14/01/2018, 04:28
—Tch, tch, tch… Eso no. —Fue lo único que oyó Koko, unos rápidos chasquidos con la lengua, antes de sentir un tirón de su camiseta para evitar que se columpiase al borde del acantilado.
Ni loco Zaide iba a permitir que se pusiese en riesgo de semejante manera. No dudaba de las capacidades de la kunoichi para no caer, pero no tanto de su estabilidad emocional. Había visto a rehenes tratar de suicidarse por cosas parecidas a las que ella había sufrido, aunque de forma más prolongada en el tiempo. No obstante, no merecía la pena arriesgarse.
—Si no llegas de pie usa el agua del suelo. —Y es que en el suelo había un charquito de agua de al menos cinco centímetros de profundidad. Podría vaciar el contenido al fondo del acantilado, y limpiarlo levemente con aquella agua. Si quería limpiarlo por completo, sin embargo, iba a tener que ensuciarse las manos.
Una vez terminado —y no, Zaide iba aceptar que se colgase del acantilado de ningún modo—, la llevó de vuelta a su celda, cerrando con llave al marcharse.
Un día más había pasado, y con él, uno menos de su particular cuenta atrás. Datsue terminó de zamparse la última sardina que Zaide le había puesto en las provisiones, chupándose los dedos para aprovechar hasta la última gota de grasa, para luego dar un pequeño sorbo a la cantimplora.
«Ya casi estoy…»
Ahora llegaba lo más difícil: convencer a los Sakamoto para que le dejasen hablar con Nagisa. Pero antes, un pequeño obstáculo con el que no había contado, nada más llegar a las puertas de su preciosa Villa.
—¡Uchiha Datsue! —gritó el Chunin que guardaba la entrada, mientras iba pasando páginas de una libretilla que tenía en la mano—. ¡Ya empezábamos a preocuparnos! ¿Complicaciones en la misión?
Datsue se rascó la nuca, mientras emitía un suave silbido.
—No imaginas cuanto, camarada, no imaginas cuanto…
—Pero completada con éxito, imagino, ¿eh? Eres un Hermano del Desierto, después de todo. —Por suerte, aquél era uno de los que veía bien que tuviese un bijuu en su estómago. No siempre era así, por desgracia. El Chunin repasó algo en el papel—. ¿Y tu compañera, Koko?
—Pues… Dijo que se le había presentado una oportunidad única que no podía desaprovechar.
—¿Cómo es eso? —preguntó la segunda Chunin, una mujer que pasaba la veintena.
—Rebajas —improvisó—. En esa tienda tan famosa de ropa en Yamiria.
—¿Koröshi?
—Esa misma.
—Ah, mujeres, ¿eh?
—¿Cómo que: mujeres? —le replicó la otra, con el ceño fruncido—. ¿Y a qué viene ese tonito?
—P-pero… Solo era un comentario por…
Visto el hueco, Datsue no dudó en aprovecharlo. Se coló en la Aldea mientras dejaba que aquellos dos se tirasen pullas el uno al otro. En realidad, todo el mundo sabía que se gustaban, salvo, probablemente, ellos dos.
Tras muchos minutos corriendo, el Uchiha llegó al fin a la mansión Sakamoto. Dobló su cuerpo en dos, mientras recobraba el aliento, y cuando al fin se creyó capaz de hilvanar dos palabras seguidas, habló con los guardias que siempre protegían la entrada.
—Necesito hablar con Sakamoto Nagisa, por favor…
Ni loco Zaide iba a permitir que se pusiese en riesgo de semejante manera. No dudaba de las capacidades de la kunoichi para no caer, pero no tanto de su estabilidad emocional. Había visto a rehenes tratar de suicidarse por cosas parecidas a las que ella había sufrido, aunque de forma más prolongada en el tiempo. No obstante, no merecía la pena arriesgarse.
—Si no llegas de pie usa el agua del suelo. —Y es que en el suelo había un charquito de agua de al menos cinco centímetros de profundidad. Podría vaciar el contenido al fondo del acantilado, y limpiarlo levemente con aquella agua. Si quería limpiarlo por completo, sin embargo, iba a tener que ensuciarse las manos.
Una vez terminado —y no, Zaide iba aceptar que se colgase del acantilado de ningún modo—, la llevó de vuelta a su celda, cerrando con llave al marcharse.
• • •
Un día después…
Un día más había pasado, y con él, uno menos de su particular cuenta atrás. Datsue terminó de zamparse la última sardina que Zaide le había puesto en las provisiones, chupándose los dedos para aprovechar hasta la última gota de grasa, para luego dar un pequeño sorbo a la cantimplora.
«Ya casi estoy…»
Ahora llegaba lo más difícil: convencer a los Sakamoto para que le dejasen hablar con Nagisa. Pero antes, un pequeño obstáculo con el que no había contado, nada más llegar a las puertas de su preciosa Villa.
—¡Uchiha Datsue! —gritó el Chunin que guardaba la entrada, mientras iba pasando páginas de una libretilla que tenía en la mano—. ¡Ya empezábamos a preocuparnos! ¿Complicaciones en la misión?
Datsue se rascó la nuca, mientras emitía un suave silbido.
—No imaginas cuanto, camarada, no imaginas cuanto…
—Pero completada con éxito, imagino, ¿eh? Eres un Hermano del Desierto, después de todo. —Por suerte, aquél era uno de los que veía bien que tuviese un bijuu en su estómago. No siempre era así, por desgracia. El Chunin repasó algo en el papel—. ¿Y tu compañera, Koko?
—Pues… Dijo que se le había presentado una oportunidad única que no podía desaprovechar.
—¿Cómo es eso? —preguntó la segunda Chunin, una mujer que pasaba la veintena.
—Rebajas —improvisó—. En esa tienda tan famosa de ropa en Yamiria.
—¿Koröshi?
—Esa misma.
—Ah, mujeres, ¿eh?
—¿Cómo que: mujeres? —le replicó la otra, con el ceño fruncido—. ¿Y a qué viene ese tonito?
—P-pero… Solo era un comentario por…
Visto el hueco, Datsue no dudó en aprovecharlo. Se coló en la Aldea mientras dejaba que aquellos dos se tirasen pullas el uno al otro. En realidad, todo el mundo sabía que se gustaban, salvo, probablemente, ellos dos.
Tras muchos minutos corriendo, el Uchiha llegó al fin a la mansión Sakamoto. Dobló su cuerpo en dos, mientras recobraba el aliento, y cuando al fin se creyó capaz de hilvanar dos palabras seguidas, habló con los guardias que siempre protegían la entrada.
—Necesito hablar con Sakamoto Nagisa, por favor…
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado