24/01/2018, 22:42
Ambos genin aferraron el kunai con firmeza y tiraron. Lenta y pesadamente, el cuerpo inconsciente de Kurosaki Nue se fue elevando gracias a aquella suerte de polea. «¡Joder, cómo pesa el maldito!» Los Uchiha siguieron tirando del cable mientras la figura invertida del joven mercenario iba quedando cada vez más colgada ante sus narices. Al final, Akame soltó un bufido e indicó que era el momento de parar.
—Tiremos un poco más —gruñó—. Listo.
El tramo de hilo había sido lo suficientemente largo como para que Akame pudiera anclar el kunai al pesado archivador de metal, que ejerciendo de contrapeso evitaría que su invitado se descolgara y acabase rompiéndose la crisma contra el suelo. Luego sacó la bobina de hilo, cortó otro tramo y ató los brazos del mercenario a su torso, a la altura de las muñecas y los bíceps.
Akame se quedó mirando al mercenario inconsciente durante unos instantes. Parecía una longaniza de pueblo, pero mucho más grande; y aun así no podía olvidarse de que era una persona, al fin y al cabo. «Así que voy a hacerlo», se dijo. Un capítulo más en la historia de Akame el Profesional, el insensible y despiadado ninja, estaba a punto de empezar a escribirse.
El del Remolino tomó el balde de agua helada y se acercó a Nue. Lo miró un instante a la cara y le tiró el agua encima, empapándolo completamente. Como un resorte, el cuerpo del mercenario empezó a agitarse, signo inequívoco de que su dueño acababa de volver al mundo de los mortales.
—¿¡Qué... Dddónde... Eh...!? —balbuceó de forma incoherente.
Akame dejó el balde de agua en el suelo y se acuclilló para poner su rostro a la altura del de Nue.
—Kurosaki Nue-san. Llevo un par de días queriendo hablar contigo de cierto asunto —le reveló el Uchiha, sin mudar su rostro calmo—. Pasa y resulta que tú y tus amigos me quitásteis algo. Algo que me costó mucho conseguir. Sabes de qué te hablo, ¿verdad?
El joven se agitó, tratando en vano de liberarse de sus ataduras. Conforme iba entendiendo la situación su rostro se descomponía en una mueca de terror; y aun así fue capaz de contestar con un gruñido.
—Hijo... Hijo de puta... —masculló—. Ninja... De mierda... ¡Puto perro! ¡Desátame y veremos lo que es bueno!
Akame se forzó a soltar una carcajada seca y dura —le parecía que sonaba intimidante—.
—Veo que el baño te ha soltado la lengua. Bien. Ahora, me gustaría que me respondieses a unas preguntas...
Nue emitió un gorjeo y escupió como pudo. Pese a que intentaba aparentar valentía, todo su cuerpo temblaba de puro terror; parecía evidente que aquel joven buscavidas jamás se había visto en una situación igual.
—Ralexion-san, pásame esa barra de hierro —pidió Akame, señalando un lingote de apenas un metro de longitud, de hierro macizo, que había apoyado junto a la pila de escombros.
—Tiremos un poco más —gruñó—. Listo.
El tramo de hilo había sido lo suficientemente largo como para que Akame pudiera anclar el kunai al pesado archivador de metal, que ejerciendo de contrapeso evitaría que su invitado se descolgara y acabase rompiéndose la crisma contra el suelo. Luego sacó la bobina de hilo, cortó otro tramo y ató los brazos del mercenario a su torso, a la altura de las muñecas y los bíceps.
Akame se quedó mirando al mercenario inconsciente durante unos instantes. Parecía una longaniza de pueblo, pero mucho más grande; y aun así no podía olvidarse de que era una persona, al fin y al cabo. «Así que voy a hacerlo», se dijo. Un capítulo más en la historia de Akame el Profesional, el insensible y despiadado ninja, estaba a punto de empezar a escribirse.
El del Remolino tomó el balde de agua helada y se acercó a Nue. Lo miró un instante a la cara y le tiró el agua encima, empapándolo completamente. Como un resorte, el cuerpo del mercenario empezó a agitarse, signo inequívoco de que su dueño acababa de volver al mundo de los mortales.
—¿¡Qué... Dddónde... Eh...!? —balbuceó de forma incoherente.
Akame dejó el balde de agua en el suelo y se acuclilló para poner su rostro a la altura del de Nue.
—Kurosaki Nue-san. Llevo un par de días queriendo hablar contigo de cierto asunto —le reveló el Uchiha, sin mudar su rostro calmo—. Pasa y resulta que tú y tus amigos me quitásteis algo. Algo que me costó mucho conseguir. Sabes de qué te hablo, ¿verdad?
El joven se agitó, tratando en vano de liberarse de sus ataduras. Conforme iba entendiendo la situación su rostro se descomponía en una mueca de terror; y aun así fue capaz de contestar con un gruñido.
—Hijo... Hijo de puta... —masculló—. Ninja... De mierda... ¡Puto perro! ¡Desátame y veremos lo que es bueno!
Akame se forzó a soltar una carcajada seca y dura —le parecía que sonaba intimidante—.
—Veo que el baño te ha soltado la lengua. Bien. Ahora, me gustaría que me respondieses a unas preguntas...
Nue emitió un gorjeo y escupió como pudo. Pese a que intentaba aparentar valentía, todo su cuerpo temblaba de puro terror; parecía evidente que aquel joven buscavidas jamás se había visto en una situación igual.
—Ralexion-san, pásame esa barra de hierro —pidió Akame, señalando un lingote de apenas un metro de longitud, de hierro macizo, que había apoyado junto a la pila de escombros.