, cuando el de la nariz torcida decía algo a medias el kusajin consideraba que no era menester fiarse de él. Llamémoslo malas primeras impresiones. Pero no disponía de otra opción que amoldarse a los planes de su congénere y descubrir más adelante lo que acarreaban en realidad, motivo por el que guardó silencio.
—Así que eres estudiante del Fuuinjutsu. Es una disciplina complicada y exigente.
El pelinegro de Kusagakure se encogió de hombros con una actitud tan indistinta como el tono de su colocutor.
—Me dijeron que lo llevaba en la sangre, así que estoy intentando comprobar si es cierto —explicó.
—Entonces todo está dicho. Nos veremos esta noche en el hotel donde me alojo. Es ese mismo donde viste mi anuncio hace algunos días.
—Entendido, nos veremos allí.
Iba a tener que escabullirse después de todo.
El crepúsculo dio paso a la noche. Había llegado el momento de ponerse en marcha.
Se vistió con los mismos ropajes con los que había llegado al hospital. Sobre estos se echó su capa, la cual tapaba el agujero dejado por el endemoniado virote en su túnica. Se armó, posicionando su portador de objetos en la orilla derecha de la retaguardia de su cintura. La totalidad de su limitado arsenal de herramientas se encontraba asegurado en el interior del mencionado.
Abrió el ventanal y se escabulló a través de este, andando verticalmente por el tronco del árbol milenario que servía como cimientos de la institución hospitalaria. Descendió hasta el nivel de una de las plataformas adyacentes y de un salto voló como un fantasma en la noche hasta aterrizar en ella.
«Pan comido, pan comido.».
Desde esa posición emprendió el camino hacia el hospejade de Akame.
Abrió la puerta con cuidado, como si no quisiese llamar la atención de nadie al entrar. Quedó inmóvil tan pronto dio un paso al interior y el portón se cerró tras él. Rastreó con su visión el panorama en búsqueda de la inconfundible figura del Uchiha. «¿Dónde está?».
Entornó los ojos todavía más.
Uchiha Akame le caía bien. Bueno, todo lo bien que puede caerle a uno alguien de otra aldea y del que no sabe mucho. Se había portado correctamente con Ralexion y eran familiares, lo cual eran dos puntos de peso a su favor. Sin embargo, al kusajin le resultaba obvio que el referido encubría una agenda privada la cual no iba a revelarle en su totalidad. A pesar de que Ralexion confiaba en que el susodicho no le iba a dejar tirado —en base al enfrentamiento con la serpiente y el encontronazo con los mercenarios—, era consciente de que, al fin y al cabo, en ambas situaciones el chupado uzujin no habría ganado nada abandonándolo a su suerte. Por otra parte, si el dúo se veía en una tesitura en la que su inexperta persona se convirtiese en una carga o Akame le viese alguna ventaja a darle la espalda, quizás otro cuervo cantaría...
En cualquiera de los casos, cuando el de la nariz torcida decía algo a medias el kusajin consideraba que no era menester fiarse de él. Llamémoslo malas primeras impresiones. Pero no disponía de otra opción que amoldarse a los planes de su congénere y descubrir más adelante lo que acarreaban en realidad, motivo por el que guardó silencio.
—Así que eres estudiante del Fuuinjutsu. Es una disciplina complicada y exigente.
El pelinegro de Kusagakure se encogió de hombros con una actitud tan indistinta como el tono de su colocutor.
—Me dijeron que lo llevaba en la sangre, así que estoy intentando comprobar si es cierto —explicó.
—Entonces todo está dicho. Nos veremos esta noche en el hotel donde me alojo. Es ese mismo donde viste mi anuncio hace algunos días.
—Entendido, nos veremos allí.
Iba a tener que escabullirse después de todo.
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El crepúsculo dio paso a la noche. Había llegado el momento de ponerse en marcha.
Se vistió con los mismos ropajes con los que había llegado al hospital. Sobre estos se echó su capa, la cual tapaba el agujero dejado por el endemoniado virote en su túnica. Se armó, posicionando su portador de objetos en la orilla derecha de la retaguardia de su cintura. La totalidad de su limitado arsenal de herramientas se encontraba asegurado en el interior del mencionado.
Abrió el ventanal y se escabulló a través de este, andando verticalmente por el tronco del árbol milenario que servía como cimientos de la institución hospitalaria. Descendió hasta el nivel de una de las plataformas adyacentes y de un salto voló como un fantasma en la noche hasta aterrizar en ella.
«Pan comido, pan comido.».
Desde esa posición emprendió el camino hacia el hospejade de Akame.
Abrió la puerta con cuidado, como si no quisiese llamar la atención de nadie al entrar. Quedó inmóvil tan pronto dio un paso al interior y el portón se cerró tras él. Rastreó con su visión el panorama en búsqueda de la inconfundible figura del Uchiha. «¿Dónde está?».