16/01/2018, 00:44
La herrería de El Yunque Enamorado era un lugar enorme. Tenía dos pisos y un sótano. Nada más Reika puso el pie en el local le golpeó una ola de calor que le hizo marearse. Aquello estaba lleno de gente sin camiseta o en camisa de tirantes, que iba de un lado para otro cargando trozos de metales y armas varias.
Un cincuentón le sonrió desde detrás de un mostrador, y saludó con la mano intentando hacerse ver entre tantos empleados.
—¡Eh, hola, hola! —gritó—. ¿¡Qué deseas!?
Un cincuentón le sonrió desde detrás de un mostrador, y saludó con la mano intentando hacerse ver entre tantos empleados.
—¡Eh, hola, hola! —gritó—. ¿¡Qué deseas!?