24/01/2018, 23:09
Con un último resoplido pudieron poner a Nue —o mejor dicho, al cerdo en el matadero— a una altura que Akame consideró conveniente. El joven contaba con que a partir de ahí se ocupase su pariente lejano. La idea de torturar a alguien —por mucho que ese alguien hubiera sido el autor de un ballestazo contra su humilde persona— no le llamaba la atención al rapaz de Kusagakure.
Ergo, se retiró de escena y se sentó en una de las ruinosas sillas situadas a una distancia cautelar de la acción. Estaba embadurnada de polvo, pero el moreno ni se percató de ello, tan centrado como se encontraba en lo que iba a ocurrir a continuación.
Akame llevó a cabo un brusco despertar sobre el cautivo. Acto seguido se intercambiaron unas pocas palabras en absoluto amigables. «Esto va a comenzar...», se dijo, entre temeroso y dominado por una curiosidad de lo más mórbida. Nunca había presenciado una interrogación de este tipo, pero no necesitaba haberlo hecho para hacerse una idea de lo que podía dar lugar.
Poco después el ya mencionado le llamó por su nombre, casi sobresaltando a Ralexion. Le pidió que le pasase una barra de hierro. El muchacho escaneó el lugar con su campo de visión y se alzó al dar con el artefacto en cuestión. Con paso firme se aproximó a esta, fingiendo normalidad. Luego se aproximó al dúo y le pasó el objeto a Akame.
—Yo que tú le haría caso, "compadre" —le proclamó a Nue—. No tienes ni idea de lo volátil que se vuelve cuando le tocan los cojones.
Quiso influenciar así al sujeto. Entonces dio un par de pasos hacia atrás para otorgarle a su congénere todo el espacio que necesitase. Quedó con los brazos cruzados, intercambiando miradas entre el mercenario y el de Uzu.
Ergo, se retiró de escena y se sentó en una de las ruinosas sillas situadas a una distancia cautelar de la acción. Estaba embadurnada de polvo, pero el moreno ni se percató de ello, tan centrado como se encontraba en lo que iba a ocurrir a continuación.
Akame llevó a cabo un brusco despertar sobre el cautivo. Acto seguido se intercambiaron unas pocas palabras en absoluto amigables. «Esto va a comenzar...», se dijo, entre temeroso y dominado por una curiosidad de lo más mórbida. Nunca había presenciado una interrogación de este tipo, pero no necesitaba haberlo hecho para hacerse una idea de lo que podía dar lugar.
Poco después el ya mencionado le llamó por su nombre, casi sobresaltando a Ralexion. Le pidió que le pasase una barra de hierro. El muchacho escaneó el lugar con su campo de visión y se alzó al dar con el artefacto en cuestión. Con paso firme se aproximó a esta, fingiendo normalidad. Luego se aproximó al dúo y le pasó el objeto a Akame.
—Yo que tú le haría caso, "compadre" —le proclamó a Nue—. No tienes ni idea de lo volátil que se vuelve cuando le tocan los cojones.
Quiso influenciar así al sujeto. Entonces dio un par de pasos hacia atrás para otorgarle a su congénere todo el espacio que necesitase. Quedó con los brazos cruzados, intercambiando miradas entre el mercenario y el de Uzu.