19/01/2018, 11:16
Ayame se había quedado paralizada en el sitio, pálida como la cera. ¿Había escuchado bien? ¿Había sido alguna persona de alrededor y había confundido su origen? ¿Su cerebro le había jugado una mala pasada?
O de verdad...
Aquella araña...
¡¿Acababa de hablar?!
—¡Ah! aquí estás, araña del demonio —Para sorpresa de todos los presentes, un chico se había abierto paso entre la multitud. No era su presencia allí lo más extraño, sino el hecho de que parecía conocer a aquel arácnido. Sin embargo, en un momento dado las miradas de los dos shinobi se cruzaron, y él se quedó paralizado en el sitio—. Me cago en mi vida... ¿Aotsuki Ayame? ¿Qué diantres haces aquí?
—Y... ¿Kota-san?
Le había costado algunos segundos reconocerle, pero cuando lo hizo los recuerdos inundaron las playas de su memoria. Aquella tez oscura, su pelo claro recogido en una trenza, la vestimenta de colores vibrantes y llamativos... Aquel shinobi de Kusagakure había participado en el Torneo de los Dojos, y ella había tenido la ocasión de combatir contra él en la semifinal. Sólo le volvió a ver en una ocasión más, y de forma fugaz, cuando se presentaron para cumplir la misión de las tres aldeas.
Pero parecía que debían dejar los saludos para después. En ese momento, el encargado de la posada llegaba armado con un enorme bote insecticida que enarbolaba como un arma de destrucción masiva, dispuesto a acabar con la vida de la araña. No era el único. A su alrededor, diversos aldeanos se habían agenciado un periódico enrollado, una zapatilla...
E incluso una silla.
O de verdad...
Aquella araña...
¡¿Acababa de hablar?!
—¡Ah! aquí estás, araña del demonio —Para sorpresa de todos los presentes, un chico se había abierto paso entre la multitud. No era su presencia allí lo más extraño, sino el hecho de que parecía conocer a aquel arácnido. Sin embargo, en un momento dado las miradas de los dos shinobi se cruzaron, y él se quedó paralizado en el sitio—. Me cago en mi vida... ¿Aotsuki Ayame? ¿Qué diantres haces aquí?
—Y... ¿Kota-san?
Le había costado algunos segundos reconocerle, pero cuando lo hizo los recuerdos inundaron las playas de su memoria. Aquella tez oscura, su pelo claro recogido en una trenza, la vestimenta de colores vibrantes y llamativos... Aquel shinobi de Kusagakure había participado en el Torneo de los Dojos, y ella había tenido la ocasión de combatir contra él en la semifinal. Sólo le volvió a ver en una ocasión más, y de forma fugaz, cuando se presentaron para cumplir la misión de las tres aldeas.
Pero parecía que debían dejar los saludos para después. En ese momento, el encargado de la posada llegaba armado con un enorme bote insecticida que enarbolaba como un arma de destrucción masiva, dispuesto a acabar con la vida de la araña. No era el único. A su alrededor, diversos aldeanos se habían agenciado un periódico enrollado, una zapatilla...
E incluso una silla.