14/01/2018, 04:53
Algo se interpuso en su camino, algo evitó que se colgase y limpiase el balde como es debido… Algo la obligó a regresarse a tierra firme y ese algo no era nada más ni nada menos que… Zaide.
—Pero… —protestó al escuchar los motivos pero rápidamente suspiró resignada antes de vaciar el balde.
Luego lo enjuagó como vagamente podía, empleando las manos porque en el fondo de su ser no le producían asco esas cosas así que cuando el balde estuvo tan limpio como pudo dejarlo, pasó a hacer exactamente lo mismo con sus manos frotando y rascándolas, de esa manera incluso la suciedad que llevaba acumulada debajo de sus uñas también se había ido.
—Vale ya —dijo antes de que la guíen de nuevo a su celda. Donde por lo menos ya no la acompañaba la peste de sus propios desechos.
Sin nada más que hacer, se tiró sobre la manta a tratar de echarse una siesta.
En cuanto Datsue llegó a la residencia lo primero que vio fue a los dos guardias habituales, esos que siempre estaban de pie a cada lado del gran portón que daba con los jardines y que —hasta entonces— siempre había visto bien parados con la mirada en alto y sumamente firmes como si fuesen estatuas. Esta vez estaban algo más relajados.
Ambos estaban apoyados contra las paredes, el de la lanza estaba de brazos cruzados y el arma estaba apoyada en la pared a su lado. Estaba con la vista fija en el cielo mientras un cigarrillo se iba consumiendo lentamente en su boca.
El otro por su parte, de aspecto bastante más tosco por no decir rebelde, tenía las manos en la nuca y la planta de un pie apoyada en el mural. La mirada estaba fija en la vereda de delante. Miraba atentamente a cada persona que pasaba sin importarle si generaba incomodidad en alguno.
Las palabras del Uchiha fueron claras, y el rebelde pronto se despegó de la pared para acercarse al shinobi.
—¿Para qué la quieres? —preguntó algo brusco.
—¿No te estamos viendo muy seguido por aquí? —preguntó el otro, este con un tono neutro.
Datsue ya debería de estar acostumbrado a las preguntas de esos dos, pero es que estaban obligados a seguir ese accionar sin importar con quien hablasen aunque no necesariamente los ajenos al clan deban de saber tal cosa.
Aunque en los jardines, si el Uchiha prestaba un poco de atención podría ver la espalda de una chica a la que debería de reconocer perfectamente. De silueta bien definida, generosas proporciones y una extensa melena rubia. De las piernas no se podía apreciar nada, pero sí la carencia de uno de los brazos. A su lado se encontraba una criada y justo delante de ellas habían un cocodrilo enorme rodeado de otros mucho más pequeños.
—Pero… —protestó al escuchar los motivos pero rápidamente suspiró resignada antes de vaciar el balde.
Luego lo enjuagó como vagamente podía, empleando las manos porque en el fondo de su ser no le producían asco esas cosas así que cuando el balde estuvo tan limpio como pudo dejarlo, pasó a hacer exactamente lo mismo con sus manos frotando y rascándolas, de esa manera incluso la suciedad que llevaba acumulada debajo de sus uñas también se había ido.
—Vale ya —dijo antes de que la guíen de nuevo a su celda. Donde por lo menos ya no la acompañaba la peste de sus propios desechos.
Sin nada más que hacer, se tiró sobre la manta a tratar de echarse una siesta.
En cuanto Datsue llegó a la residencia lo primero que vio fue a los dos guardias habituales, esos que siempre estaban de pie a cada lado del gran portón que daba con los jardines y que —hasta entonces— siempre había visto bien parados con la mirada en alto y sumamente firmes como si fuesen estatuas. Esta vez estaban algo más relajados.
Ambos estaban apoyados contra las paredes, el de la lanza estaba de brazos cruzados y el arma estaba apoyada en la pared a su lado. Estaba con la vista fija en el cielo mientras un cigarrillo se iba consumiendo lentamente en su boca.
El otro por su parte, de aspecto bastante más tosco por no decir rebelde, tenía las manos en la nuca y la planta de un pie apoyada en el mural. La mirada estaba fija en la vereda de delante. Miraba atentamente a cada persona que pasaba sin importarle si generaba incomodidad en alguno.
Las palabras del Uchiha fueron claras, y el rebelde pronto se despegó de la pared para acercarse al shinobi.
—¿Para qué la quieres? —preguntó algo brusco.
—¿No te estamos viendo muy seguido por aquí? —preguntó el otro, este con un tono neutro.
Datsue ya debería de estar acostumbrado a las preguntas de esos dos, pero es que estaban obligados a seguir ese accionar sin importar con quien hablasen aunque no necesariamente los ajenos al clan deban de saber tal cosa.
Aunque en los jardines, si el Uchiha prestaba un poco de atención podría ver la espalda de una chica a la que debería de reconocer perfectamente. De silueta bien definida, generosas proporciones y una extensa melena rubia. De las piernas no se podía apreciar nada, pero sí la carencia de uno de los brazos. A su lado se encontraba una criada y justo delante de ellas habían un cocodrilo enorme rodeado de otros mucho más pequeños.