16/01/2018, 23:39
—Ah...
Akame dejó escapar un suspiro de satisfacción después de beber un largo trago de aquella cerveza tostada que era tan famosa en Tane-Shigai. No es que él fuese un bebedor empedernido, pero se había propuesto empezar a entender de bebidas de verdad como meta de año nuevo. Al fin y al cabo, ¿de qué hablaban si no los jounin del Remolino en sus cantinas favoritas? De bebida, claro. Y Akame estaba decidido a convertirse en el mejor jounin de toda la Aldea. «Por algo hay que empezar», se dijo.
Mientras tanto, Ralexion ponía en marcha su improvisado plan. La primera parte tuvo todo el éxito del mundo; del empellón y a causa del pobre equilibrio del jovencito mercenario —probablemente debido a que ya había tomado algunas jarras de cerveza tostada— casi tiró a éste al suelo. Por fortuna para todos no fue así, y el encuentro se saldó con un ligero traspiés y un choque contra la mesa.
—¡Eh, mira por dónde vas! —le replicó el muchacho, visiblemente ebrio.
Más de cerca el kusajin pudo apreciar algunos detalles de su objetivo. Era apenas un poco más alto y corpulento que él, todavía tenía marcas de acné en la cara y, en ese momento, un color rojizo teñía sus mejillas —sin duda debido al alcohol ingerido—. La expresión broncas del joven mercenario se suavizó en cuanto Ralexion ofreció compensarle con una bebida.
—Eh... Uh... —el chico miró su propia jarra, a la que todavía le quedaba la mitad del contenido.
—¡De un tirón! —gritó de repente uno de los jugadores, señalando al mercenario.
Como si hubieran adivinado sus intenciones, el resto de los parroquianos empezaron a cantar y a aporrear la mesa. "Bebe, bebe, bebe". Presa de la presión de grupo, el chico se empinó la jarra y la terminó de tres largos tragos. Luego aguantó una arcada y dejó el cristal sobre la mesa con un sonoro golpetazo. Los demás parroquianos alrededor de la mesa rompieron a reír y luego siguieron jugando.
—V... Venggga, dale.
Akame dejó escapar un suspiro de satisfacción después de beber un largo trago de aquella cerveza tostada que era tan famosa en Tane-Shigai. No es que él fuese un bebedor empedernido, pero se había propuesto empezar a entender de bebidas de verdad como meta de año nuevo. Al fin y al cabo, ¿de qué hablaban si no los jounin del Remolino en sus cantinas favoritas? De bebida, claro. Y Akame estaba decidido a convertirse en el mejor jounin de toda la Aldea. «Por algo hay que empezar», se dijo.
Mientras tanto, Ralexion ponía en marcha su improvisado plan. La primera parte tuvo todo el éxito del mundo; del empellón y a causa del pobre equilibrio del jovencito mercenario —probablemente debido a que ya había tomado algunas jarras de cerveza tostada— casi tiró a éste al suelo. Por fortuna para todos no fue así, y el encuentro se saldó con un ligero traspiés y un choque contra la mesa.
—¡Eh, mira por dónde vas! —le replicó el muchacho, visiblemente ebrio.
Más de cerca el kusajin pudo apreciar algunos detalles de su objetivo. Era apenas un poco más alto y corpulento que él, todavía tenía marcas de acné en la cara y, en ese momento, un color rojizo teñía sus mejillas —sin duda debido al alcohol ingerido—. La expresión broncas del joven mercenario se suavizó en cuanto Ralexion ofreció compensarle con una bebida.
—Eh... Uh... —el chico miró su propia jarra, a la que todavía le quedaba la mitad del contenido.
—¡De un tirón! —gritó de repente uno de los jugadores, señalando al mercenario.
Como si hubieran adivinado sus intenciones, el resto de los parroquianos empezaron a cantar y a aporrear la mesa. "Bebe, bebe, bebe". Presa de la presión de grupo, el chico se empinó la jarra y la terminó de tres largos tragos. Luego aguantó una arcada y dejó el cristal sobre la mesa con un sonoro golpetazo. Los demás parroquianos alrededor de la mesa rompieron a reír y luego siguieron jugando.
—V... Venggga, dale.