24/01/2018, 21:26
Ralexion rió por lo bajo. Pobre Nue, el mercenario con el rabo al aire.
El kusajin puso todo su empeño en cargar con el ya mencionado; una tarea que apenas cinco minutos más tarde ya le estaba desagradando en demasía. El cabrón pesaba mucho más de lo que el muchacho había esperado, incluso transportándolo a cuatro manos. Para mayor inri, no tenía ni idea de hasta dónde pretendía llevarlo Akame.
Sobre la mitad del camino ya estaba jadeando, tanto de nerviosismo como de cansancio. La noche estaba de su parte, pero Ralexion temía toparse con cualquier agente de la ley que estuviese de servicio. Siempre podían mentir y explicarle que el mercenario se había quedado inconsciente por la bebida y ellos, como buenos amigos de Kurosaki que eran, lo llevaban de vuelta a casa sin importar el coste; tenía toda la historia ya hilada en caso de que necesitase cubrirse las espaldas.
Sin embargo, el muchacho no necesitó echar mano de sus dotes de actuación como había hecho en la taberna en ningún punto del recorrido, que fue tranquilo —a excepción de sus ajetreados jadeos y lo pesado de la mercancía—. El uzujin se dirigía hacia una de las plataformas más bajas de los barrios bajos de Tane-Shigai, un punto exento de miradas curiosas.
Así pues, la travesía acabó frente a un edificio de aspecto poco acogedor. Akame le ordenó ocuparse del cuerpo inconsciente durante unos momentos, a lo que el kusajin respondió con un sonido de queja cuando la totalidad del lastre recayó sobre sus jóvenes e inexpertos hombros. «Parece ser que lo ha planeado todo», pensó al observar que su pariente ya había preparado un lugar conveniente en el que ocuparse de Nue.
Tras abrir una sorprendente cantidad de cerrojos la puerta dio paso al umbral.
—Vamos —Ralexion respondió con otro sonido de molestia.
Introdujeron a su "huésped". El habitáculo era todo lo tétrico y mugriento que el Uchiha se había imaginado tras ser testigo de la fachada. ¿Existía un lugar mejor y más estereotipado para una interrogación inesperada? Ralexion lo dudaba.
Siguiendo las instrucciones de Akame, el genin dejó reposar al mercenario inconsciente sobre el lugar indicado. Acto seguido se cruzó de brazos y observó las acciones de su acompañante con curiosidad. Parecía que iba a colgarlo como si de una pieza de carne se tratase. «Y como siempre, parece ser que Akame-san sabe lo que se hace... joder, no envidio a este tipo, estar así colgado debe de ser incómodo y doloroso de cojones...», se dijo, casi sintiendo pena por el asiduo al tiro con ballesta. Casi.
Ante la petición de auxilio del escuálido individuo, Ralexion se puso junto a él a buen paso y tomó parte del hilo que no estaba ya ocupado por las manos de Akame. Ahora que había dispuesto de unos minutos para recuperar el aliento, podía tirar con el mismo afán del que gozaba al salir de la taberna. Nue seguía siendo jodidamente pesado, igualmente.
—Maldita sea... ¿no hay una polea o algo similar en este agujero de mierda? —masticó entre suspiros de esfuerzo.
El kusajin puso todo su empeño en cargar con el ya mencionado; una tarea que apenas cinco minutos más tarde ya le estaba desagradando en demasía. El cabrón pesaba mucho más de lo que el muchacho había esperado, incluso transportándolo a cuatro manos. Para mayor inri, no tenía ni idea de hasta dónde pretendía llevarlo Akame.
Sobre la mitad del camino ya estaba jadeando, tanto de nerviosismo como de cansancio. La noche estaba de su parte, pero Ralexion temía toparse con cualquier agente de la ley que estuviese de servicio. Siempre podían mentir y explicarle que el mercenario se había quedado inconsciente por la bebida y ellos, como buenos amigos de Kurosaki que eran, lo llevaban de vuelta a casa sin importar el coste; tenía toda la historia ya hilada en caso de que necesitase cubrirse las espaldas.
Sin embargo, el muchacho no necesitó echar mano de sus dotes de actuación como había hecho en la taberna en ningún punto del recorrido, que fue tranquilo —a excepción de sus ajetreados jadeos y lo pesado de la mercancía—. El uzujin se dirigía hacia una de las plataformas más bajas de los barrios bajos de Tane-Shigai, un punto exento de miradas curiosas.
Así pues, la travesía acabó frente a un edificio de aspecto poco acogedor. Akame le ordenó ocuparse del cuerpo inconsciente durante unos momentos, a lo que el kusajin respondió con un sonido de queja cuando la totalidad del lastre recayó sobre sus jóvenes e inexpertos hombros. «Parece ser que lo ha planeado todo», pensó al observar que su pariente ya había preparado un lugar conveniente en el que ocuparse de Nue.
Tras abrir una sorprendente cantidad de cerrojos la puerta dio paso al umbral.
—Vamos —Ralexion respondió con otro sonido de molestia.
Introdujeron a su "huésped". El habitáculo era todo lo tétrico y mugriento que el Uchiha se había imaginado tras ser testigo de la fachada. ¿Existía un lugar mejor y más estereotipado para una interrogación inesperada? Ralexion lo dudaba.
Siguiendo las instrucciones de Akame, el genin dejó reposar al mercenario inconsciente sobre el lugar indicado. Acto seguido se cruzó de brazos y observó las acciones de su acompañante con curiosidad. Parecía que iba a colgarlo como si de una pieza de carne se tratase. «Y como siempre, parece ser que Akame-san sabe lo que se hace... joder, no envidio a este tipo, estar así colgado debe de ser incómodo y doloroso de cojones...», se dijo, casi sintiendo pena por el asiduo al tiro con ballesta. Casi.
Ante la petición de auxilio del escuálido individuo, Ralexion se puso junto a él a buen paso y tomó parte del hilo que no estaba ya ocupado por las manos de Akame. Ahora que había dispuesto de unos minutos para recuperar el aliento, podía tirar con el mismo afán del que gozaba al salir de la taberna. Nue seguía siendo jodidamente pesado, igualmente.
—Maldita sea... ¿no hay una polea o algo similar en este agujero de mierda? —masticó entre suspiros de esfuerzo.