16/01/2018, 19:54
A quien se le habría ocurrido aterrizar por allí con el jodido frío que hacia. Pero es que no tuve mucha opción. Fui a volver a ver a las arañas, para intensificar el entrenamiento y se nos hizo bastante tarde. No hubo más remedio que dirigirse a Yukio y buscar algún lugar donde pasar la noche y protegerse de aquel jodido frío del demonio.
— ¡Borrachos! gritó el arácnido entre risitas forzadas
— Joder, por favor...
Maldecía en voz alta todas y cada una de las 8 patas con las que se movía. Pero entonces echó a correr tanto como su cuerpo le permitía en dirección de aquel local del cual salían los gritos y los berridos de los borrachos.
— ¡Eh, espera!
Entonces eché a correr yo, pero la nieve me la jugó. La primera zancada quise hacerla demasiado rápido y resbalé, cayendome de morros en la alfombra blanca que se extendía por toda la plaza.
En el interior, Kumopansa iba cogiendo temperatura corporal mientras iba observando a la gente que, borrachos como cubas, se reían de ver al arácnido en aquel lugar mientras, seguramente, pensaban que aquella visión era fruto de la cogorza. Ilusos. Pronto encontró su primera víctima. Se trataba de una muchacha de ropajes azulados y cabello azabache. Parecía aburrida y enbobada con su mechón. Así pues, Kumopansa escaló la silla que estaba al lado de la que Ayame se había sentado y poso su abdomen sobre la superfície.
Emitió un bufido para llamar su atención.
— ¡Eh, niña, aterrriza! ¿Estás aquí con nosotros o qué? ¡Eooooooooo!
— ¡Borrachos! gritó el arácnido entre risitas forzadas
— Joder, por favor...
Maldecía en voz alta todas y cada una de las 8 patas con las que se movía. Pero entonces echó a correr tanto como su cuerpo le permitía en dirección de aquel local del cual salían los gritos y los berridos de los borrachos.
— ¡Eh, espera!
Entonces eché a correr yo, pero la nieve me la jugó. La primera zancada quise hacerla demasiado rápido y resbalé, cayendome de morros en la alfombra blanca que se extendía por toda la plaza.
···
En el interior, Kumopansa iba cogiendo temperatura corporal mientras iba observando a la gente que, borrachos como cubas, se reían de ver al arácnido en aquel lugar mientras, seguramente, pensaban que aquella visión era fruto de la cogorza. Ilusos. Pronto encontró su primera víctima. Se trataba de una muchacha de ropajes azulados y cabello azabache. Parecía aburrida y enbobada con su mechón. Así pues, Kumopansa escaló la silla que estaba al lado de la que Ayame se había sentado y poso su abdomen sobre la superfície.
Emitió un bufido para llamar su atención.
— ¡Eh, niña, aterrriza! ¿Estás aquí con nosotros o qué? ¡Eooooooooo!
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa