15/01/2018, 02:35
Datsue alzó una ceja, sorprendido, cuando la Chūnin simplemente le indicó al cocodrilo que se dirigían al País de la Tierra. ¿Es que acaso aquél animal razonaba lo suficiente como para comprender aquella orden? No sabía por qué, lo ponía en duda, pero el cocodrilo pareció entenderlo —o, al menos, entendió que debía moverse—, porque de pronto empezó a reptar de forma asombrosamente rápida por el camino que conducía al norte.
El Uchiha tuvo que redoblar sus esfuerzos en agarrarse a las malditas escamas, mientras sentía como alguna de ellas se le clavaban en el culo por el movimiento. No, definitivamente no le gustaba montar en aquellas bestias.
Nagisa, ajena a sus problemas, preguntó por qué había sido precisamente ella la elegida.
—C-creo que eso fue cosa d-de tu hermana —respondió, entre balbuceos, porque todavía no le daba pillado el truco a montar a aquella bestia. Sentía que al menor descuido saldría catapultado hacia un lado.
Pero sí, él también se lo había preguntado. ¿Y qué otra explicación había que aquella? ¿Cómo iba el bandido a saber, sino, el nombre de ella? Koko debió elegirla por algún motivo… O quizá le habían hecho elegir. No lo sabía, había estado confinado con una mordaza los últimos días y apenas había logrado oír nada más allá de su propio gimoteo.
Koko se había pasado el día entero sumida en la penumbra, sin nada con lo que entretenerse. Estaba hambrienta, porque Zaide se había ido por la mañana diciendo que tenía cosas de las que ocuparse, y no había vuelto en todo el día. Eso, suponía paz y tranquilidad para la kunoichi, pero también falta de alimento y agua.
Cuando creyó que la noche estaba llegando, sin embargo, oyó unos pasos. Habituada como estaba a ver poca cosa, la kunoichi había afinado su oído en aquella semana encerrada. Por eso, supo al instante que aquellos pasos no eran los del Uchiha. Los pasos de Zaide eran los de un zorro, tenían la suavidad de un gato, y la determinación de un león. Nunca un paso en falso, nunca un asomo de duda.
Aquellos pasos también tenían determinación, aunque de otro tipo. Eran las pisadas de un toro, siempre hacia adelante, sin vacilación. Pesadas, contundentes. Eran las pisadas de un oso. Las pisadas de…
—Cuánto tiempo… —distinguió su sonrisa torcida tras los barrotes—, Sakamoto Koko.
Era Kuma.
El Uchiha tuvo que redoblar sus esfuerzos en agarrarse a las malditas escamas, mientras sentía como alguna de ellas se le clavaban en el culo por el movimiento. No, definitivamente no le gustaba montar en aquellas bestias.
Nagisa, ajena a sus problemas, preguntó por qué había sido precisamente ella la elegida.
—C-creo que eso fue cosa d-de tu hermana —respondió, entre balbuceos, porque todavía no le daba pillado el truco a montar a aquella bestia. Sentía que al menor descuido saldría catapultado hacia un lado.
Pero sí, él también se lo había preguntado. ¿Y qué otra explicación había que aquella? ¿Cómo iba el bandido a saber, sino, el nombre de ella? Koko debió elegirla por algún motivo… O quizá le habían hecho elegir. No lo sabía, había estado confinado con una mordaza los últimos días y apenas había logrado oír nada más allá de su propio gimoteo.
• • •
A la noche, a kilómetros de distancia…
Koko se había pasado el día entero sumida en la penumbra, sin nada con lo que entretenerse. Estaba hambrienta, porque Zaide se había ido por la mañana diciendo que tenía cosas de las que ocuparse, y no había vuelto en todo el día. Eso, suponía paz y tranquilidad para la kunoichi, pero también falta de alimento y agua.
Cuando creyó que la noche estaba llegando, sin embargo, oyó unos pasos. Habituada como estaba a ver poca cosa, la kunoichi había afinado su oído en aquella semana encerrada. Por eso, supo al instante que aquellos pasos no eran los del Uchiha. Los pasos de Zaide eran los de un zorro, tenían la suavidad de un gato, y la determinación de un león. Nunca un paso en falso, nunca un asomo de duda.
Aquellos pasos también tenían determinación, aunque de otro tipo. Eran las pisadas de un toro, siempre hacia adelante, sin vacilación. Pesadas, contundentes. Eran las pisadas de un oso. Las pisadas de…
—Cuánto tiempo… —distinguió su sonrisa torcida tras los barrotes—, Sakamoto Koko.
Era Kuma.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado