25/01/2018, 00:10
El llanto desconsolado y agónico de Kurosaki Nue llenaba la sala. Hablaba con la voz rota mientras de debajo de sus ropas un leve pero incesante goteo de sangre empezaba a escurrirse hasta el suelo. Plic, plic. Akame observaba la estampa con ojos duros como la piedra, sus manos agarrando con fuerza la barra de hierro hasta que los nudillos se le pusieran blancos.
Ya había previsto que el joven mecernario dijera algo así; y probablemente fuese verdad. Sin embargo, Akame estaba convencido de que podía sacarle algo. Mientras siguiera rompiendo al muchacho y no le dejara recomponerse, sólo sería cuestión de hacer las preguntas correctas. Alzó una vez más su fiel barra de hierro —a la que no había tardado en coger cierto cariño amargo— y se dispuso a ablandar al muchacho un poco más, sólo por si acaso, cuando...
—Akame-san...
Akame deseó que Ralexion no hubiera dicho eso. Su voz fue como un altavoz para la de su propia consciencia, que le decía —ahora de forma imposible de ignorar— que estaba torturando a un civil, de forma no oficial y para perseguir sus propios propósitos. No había dejado lugar para Uzushio en aquel mugriento almacén; simplemente no lo había.
—Maldita sea —masculló entre dientes el Uchiha.
Pese a su juventud y el dolor que atenazaba su cuerpo, Nue se dio cuenta de aquella fisura en la fachada de su torturador. Cesó su llanto y, escupiendo a un lado, trató de hablar.
—C... Compañero... No tienes que hacer esto... No tienes que... Yo... Yo no sé nada, te lo juro. No sabía nada, sólo me dijeron que fuese a un sitio y me quedase allí plantado. Sin hacer nada. ¡Y eso hice! —su tono iba ganando confianza conforme hablaba—. No tienes que hacer esto... Por favor... Yo solo... Yo solo intento ganarme la vida.
BAM.
De todos los palazos que Akame le había propinado a aquel joven, ese último fue el más brutal. No hubo profesionalidad ni mesura en él, ni precisión, sino pura rabia contenida. El rostro del Uchiha reflejaba esa misma ira.
—¡Ni se te ocurra pensar que te vas a librar de esta, perro! —bramó Akame—. ¡Quiero toda la información!
El Uchiha soltó la barra y se colocó frente a Nue, propinándole un genuino puntapié en el rostro. El mercenario tosió un esputo sanguioliento y luego intentó decir algo, pero Akame no le dejó. Se inclinó frente a él, agarrándole del pelo mientras con la otra mano le apretaba los mofletes.
—¿Quién te contrató? ¿Dónde están los demás ahora? —Nue gimió de dolor—. Quiero saberlo todo. ¡Todo!
Ya había previsto que el joven mecernario dijera algo así; y probablemente fuese verdad. Sin embargo, Akame estaba convencido de que podía sacarle algo. Mientras siguiera rompiendo al muchacho y no le dejara recomponerse, sólo sería cuestión de hacer las preguntas correctas. Alzó una vez más su fiel barra de hierro —a la que no había tardado en coger cierto cariño amargo— y se dispuso a ablandar al muchacho un poco más, sólo por si acaso, cuando...
—Akame-san...
Akame deseó que Ralexion no hubiera dicho eso. Su voz fue como un altavoz para la de su propia consciencia, que le decía —ahora de forma imposible de ignorar— que estaba torturando a un civil, de forma no oficial y para perseguir sus propios propósitos. No había dejado lugar para Uzushio en aquel mugriento almacén; simplemente no lo había.
—Maldita sea —masculló entre dientes el Uchiha.
Pese a su juventud y el dolor que atenazaba su cuerpo, Nue se dio cuenta de aquella fisura en la fachada de su torturador. Cesó su llanto y, escupiendo a un lado, trató de hablar.
—C... Compañero... No tienes que hacer esto... No tienes que... Yo... Yo no sé nada, te lo juro. No sabía nada, sólo me dijeron que fuese a un sitio y me quedase allí plantado. Sin hacer nada. ¡Y eso hice! —su tono iba ganando confianza conforme hablaba—. No tienes que hacer esto... Por favor... Yo solo... Yo solo intento ganarme la vida.
BAM.
De todos los palazos que Akame le había propinado a aquel joven, ese último fue el más brutal. No hubo profesionalidad ni mesura en él, ni precisión, sino pura rabia contenida. El rostro del Uchiha reflejaba esa misma ira.
—¡Ni se te ocurra pensar que te vas a librar de esta, perro! —bramó Akame—. ¡Quiero toda la información!
El Uchiha soltó la barra y se colocó frente a Nue, propinándole un genuino puntapié en el rostro. El mercenario tosió un esputo sanguioliento y luego intentó decir algo, pero Akame no le dejó. Se inclinó frente a él, agarrándole del pelo mientras con la otra mano le apretaba los mofletes.
—¿Quién te contrató? ¿Dónde están los demás ahora? —Nue gimió de dolor—. Quiero saberlo todo. ¡Todo!