16/01/2018, 18:02
Datsue suspiró. ¿Qué si le quedaba dinero? Por desgracia, ni un duro.
—Gasté todo el que tenía de vuelta a la Villa. —Había viajado con el dinero justo, y una de las noches en su carrera frenética de vuelta a Uzu se había topado con una posada, donde había cenado y desayunado como un Señor Feudal. Pero estaba lejos de ser uno, y por eso su monedero, siempre sellado en su corazón, estaba vacío desde entonces—. Y fui directo a avisarte al entrar, así que a no ser que quieras pagarme una habitación… —dejó caer. Datsue no se iba a quejar ni por lo uno ni por lo otro.
La posada, llamada El descanso del guerrero, era un pequeño edificio de dos pisos, de piedra gris clara y tejas rojas. Era un sitio tranquilo, de clientela —al menos aquella noche— pacífica y menú típico: estofado, arroz blanco y fideos. Datsue pidió los tres platos, e incluso repitió los fideos, confiando en que la Chūnin se encargaría de pagar todo. Aunque en aquella ocasión no lo hacía para aprovecharse, sino porque realmente necesitaba recuperar fuerzas. Llevaba demasiados días comiendo a base de pescado, y en cantidades muy escasas.
Kuma rio con voz atronadora cuando Koko indicó que a Zaide no le gustaría ver lo que estaba haciendo.
—¿Y a quién le importa lo que piense? ¡Al cuerno con él!
Como si Koko tan solo hubiese despertado más su deseo con aquella amenaza, Kuma se pegó más a ella, empezando a manosearla y sobarla por todas partes. Era como un pulpo, pero sin la delicadeza y suavidad de éste, sino más bien lo contrario. Parecía que, más que disfrutar tocándola, lo hacía con cada mueca de dolor que conseguía arrancar a la kunoichi, que sentía como si un oso con enormes zarpas la estuviese pellizcando por todo el cuerpo.
A lo lejos, en un eco lejano, el sonido de un bastón golpeando el suelo. Tac. Tac. Tac. Lento, como el sonido de la aguja de un reloj, pero constante y cada vez más claro…
Podía sentirlo impregnado en el ambiente. En el aire. En todas partes. De tener el olor chakra, sus ojos estarían viendo una especie de humareda cilíndrica que se perdía en el interior de la cueva, con una dirección muy concreta.
No le hacía falta, sin embargo, nada de eso para distinguirlo, o siquiera para saber a dónde se dirigía. Tan solo el olfato —no necesariamente uno muy bueno— y un poco de sentido común.
Por eso, tomó un bastón y empezó a cojear, adentrándose en la cueva hasta ver lo que ya se temía: Koko, aplastada frontalmente contra las rejas por una bestia peluda y enorme. Ella tenía los pantalones medio bajados; él, todavía subidos. Eso significaba que había llegado justo a tiempo de evitar un crimen. Para un bandido como él era, aquello podría resultar paradójico. Contraproducente incluso.
No para él. Secuestrar a alguien para pedir un rescate no era ningún crimen en su forma de pensar, tan solo… un método para redistribuir las riquezas. Unas riquezas repartidas de forma demasiado desigual en aquel mundo. Violar a una niña, en cambio…
—Has llegado antes de lo previsto, Kuma —dijo con voz ronca—. ¿Cumpliste tu cometido?
Kuma pareció sorprenderse por su presencia, como un niño cazado por su madre en plena travesura. No obstante, no soltó a Koko, ni pareció acobardarse. Hacía tiempo que ya no le miraba con el respeto de antaño. Hacía más, incluso, que todo rastro de miedo había desaparecido de sus ojos cuando le contemplaba. Y eso...
... estaba bien.
—Lo hice —respondió, lacónico—. Ahora cumple tu parte y déjame follarla en paz.
—En paz, ¿huh? —se acercó más a ellos, renqueante y apoyándose en su bastón, hasta lograr distinguir las facciones de cada uno—. ¿Tú qué dices al respecto, Koko?
—Gasté todo el que tenía de vuelta a la Villa. —Había viajado con el dinero justo, y una de las noches en su carrera frenética de vuelta a Uzu se había topado con una posada, donde había cenado y desayunado como un Señor Feudal. Pero estaba lejos de ser uno, y por eso su monedero, siempre sellado en su corazón, estaba vacío desde entonces—. Y fui directo a avisarte al entrar, así que a no ser que quieras pagarme una habitación… —dejó caer. Datsue no se iba a quejar ni por lo uno ni por lo otro.
La posada, llamada El descanso del guerrero, era un pequeño edificio de dos pisos, de piedra gris clara y tejas rojas. Era un sitio tranquilo, de clientela —al menos aquella noche— pacífica y menú típico: estofado, arroz blanco y fideos. Datsue pidió los tres platos, e incluso repitió los fideos, confiando en que la Chūnin se encargaría de pagar todo. Aunque en aquella ocasión no lo hacía para aprovecharse, sino porque realmente necesitaba recuperar fuerzas. Llevaba demasiados días comiendo a base de pescado, y en cantidades muy escasas.
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Kuma rio con voz atronadora cuando Koko indicó que a Zaide no le gustaría ver lo que estaba haciendo.
—¿Y a quién le importa lo que piense? ¡Al cuerno con él!
Como si Koko tan solo hubiese despertado más su deseo con aquella amenaza, Kuma se pegó más a ella, empezando a manosearla y sobarla por todas partes. Era como un pulpo, pero sin la delicadeza y suavidad de éste, sino más bien lo contrario. Parecía que, más que disfrutar tocándola, lo hacía con cada mueca de dolor que conseguía arrancar a la kunoichi, que sentía como si un oso con enormes zarpas la estuviese pellizcando por todo el cuerpo.
A lo lejos, en un eco lejano, el sonido de un bastón golpeando el suelo. Tac. Tac. Tac. Lento, como el sonido de la aguja de un reloj, pero constante y cada vez más claro…
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Podía sentirlo impregnado en el ambiente. En el aire. En todas partes. De tener el olor chakra, sus ojos estarían viendo una especie de humareda cilíndrica que se perdía en el interior de la cueva, con una dirección muy concreta.
No le hacía falta, sin embargo, nada de eso para distinguirlo, o siquiera para saber a dónde se dirigía. Tan solo el olfato —no necesariamente uno muy bueno— y un poco de sentido común.
Por eso, tomó un bastón y empezó a cojear, adentrándose en la cueva hasta ver lo que ya se temía: Koko, aplastada frontalmente contra las rejas por una bestia peluda y enorme. Ella tenía los pantalones medio bajados; él, todavía subidos. Eso significaba que había llegado justo a tiempo de evitar un crimen. Para un bandido como él era, aquello podría resultar paradójico. Contraproducente incluso.
No para él. Secuestrar a alguien para pedir un rescate no era ningún crimen en su forma de pensar, tan solo… un método para redistribuir las riquezas. Unas riquezas repartidas de forma demasiado desigual en aquel mundo. Violar a una niña, en cambio…
—Has llegado antes de lo previsto, Kuma —dijo con voz ronca—. ¿Cumpliste tu cometido?
Kuma pareció sorprenderse por su presencia, como un niño cazado por su madre en plena travesura. No obstante, no soltó a Koko, ni pareció acobardarse. Hacía tiempo que ya no le miraba con el respeto de antaño. Hacía más, incluso, que todo rastro de miedo había desaparecido de sus ojos cuando le contemplaba. Y eso...
... estaba bien.
—Lo hice —respondió, lacónico—. Ahora cumple tu parte y déjame follarla en paz.
—En paz, ¿huh? —se acercó más a ellos, renqueante y apoyándose en su bastón, hasta lograr distinguir las facciones de cada uno—. ¿Tú qué dices al respecto, Koko?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado