16/01/2018, 23:00
Un nuevo comienzo, retomando todo el tiempo perdido, dejando de huir de las responsabilidades que le tocaban. Al menos ese era su plan, pues en su aislamiento y rebeldía, más que quedarse atrás, se había quedado en el olvido de todos. Aunque le doliera, tenía que esforzarse. Ahora que por fin tenía algo similar a una meta, algo por lo que debía seguir adelante con sus planes. Sin embargo... "¿No sería más productivo estar en una misión?" Quizás sí, pero su padre tenía otros planes.
—Are, cambia esa cara de perro recién bañado. Finge al menos que tienes algo de interés, quizás logres así hacer algo productivo por una vez un tu vida.— Reía con sus palabras, mientras degustaba de un chocolate caliente, sentado en un tronco cortado.
—Sabes que nunca he sido de meterme a pelear por estupideces, menos en algo serio— recriminó el genin mientras trataba de dar cortes a unas ramas secas que emulaban las faltantes cañas de bambú. —No creo que el tameshigiri deba hacerse así...
—¡Tonterías!— Se empinó la taza, para luego toser al ahogarse con la bebida hirviendo. —Ah mierda, qué siempre logras arruinarle el momento a medio mundo de una u otra forma.— golpeó su propio pecho para tratar de tragar. —Escucha, aunque tu habilidad de combate a distancia esté mermada, aún puedes reforzar tus cualidades de combate cercano— sacó una galleta de su chaleco militar para comerse una antes de seguir con su explicación —Si no fueras tan pendejo y haragán, incluso podrías haber participado en el torneo. Pero noooooo, el señorito quería andar de niñera de alguien que no lo necesita— hablaba con la boca llena. —Puedes ser grande, tienes el mismo talento que tu madre. Si te lo propones, llegarías a ser un gran espadachín— Le señaló con el empaque de la chuchería.
—¿Y era necesario venir hasta aquí para aprender a usar la espada?— No lo decía porque le pareciera incoherente, sino porque sabía que el jounin siempre tenía alguna treta debajo de la manga. —Ya dime, ¿qué tramas?
—No tendría chiste si te lo digo, eres mejor que eso. No lo pongo en duda, después de todo, lo guapo y astuto lo sacaste de mí. ¡Jajajajajajajajajajaj!
—Me lleva la que me trajo
—Suficiente por hoy, regresemos al pueblo y a la posada... ¡Y no olvides recoger todas las cosas!— Le guiñó el ojo para luego desaparecer en un parpadeo, dejando brillos en el aire.
"Siempre es igual..." Maldijo mientras empezaba a recoger las varas de madera cortadas, además de los empaques y demás basura que su padre había dejado tirado en el suelo del bosque. Así, una vez hecha la limpieza, el genin cargó con una pesada mochila a través de la nieve, regresando al lugar que era conocido como Yukio.
Aquel amigable pueblito, confortable y hogareño cómo cualquier fábula podría describir, era dueño del único clima no lluvioso del país de la tormenta. Las luces de las casitas de madera eran un paisaje muy dulce y tierno, comparado al resto de ciudades que él había visitado. Alternando su vista entre cada lugar, descubrió aquella posada dónde debían hospedarse, cuyo título era "Pino de Oro". "Me merezco más que esto." refunfuñaba para sí, mientras se adentraba al lugar.
Cabe destacar que en aquella posada, contaban con una taberna instalada en la primera planta, jolgoriosa a más no poder. Juegos de cartas, canciones, risas. "Ni aquí podré tener un puto momento de paz." suspiró el tuerto, echando su carga en una silla vacía, sentándose así en la otra, dejando caer su cara sobre la mesa. "Que día."
—Are, cambia esa cara de perro recién bañado. Finge al menos que tienes algo de interés, quizás logres así hacer algo productivo por una vez un tu vida.— Reía con sus palabras, mientras degustaba de un chocolate caliente, sentado en un tronco cortado.
—Sabes que nunca he sido de meterme a pelear por estupideces, menos en algo serio— recriminó el genin mientras trataba de dar cortes a unas ramas secas que emulaban las faltantes cañas de bambú. —No creo que el tameshigiri deba hacerse así...
—¡Tonterías!— Se empinó la taza, para luego toser al ahogarse con la bebida hirviendo. —Ah mierda, qué siempre logras arruinarle el momento a medio mundo de una u otra forma.— golpeó su propio pecho para tratar de tragar. —Escucha, aunque tu habilidad de combate a distancia esté mermada, aún puedes reforzar tus cualidades de combate cercano— sacó una galleta de su chaleco militar para comerse una antes de seguir con su explicación —Si no fueras tan pendejo y haragán, incluso podrías haber participado en el torneo. Pero noooooo, el señorito quería andar de niñera de alguien que no lo necesita— hablaba con la boca llena. —Puedes ser grande, tienes el mismo talento que tu madre. Si te lo propones, llegarías a ser un gran espadachín— Le señaló con el empaque de la chuchería.
—¿Y era necesario venir hasta aquí para aprender a usar la espada?— No lo decía porque le pareciera incoherente, sino porque sabía que el jounin siempre tenía alguna treta debajo de la manga. —Ya dime, ¿qué tramas?
—No tendría chiste si te lo digo, eres mejor que eso. No lo pongo en duda, después de todo, lo guapo y astuto lo sacaste de mí. ¡Jajajajajajajajajajaj!
—Me lleva la que me trajo
—Suficiente por hoy, regresemos al pueblo y a la posada... ¡Y no olvides recoger todas las cosas!— Le guiñó el ojo para luego desaparecer en un parpadeo, dejando brillos en el aire.
"Siempre es igual..." Maldijo mientras empezaba a recoger las varas de madera cortadas, además de los empaques y demás basura que su padre había dejado tirado en el suelo del bosque. Así, una vez hecha la limpieza, el genin cargó con una pesada mochila a través de la nieve, regresando al lugar que era conocido como Yukio.
Aquel amigable pueblito, confortable y hogareño cómo cualquier fábula podría describir, era dueño del único clima no lluvioso del país de la tormenta. Las luces de las casitas de madera eran un paisaje muy dulce y tierno, comparado al resto de ciudades que él había visitado. Alternando su vista entre cada lugar, descubrió aquella posada dónde debían hospedarse, cuyo título era "Pino de Oro". "Me merezco más que esto." refunfuñaba para sí, mientras se adentraba al lugar.
Cabe destacar que en aquella posada, contaban con una taberna instalada en la primera planta, jolgoriosa a más no poder. Juegos de cartas, canciones, risas. "Ni aquí podré tener un puto momento de paz." suspiró el tuerto, echando su carga en una silla vacía, sentándose así en la otra, dejando caer su cara sobre la mesa. "Que día."