16/01/2018, 22:01
Marchó a la vera de Akame, dirigiendo miradas a izquierda y derecha de tanto en tanto con la única intención de hacerse una idea de hacia dónde lo dirigía el misterioso Uchiha. Conocía Tane-Shigai, pero no lo suficiente como para preveer una destinación final en base a la ruta seleccionada por su congénere.
Tras rendirse, el kusajin se limitó a mantener su campo visual sobre el frente y seguir la estela del otro. No eran más que dos menudas figuras perdiéndose en un oscuro mar de raíces.
Así se mantuvo Ralexion hasta que arribaron al punto de interés en cuestión.
—Es aquí, sin duda —le reveló Akame tras echarle un vistazo al cartel del local. El pelinegro le imitó.
«¿A qué antro de mala muerte me trae este tipo?», se preguntó tras ser testigo del logo de mal gusto que utilizaba la taberna. Se internaron en el interior. «En uno muy malo...», dictaminó el Uchiha de inmediato, arrugando la nariz. La inconfundible fragancia de la embriaguez inundaba hasta el último recoveco de aquella estancia. El muchacho se había criado en un pueblo agrícola en mitad de la nada, e incluso a él le resultaba tosco un ambiente así.
Discurró junto Akame hasta la barra, dirigiendo miradas de desconfianza a sus más cercanas inmediaciones, esquivando a borrachos como si fuesen obstáculos en una carrera. Tomó el taburete que se le ofrecía y barajó el cuestionar los motivos que les habían llevado hasta allí, como bien se podía apreciar dada su expresión. No obstante, el uzujin fue más rápido.
—Bueno, Ralexion-san, aquí es donde entran en juego tus peculiares talentos. ¿Ves a ese tipo de allí?
Se le indicó con un gesto sutil y él buscó con la mirada hasta dar con el que Akame se refería. Sus ojos se abrieron durante unos instantes de forma perceptible, denotando la sorpresa e ira enfrascadas del jovencillo. Acto seguido, asintió.
—¿Qué tal si te tomas una copa con nuestro amigo? Parece que hoy está contento, y pese a lo repleto de su bolsa no creo que rechace una invitación.
—Está bien —accedió tras suspirar—. Espero que no me reconozca.
La visibilidad era reducida durante aquella fatídica noche. Incluso aunque fuese el mercenario en cuestión que apretó el mecanismo de la ballesta —algo de lo que el kusajin no estaba del todo seguro—, quizás no le hubiese apreciado bien. ¿Se dejaría llevar por el juicio de Akame? Sí, al fin y al cabo ya le había llevado hasta allí, mejor rematar el asunto.
Se levantó y tras tomar una copiosa bocanada de aire, el genin se puso en marcha. Puso rumbo hacia la mesa tan repleta de jolgorio. Caminó junto al mercenario y le empujó contra esta como quien no quiere la cosa utilizando la zona izquierda de su cuerpo, como si hubiese perdido el equilibrio. Dio un paso extra hacia delante. Acto seguido, con semblante tan distraído como pasmado, el pelinegro se giró, encarando al que no le debía de sacar más de un año o dos.
—¡Hostias, tío, lo siento! —exclamó, buscando llamar su atención si es que no lo había conseguido ya— ¿Te importa si te invito a algo como disculpa?
Tras rendirse, el kusajin se limitó a mantener su campo visual sobre el frente y seguir la estela del otro. No eran más que dos menudas figuras perdiéndose en un oscuro mar de raíces.
Así se mantuvo Ralexion hasta que arribaron al punto de interés en cuestión.
—Es aquí, sin duda —le reveló Akame tras echarle un vistazo al cartel del local. El pelinegro le imitó.
«¿A qué antro de mala muerte me trae este tipo?», se preguntó tras ser testigo del logo de mal gusto que utilizaba la taberna. Se internaron en el interior. «En uno muy malo...», dictaminó el Uchiha de inmediato, arrugando la nariz. La inconfundible fragancia de la embriaguez inundaba hasta el último recoveco de aquella estancia. El muchacho se había criado en un pueblo agrícola en mitad de la nada, e incluso a él le resultaba tosco un ambiente así.
Discurró junto Akame hasta la barra, dirigiendo miradas de desconfianza a sus más cercanas inmediaciones, esquivando a borrachos como si fuesen obstáculos en una carrera. Tomó el taburete que se le ofrecía y barajó el cuestionar los motivos que les habían llevado hasta allí, como bien se podía apreciar dada su expresión. No obstante, el uzujin fue más rápido.
—Bueno, Ralexion-san, aquí es donde entran en juego tus peculiares talentos. ¿Ves a ese tipo de allí?
Se le indicó con un gesto sutil y él buscó con la mirada hasta dar con el que Akame se refería. Sus ojos se abrieron durante unos instantes de forma perceptible, denotando la sorpresa e ira enfrascadas del jovencillo. Acto seguido, asintió.
—¿Qué tal si te tomas una copa con nuestro amigo? Parece que hoy está contento, y pese a lo repleto de su bolsa no creo que rechace una invitación.
—Está bien —accedió tras suspirar—. Espero que no me reconozca.
La visibilidad era reducida durante aquella fatídica noche. Incluso aunque fuese el mercenario en cuestión que apretó el mecanismo de la ballesta —algo de lo que el kusajin no estaba del todo seguro—, quizás no le hubiese apreciado bien. ¿Se dejaría llevar por el juicio de Akame? Sí, al fin y al cabo ya le había llevado hasta allí, mejor rematar el asunto.
Se levantó y tras tomar una copiosa bocanada de aire, el genin se puso en marcha. Puso rumbo hacia la mesa tan repleta de jolgorio. Caminó junto al mercenario y le empujó contra esta como quien no quiere la cosa utilizando la zona izquierda de su cuerpo, como si hubiese perdido el equilibrio. Dio un paso extra hacia delante. Acto seguido, con semblante tan distraído como pasmado, el pelinegro se giró, encarando al que no le debía de sacar más de un año o dos.
—¡Hostias, tío, lo siento! —exclamó, buscando llamar su atención si es que no lo había conseguido ya— ¿Te importa si te invito a algo como disculpa?